«Sigo escribiendo y componiendo; dejar los escenarios no implica dejar de ser artista»
Joan Manuel Serrat (Barcelona, 1943) se levantó feliz en Oviedo. «Esto que de que despierten con las gaitas es maravilloso», dijo nada más saludar a la prensa y acercarse al micrófono, con ese aspecto de hombre que solo pasaba por aquí: chaqueta negra, jersey y esa dicción como del llano. ¿A dónde le llevan las gaitas, entonces? «No me llevan a una imagen determinada. Es una sensación lo que me envuelve, una sensación de alegría, de campo abierto, de pueblo arraigado. Y todo esto me provoca un bienestar. Al contrario que a otros, a mí el sonido de las gaitas me gusta. Me gusta hasta el punto el punto de que de vez en cuando me doy mis conciertos gaiteros gracias a este monstruo de internet. Es algo que me deja bien el cuerpo», continuó.
El músico, que se retiró de los escenarios en diciembre con un concierto en Barcelona, habló mucho del cuerpo y del tiempo, quizás porque ahora es un hombre que vive más despacio. También porque el premio Princesa de Asturias de las Artes le empuja a uno a ciertas alturas. «¿La posteridad? Yo no me voy a enterar de nada, siento una gran liberación en ese sentido», despejó. Y después: «Sigo escribiendo y componiendo, aunque no con la intensidad con la que lo hacía antes. Estoy en una etapa de calma. No he dejado los escenarios para escribir más, ni para componer más, sino para encontrarme a mí más, para aprovechar el tiempo que me queda», aclaró, antes de matizar: «Dejar los escenarios no implica dejar de ser artista. Eso sí, ahora escribo no cuando me apetece, sino cuando el cuerpo me lo pide, que no es lo mismo. Apetecer me apetece constantemente, pero el cuerpo solo me lo pide de vez en cuando. Y ahora le hago más caso al cuerpo, que es muy listo».
¿Habrá nuevo disco de Serrat? «Yo diría que los discos ya ni existen. La industria discografica tal y como yo la he conocido a lo largo de mi vida ha ido desapareciendo en los últimos años. Ha sido sustituida por otras cosas, por las plataformas sobre todo. Además, el tipo de música que yo hago no está muy presente en los medios de difusión». Pero descartó la nostalgia. «Cualquier tiempo pasado fue anterior. Lo que ocurre es que para muchos, para mí, cualquier tiempo pasado cargaba unos sueños que hoy en día vemos varados a la otra orilla del río. Nada más».
Hubo un momento para el Mediterráneo, claro. Le preguntaron si las tragedias de hoy no han empañado la canción en la que un día volcó su infancia y su hedonismo. «Sigue siendo una canción válida. Lo que yo pretendía era contar el aspecto lúdico y sensual del Mediterráneo. No es un retrato del Mediterráneo, sino una canción de ensoñación sobre el Mediterráneo», recordó. Y volvió al presente: «En estos días están convirtiendo lo que ha sido un puente de culturas en un sarcófago inmenso donde se van depositando los sueños de miles y miles de personas que tratan de encontrar un sitio donde meter la vida. Pero no por eso voy a dejar de amarlo y de sentirlo como el lugar donde mi niñez se hizo, donde crecieron mis sueños y mis amores (…) Es un territorio con el que me siento me siento absolutamente identificado».
Serrat confesó que todavía le llama el escenario, pero que lo espanta como se espantan las moscas. «Cuando me ocurre una tentación de este tipo reflexiono. Y me doy cuenta, como decía el gallo, de que lo que no puede ser no puede ser», zanjó. Se despidió con una sonrisa: «Si conocéis a los gaiteros les felicitais de mi parte. Me gustaría que en mi casa, por la mañana, en lugar del jardinero que me despierta soplando las hojas apareciera esta banda de gaiteros para darme los buenos días».