Sinner suma otra victoria ante Djokovic
Hace algunos años, cuando se organizaba un torneo de exhibición, el personal se esperaba que, además de buenos golpes y grandes nombres, habría trucos de magia, golpes imposibles y risas. Pero Jannik Sinner no sabe lo que es eso. En cuanto se mete en la pista, tiene por delante el reto de ganar el partido, sea como sea, donde sea, como sea, contra quien sea. Aunque si es contra Novak Djokovic, pues mejor. Y el serbio, desde luego, tampoco tiene una versión demasiado festiva cuando apelan a su honor y a su orgullo. Y de la mezcla, este partido de exhibición de verdad, pero de tenis del bueno, con el inicio arrollador del italiano y la defensa letal del serbio cuando, tocado en el orgullo, sacó el gen competitivo que lo ha llevado a ser dueño de todos los récords. Y a defender un tenis del pasado ante la horda de jóvenes más ahora que nunca que siente ya la soledad con las jubilaciones de Roger Federer y Rafael Nadal.
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Eran los teloneros del partido que quería ver medio planeta, ese último Nadal-Alcaraz, pero convirtieron su partido en lo que podría haber sido cualquier final de un gran torneo. No lo parecía al inicio del encuentro, pero se envalentonó el serbio, picado en el orgullo de verse contra el verdugo que más lo ha atenazado en los últimos tiempos: tres victorias de los últimos cuatro. Esta es la quinta, aunque no suma en las estadísticas, pero sí en la cabeza. Y aunque haya sido para Sinner, ya es más que consciente de que Djokovic sigue aquí, muy muy vivo.
No quería perder Sinner la dinámica de este 2024, todavía pendiente de la resolución del Tribunal de Arbitraje Deportivo contra la decisión de la Agencia Internacional de Integridad del Tenis (ITIA) que lo eximió de toda responsabilidad de esos dos dopajes de marzo por clostebol de los que nadie se enteró hasta septiembre porque el jugador no fue apartado del circuito durante la investigación, como suele ser la norma en estos casos. En la pista, fue el robot en el que se ha convertido en los últimos tiempos, sobre todo en este 2024 de esplendor, siete títulos y número 1 sin oposición. Un castigo desde el fondo ante un Djokovic que sí pretendía que esto fuera una fiesta. Hasta que le tocaron el orgullo.
Precavido el serbio, que se ha colado en la Copa de Maestros a última hora porque el curso no ha sido todo lo brillante a lo que estaba acostumbrado, oro olímpico en su palmarés, no obstante, se permitió ofrecer una imagen del 60 % de su potencial. No quería poner más en juego ni el riesgo ante un Sinner al que le cuesta saber bajar las pulsaciones cuando no hay títulos de verdad al final de la contienda.
O quizá es que no quiera bajarlas para no sufrir un tropiezo cuando encare el último mes de competición, con el Masters 1.000 de París y la Copa de Maestros como grandes objetivos.
Percutió el italiano de lado a lado, casi sin encontrar respuestas del otro lado de la red al inicio del choque. Se activó el serbio, que también juega mucho con el orgullo, y soltó una sonrisita al conseguir el primer juego ya con 3-0. Pero no estaba en ese momento ni para subir de nivel ni para aguantar el torbellino de revés y de derecha que es Sinner cuando quiere, que es siempre.
Enseguida enfiló el triunfo en el primer capítulo y se salvó Djokovic del sonrojo gracias a esa muñeca fina y elegante que sabe sacar cuando el oponente se empeña en usar la potencia para batirlo. Incluso encontró en esos recursos un break al inicio del segundo set en el que, por suerte para el espectador más aficionado al tenis, hubo intercambios más largos de tres golpes.
Se fue armando Djokovic de ese tenis excelso con el que ha dominado a sus rivales de siempre y a los que llegaban. Aprovechó un pequeño bajón de Sinner con su segundo servicio, lo que permitió que entrara en una fase del partido como si el sábado se repartiera un título de los grandes y no solo, solo, cinco millones y medio de euros.
Si Sinner no atiende a exhibiciones, tampoco Djokovic, competidor como es, tiene modo «jugar por disfrutar» cuando se apela a su orgullo. Ambos regalaron un final de segundo set de gran nivel y un tie break de exhibición, pero de puro tenis, como si no jugaran solo por dinero en este pabellón a medio gas en cuanto a asistencia.
Sobre todo se exhibió el serbio, que apagó a Sinner en esos siete puntos finales en el que mostró toda su pasión, su juego y su potencial. Un siete cero como en las mejores tardes del de Belgrado, para fiesta del tenis y para reivindicarse incluso cuando no hay nada en juego. Aunque pagó el serbio el esfuerzo, pues tuvo que salir el fisio para atender a su hombro derecho.
No lo notó en el tercer set ante un Sinner tenso, también con los dientes apretados porque quería esa victoria moral para sumar a su mentalidad. Le costó mucho más de lo esperado, porque Djokovic no está dispuesto a dejarse llevar por la tendencia de sus compañeros de promoción. Sigue aquí, en la cima del tenis (24 Grand Slams y 40 Masters 1.000 lo avalan) y así se lo demostró a Riad, puesta en pie con puntazos de sus mejores momentos.
Después del show, bajó las revoluciones y permitió que Sinner acabara con el triunfo y quien se juegue el título de este Six Kings Slam en el que ninguno de los dos se ha tomado como una exhibición. Al contrario, los dos se han exhibido a lo grande.