Ucrania ante el duelo Harris-Trump
Antes de la invasión de Ucrania, el apoyo de Estados Unidos a Kiev no se había materializado con la contundencia que lo hizo a partir de febrero de 2022. La preferencia tanto del expresidente Donald Trump como de Joe Biden durante la primera mitad de su mandato fue evitar la escalada, incluso si ello significaba tolerar la violación rusa de la soberanía ucraniana.
En cambio, «ahora existe un reconocimiento dentro de Washington de que la agresión de Moscú no es un problema aislado sino persistente, por lo que con su intervención ha buscado enviar el mensaje de que no podrá salirse con la suya», alega el director del programa de Estrategia y Doctrina del Proyecto Rand Air Force, Raphael Cohen.
Con la guerra como telón de fondo, y las elecciones estadounidenses a las puertas, la vicepresidenta Kamala Harris y Trump se enfrentan cara a cara y con posiciones divergentes al respecto.
Pero más allá de sus opiniones, no todo depende de la postura presidencial y de quién la detente. «No se trata simplemente de anticipar sus preferencias sobre Ucrania, porque estas pueden no reflejar lo que se apruebe en el Congreso y llegue a su escritorio», advierte el profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Estatal de Dakota, William Bendix.
Al mismo tiempo, «Estados Unidos tiene varios intereses en la seguridad de Ucrania, porque ahora que Rusia se ha revelado como un actor dispuesto a iniciar guerras a su elección, quiere debilitarla militarmente y demostrar su capacidad para liderar una cuestión tan importante de seguridad internacional» incide el profesor asociado de Ciencias Políticas en la Universidad de Colorado, Peter Harris.
En consecuencia, el futuro del apoyo estadounidense dependerá no solo de quien llegue a la Presidencia, sino de cómo se viva, procese y politice la guerra en el país.
La compleja relación Zelenski-Trump
La política exterior de la presidencia de Trump fue diferente a la de cualquier otra administración presidencial estadounidense. Ucrania no fue una excepción, si bien la incoherencia en su relación con Moscú y Kiev fue consecuencia de diferencias entre el modelo oficial y las opiniones del expresidente.
Tras la anexión rusa de Crimea en 2014, se preveía que la política oficial de Trump fuera similar a la anterior, basada en sanciones contra Rusia y apoyar a Ucrania diplomáticamente. «Obama dudaba bastante en proporcionar ayuda militar a Kiev, pero algo que se suele pasar por alto es que esto cambió con Trump, pues fue quien comenzó a brindarle armamento letal», afirma Cohen.
Pese a ello, ya desde el principio la provisión de asistencia fue un área problemática. A principios de 2019, Trump afirmó que el Gobierno ucraniano había actuado para socavarle y proteger una investigación criminal a Hunter Biden, hijo del actual presidente.
En represalia, suspendió casi 400 millones de dólares de ayuda militar al régimen de Volodímir Zelenski.
En julio de ese mismo año, en una acción que conduciría a su primer juicio político, Trump pidió al presidente ucraniano que reabriera una investigación sobre las actividades de Hunter Biden. Un movimiento que declaraciones judiciales posteriores lo calificaron como una condición para liberar la ayuda suspendida.
Incluso con estos vaivenes, la posición oficial de su administración se mantuvo constante durante todo el mandato: las sanciones se mantendrían hasta que Crimea regresara al control de Kiev y se detuviera su agresión en el Donbás.
Entretanto, las intervenciones de Trump sobre Rusia hablaban sobre la conveniencia general de mejorar las relaciones con Moscú, lo que socavaba la credibilidad de su compromiso con las sanciones. «Pero mantener una relación amigable a nivel personal con un líder nacional [Vladímir Putin] es una cosa, y otra bien distinta es cambiar la política exterior en base a esa relación«, insiste Bendix.
Por lo pronto, el candidato republicano se ha limitado a declarar en su última reunión con Zelenski su deseo de «un trato justo para todos» los implicados en la guerra, además de insistir en su mantra de que resolvería «muy rápidamente» el conflicto si gana los comicios.
«Trump es como un comodín, porque aunque fue reticente respecto a Ucrania, también fue el primero en proporcionar ayuda militar, lo que supuso una reversión de las políticas de Obama», apunta Cohen. «Por ende, es difícil predecir cómo reaccionará si vuelve a la Casa Blanca», recalca.
Harris, comprometida con Ucrania «el tiempo que sea necesario»
De unos inicios políticos centrados en cuestiones internas, Kamala Harris ha hecho una notable carrera en política exterior durante su vicepresidencia. En su visión de Ucrania y el conflicto, ha sido una firme defensora de apoyarla «durante el tiempo que sea necesario«, y así lo hizo valer tras representar a Estados Unidos en la conferencia de paz de Suiza en junio y tras el debate que mantuvo con Trump en septiembre.
