Una fiesta de despedida para Jesús Navas
Hay despedidas que dan pellizco y otras que destrozan. La de Jesús Navas del Sevilla es un adiós que cuesta digerir. Y el primero en demostrar su dolor por esta situación es el palaciego. Cada partido es un mal trago para el sevillano, tanto por el dolor como por la cercanía de su retirada del fútbol. No obstante, su afición se ha propuesto recordarle lo importante que es para ella, pase lo que pase. Y más aún en un derbi ante el eterno rival.
Corría el minuto 70 cuando el estadio se levantó por completo para corear y aplaudir la entrada de su leyenda Jesús Navas. Entró por Isaac Romero y acaparó todas las miradas. No en vano, se trata del último derbi del capitán del Sevilla, que ayer se convertía en el jugador que más derbis ha jugado de la historia. La trayectoria de Navas, tanto en su club como en la selección española, ha trascendido más allá de la carretera de Utrera. Desde que arrancó la temporada, recibe la ovación hasta de las aficiones rivales. Humildad, un líder discreto, que a base de trabajo ha llegado donde está y que ayer pudo decir adiós al derbi con una victoria trabajada y defendida con uñas y dientes.
Navas entró con su equipo ya adelantado en el marcador y con la firme tarea de que nada variase. Los agónicos siete últimos minutos de descuento, se aferró a la victoria ante los constantes esfuerzos del Betis por igualar el partido. Cuando llegó el pitido final, la fiesta alcanzó su clímax, los jugadores dieron la vuelta al terreno de juego para celebrar con los suyos y, una vez más, volvió a resonar el apellido ‘Navas’.
Todo esto, sin mecheros en el césped y sin intentos públicos de negociación con ultras. Un ejemplo de que las rivalidades más eternas no están reñidas con el saber estar en un estadio de fútbol.
La primavera sevillana
La jornada de derbi discurrió con completa normalidad. La capital hispalense amaneció con un clima primaveral, digno de los días grandes de la ciudad. Sevilla y Betis se veían las caras a la hora de la merienda, pero los sevillanos optaron por salir desde la hora del desayuno ataviados con sus equipaciones correspondientes. Familias enteras con los nombres de Navas o Lo Celso a sus espaldas, que echaron el día en comunidad… al menos hasta la hora del almuerzo. Conforme se fue acercando el partido, el primero de la temporada en el que se enfrentan béticos y sevillista, los bandos se fueron definiendo con más claridad y uniformidad cromática.
En Heliópolis, medio millar de aficionados se concentraron antes de las 16.00 horas para despedir al autobús de su equipo e inyectarle un punto más de engorilamiento de cara a este primer gran derbi. Aquellos que no tenían entrada, permanecieron en la calles del barrio siguiendo algo más a su equipo hasta que el vehículo se perdió por la avenida de la Palmera. A menos de tres kilómetros, en la renovada avenida San Francisco Javier, el perímetro policial se encargó de mantener la homogeneidad entre aficionados. La afición verdiblanca llegó escoltada bajo la atenta mirada del sevillismo presente, seguido por los correspondientes intercambios de improperios. Lo normal.
Al otro extremo de la avenida, Biris Norte también acudía a la cita con su correspondiente escolta. Cánticos, banderas, alguna bengala aislada y cero incidentes reseñables. Ya dentro, un estadio Ramón Sánchez-Pizjuán hasta la bandera activó el modo ‘citas especiales’. Mientras la megafonía cantaba los onces, Gol Norte empezó a desplegar un tifo dedicado a la cultura de la ciudad. El mural, que se exhibió por completo mientras se cantaba el himno del centenario, citaba «Protectoras de nuestra fe», y estaba acompañada de las imágenes de Santa Justa y Santa Rufina, patronas de Sevilla, y a sus pies un león en referencia al escudo de Andalucía. Todo aderezado con un mosaico blanco y rojo, que ocupaba todos los rincones del feudo nervionense.
A falta de patrocinador oficial, la fe es la mejor baza que tiene el sevillismo para sustentarse este año. Tras un verano de cambio radical, una complicada realidad económica y constantes terremotos institucionales, la creencia en el equipo es lo que mueve a la afición. García Pimienta y los suyos deben convencer desde el tapete verde y este domingo han competido un derbi a la altura del empuje que han recibido desde la grada. El Sánchez-Pizjuán rugió como en sus mejores días, y es que la ocasión lo merecía. El derbi se volvió a ganar en Nervión, después de dos temporadas de encadenar cuatro empates consecutivos. Un premio para Pimienta, para la afición y, sobre todo, para Don Jesús Navas.