Siglo y cuarto sin Guerrita, el «impulsivo» torero al que su mujer cortó la coleta en su casa: «No me voy de los toros, me echan»
De Arrecío a Limón. Arrecío , del hierro de Francisco Gallardo, fue su primer toro; Limón, de Jorge Díaz, el último. Del astado de su ceremonia de alternativa en Madrid el 29 de septiembre de 1887 -el titular de Vázquez quedó inutilizado– al de su ‘despedida’ el 15 de octubre de 1899 en Zaragoza. «Yo no me voy de los toros, me echan», dejaría Rafael Guerra ‘Guerrita’ como lapidaria frase a los hombres de su cuadrilla. Se imponían las circunstancias. Pidió que no limpiaran la sangre del estoque y pidió la cabeza del toro, lo que sorprendió a su gente de confianza. Reunidos por la noche en la fonda, les comunicó la noticia: se iba de los ruedos . «Quiero deciros que esto se acabó. Manué, vete ahora mismo al telégrafo y pon este telegrama, uno a Dolores, mi mujer, y otro a mi amigo Pepe Bilbao: ‘Sus lo’ voy a leer, dice así: ‘Mañana a las ‘dose’ en Córdoba me corto la coleta’», rememora Alfredo Asensi en ‘Califas de Córdoba’ y recogido en ‘La escalera del éxito’. Y de manera íntima, con los suyos, se celebró la ceremonia el día 17 de octubre (llegó a su ciudad esa madrugada tras descansar la noche anterior en la casa de un amigo de Madrid), entre lágrimas y alegrías. Y mucha nostalgia, con más cortes de coleta, como el de su hermano Antonio, que entregó las tijeras a su madre. Al otro lado del teléfono, Asensi, el gran estudioso de Guerrita, nos habla más del torero: «Por su carácter impulsivo , ha demostrado que ha sido también un diestro impulsivo en el ruedo y en la relación que tuvo con otros compañeros de la época. Aportó una firmeza, una honradez y especialmente un poderío para dominar y domeñar al toro. No solo quería torear toros bravos ni los mejores toros; una vez tuvo un enfado realmente grande porque él quería matar el toro más grande. Tenía un inmenso valor». Lamenta «no haberlo visto torear, pero por todo lo que me he documentado, por cómo le ponen por las nubes, fue una figura clave en la historia del toreo, con una espada vital». Y llegó la crispaciónPero no todo fueron tardes de vino y rosas, y esa temporada final del siglo XIX se afilaron los dientes de quienes lo increpaban. Ahí quedó otra frase para la posteridad después de actuar en Madrid el 11 de junio de 1899: «No toreo más en Madrid ni a beneficio de María Santísima». Muy crispado andaba entonces el ambiente contra Guerrita, sobre todo después de que su picador hundiera media vara en un toro de Cámara el 16 de abril. «Llovían los naranjazos en derredor del espada, caían botellas al redondel, la gritería era ensordecedora, los silbidos atronaban los oídos; los insultos, los dicterios, afluían encarnizados, deprimentes, sañudos», relataba el Bachiller González de Ribera (con b según la Real Academia). Todo ello le llevó a la retirada. De ahí la pregunta a su gente: ¿no lo veis tarde tras tarde? No era pregunta, sino afirmación. Noticia Relacionada estandar No El Juli, el torero que inspiró ‘Muñeca de trapo’, una de las canciones más famosas de La Oreja de Van Gogh Rosario Pérez Pablo Benegas es amigo de la figura madrileña, al que acompañó en su despedida de los ruedos en la Maestranza«La historia taurina de Guerrita fue una pugna constante entre un carácter indomable y un público que no se resignaba al no verle humillado y condescendiente. Aparentemente, en esta pugna, venció el público, pero en realidad el triunfo fue del espada. Abandonó el toreo afrontando la indignación de las masas con la misma entereza y dignidad con que soportó las primeras censuras al separarse de Fernando el Gallo », cuentan las páginas de ‘El Cossío’. Y se añade en el tratado