«Lo que Putin y Rusia prevén con una presidencia de Harris es un alto nivel de previsibilidad; en otras palabras, una posición en política exterior dentro de la tradición de EE.UU.», establece Bendix.
Igualmente, funcionarios que la han asesorado en seguridad nacional, como Philip Gordon, han dejado entrever una línea más asertiva a favor de Ucrania y en contra de Putin que su equivalente Antony Blinken. Así lo amerita un informe publicado en enero 2018 en el que Gordon pedía a Washington «imponer costos reales a Moscú» y fortalecer las defensas contra futuras amenazas del Kremlin.
Pero Harris se enfrenta en 2024 a un conflicto y a un sistema internacional que no son iguales a los de 2022. La posibilidad de que durante su hipotética presidencia deba enfrentarse a un alto el fuego, aunque remota, se perfila en el horizonte.
Si bien son cada vez más las voces, sobre todo republicanas, que pugnan por un acuerdo negociado, «no me sorprendería que, en caso de que Harris siguiera este curso, intentaran atacarla por ‘abandonar’ o ‘vender’ a Ucrania, porque esa es la naturaleza de la política partidista«, explica Peter Harris.
«El problema es que Ucrania no tiene ningún incentivo para firmar un tratado, porque no tiene razones para creer que Putin lo respetaría a largo plazo. Y esa falta de confianza entre Ucrania y Rusia hace que cualquier tipo de negociación en este momento [incluso con las declaraciones de Trump] sea casi imposible», ataja Bendix.
Por otro lado, está la cuestión de la ayuda a Ucrania. Durante su administración, Biden ha respondido al conflicto aplicando un intervencionismo limitado, lo que ha generado ciertas dudas sobre el compromiso de Washington con Kiev. «Ha sido cauteloso precisamente porque sabe que existe un riesgo no trivial de que la guerra se expanda de maneras que serían desastrosas para Estados Unidos, la OTAN y Ucrania», alega Harris.
Como resultado, el reto de Harris será el de definir de forma recia si Estados Unidos ha de ser o no incondicional con Ucrania, y hacerlo valer mediante argumentos a los más escépticos. «El mensaje de su campaña diplomática ha sido muy pro-Ucrania, pero de ahí a saber cuánto presionará para un alto el fuego o administrar ayuda, o si será más sutil, es algo de lo que aún no contamos con suficientes datos», explica Cohen.
La polarización, ¿decisiva?
Aunque es casi indudable que Harris seguirá alineada con Zelenski en caso de llegar a la Casa Blanca, la cuestión que aflora es si cuenta con los apoyos necesarios en el Congreso para hacer efectiva su solidaridad con Kiev.
«Solo una minoría de legisladores republicanos cree que Estados Unidos está proporcionando ‘demasiada’ ayuda a Ucrania, pero se hacen oír y han podido ejercer influencia en momentos clave», asegura Peter Harris.
«Por otro lado, el grupo incondicionalmente pro-Ucrania se ha vuelto menos entusiasta en los últimos dos años y, aunque pocos abogan por suspender la ayuda por completo, prefieren pedir negociaciones y un rápido fin de la guerra«, añade.
Según una encuesta del Pew Research Center publicada en julio de 2024, el 62% de los republicanos dice que Estados Unidos no tiene la responsabilidad de ayudar a Ucrania a defenderse de la invasión rusa. Aproximadamente dos tercios de los demócratas (63%) alegan que el país tiene la obligación de hacerlo.
Para Peter Harris, la polarización a la hora de aprobar nuevas ayudas a Kiev será fundamental para quien presida la Casa Blanca: «Teniendo en cuenta lo que está en juego y las sumas de dinero involucradas, es predecible que las dos partes [demócratas y republicanos] encuentren la manera de que esto se convirtiera en una línea divisoria, y [tras las elecciones] así seguirá siendo», resume.
Bendix considera la cuestión como un proceso tendencial. «Si comparamos la forma en que el Congreso maneja la política exterior ahora y hace 20 años, está claro que el aumento del partidismo ha teñido la actividad legislativa en cuestiones de seguridad y relaciones internacionales. No es sorprendente que veamos este choque sobre Ucrania, porque es fácilmente el tema de política exterior más relevante y que condensa los mayores intereses de todas las partes».
Por su parte, Cohen matiza esta división. «Hasta ahora, la polarización es un factor que ha incidido más sobre cuestiones internas que en política exterior; hace unos meses hubo una delegación republicana y demócrata en Kiev que buscaba brindar un apoyo conjunto a Ucrania. Es decir, se ve este tipo de tensión que se desarrolla a ambos lados del pasillo, pero luego hay un debate más amplio cuando se trata el papel que Estados Unidos tiene en el mundo», concluye.