de Los Toros: «El diestro, colmado de consideración y disfrutando de holgadísima posición económica, siguió viviendo en Córdoba, mientras el público y la fiesta perdieron un torero excepcional, al que para encontrarle punto de semejanza habría que remontarse a Pedro Romero o Montes o posteriormente a Joselito el Gallo ». Fernando Claramunt, en su ‘Historia del Arte del Toreo’, contaba: «Elevado por los cordobeses a la categoría de Califa de Córdoba, se comparó a Guerrita con Lagartijo y con Paquiro, cuyas cualidades resume, siendo mejor con la espada que los dos legendarios maestros. Por ser torero largo y completo sufrió los inconvenientes comunes a los diestros de ese corte».Guerrita, que también se apodó Llaverito y El Airoso , era hijo de Juana Bejarano y José Guerra, conserje del Matadero Viejo. Vino al mundo el 6 de marzo de 1862, época del reinado de Isabel II. Su tía era la viuda de Pepete , muerto en las astas del miura Jocinero el mismo año del nacimiento de Rafael. Moría un torero, nacía otro. Uno de los más grandes de la historia del toreo, un toreo que pontificaba con su verbo, sobre todo tras su retirada. «En lo mío, yo he sido el Papa»Un ejemplo: se cuenta que en una montería que compartió con Alfonso XIII, este le comentó que le hubiese gustado conocerlo en su etapa en activo. A lo que El Guerra respondió: «Pues haber nasío antes, Majestá». Antes, Alfonso XIII le comentó que le había confundido con un obispo: ¡Qué obispo ni qué cuernos! ¡En lo mío, yo he sido el Papa!»Escribió Giraldillo en ABC que con Rafael el toreo se dividía en dos épocas . «Comprende y penetra y, acaso, se anticipa al gusto de los públicos actuales. Manda en el toro en la plaza y aún antes de que el toro llegue a ella, ¡pero qué hombría y qué celo extremado en todos los actos profesionales de Rafael! Con líneas rectas divide la historia del toreo. Después de él, solo Joselito y Belmonte , pero estos se benefician ya de las experiencias de Guerrita y recogen el mejor fruto de ellas. La lidia está definitivamente encauzada».Riña por el toro mayor de los pradosCuentan las crónicas que su gran temporada fue la de 1894. En la plaza de Madrid firmó en abril a Farolero diez ensalzados pases naturales. Pero lo mejor llegó el 14 de mayo: «Aparece en el apartado el toro mayor que se ha visto en los prados, Cocinero, de don Félix Gómez. Espartero y Guerra riñeron por él, ambos lo quieren lidiar y, al fin, corresponde a Rafael. Y su hazaña con aquel enorme toro de Miura que muere a sus pies, en tanto el matador se sienta en el estribo ante su cara, y la que repite con Fogonero, de Adalid, toreando descalzo en medio de un diluvio, sin querer que se suspendiera la corrida».Cerraba Giraldillo: «De su vida, pródiga en anécdotas y agudezas, queda su lección de buen sentido, el mismo que le llevó a ordenar la lidia, preparando un tránsito necesario entre dos épocas del toreo. Y, cuando deja la vida activa, sigue años y años, proyectando su influencia sobre la Fiesta que él engrandeció, con el consejo, con el juicio».«Después de mí, naide»Rafael Guerra murió en su Córdoba natal el 21 de febrero de 1941. Eran las siete y treinta y cuatro minutos de la tarde. Traje negro, chaquetilla corta, camisa blanca y botonadura negra. Así lo tenía dispuesto y así fue amortajado. Este maestro del ingenio falleció en Córdoba después de preguntarle a su hijo cómo iban las labores de su finca ‘ El Patriarca’. Nada más conocerse la luctuosa noticia, el Club Guerrita cerró sus puertas. «Después de mí, naide… Después de naide, Fuentes», quedó como sentencia a finales del XIX. Y ya en el XX, muerto Joselito, pronunció el «se acabaron los toros». La Fiesta sigue y con ella el recuerdo de sus leyendas.