Servidores
Hace no tanto tiempo, cuando pasaban lista, todo el mundo respondía «servidor». No era una demérito, era la representación de lo que estaba bien visto y de lo que no. Sí, era una especie de sumisión encubierta, un doblegar el yo al nosotros e, incluso, para los malpensados, al maestro que leía aquella lista en voz alta sin pensar demasiado en lo que contestaban sus pupilos. Ahora decir algo semejante sería como reconocer que cada uno de aquellos «respondedores» estaba volcado en el apoyo al régimen y que, como poco, era un fascista en pantalones cortos. Nadie pensaría que era una forma de entender la vida, de vivir. El paso del tiempo dio lugar a cientos, quizá miles de Organizaciones No Gubernamentales, las famosas ONG. Allí no decían lo de servidores pero no cabe duda que su objetivo era el mismo, atender, ayudar e, incluso, meterse donde no te llamaban para llevar un poco de cordura, de cariño, de compasión. Servidores en definitiva. La evolución del sistema nos ha traído un nuevo modo de responder y hasta de socializar en torno a una idea. Poco importa que siga habiendo miles de personas que en su interior respondan «servidor» o que dediquen su vida a atender a los demás. El foco ha cambiado de dirección y lo que antes era hacia afuera ahora es hacia adentro. Ahora, al pasar lista, cada una de las respuestas al profesor incorporan lo que todos los demás tienen la obligación de hacer con los nuevos «respondedores». Los niños de ahora recitan su lista de intolerancias y las asociaciones son todas contra algo. El avance de los derechos como sociedad es algo irrenunciable, imprescindible. El problema está en que los derechos ya no se declinan como una necesidad social sino como una armadura individual en la que poco importa lo que suceda alrededor, donde nada tiene que decir la realidad porque ya sólo existe un tipo con intolerancia a la lactosa. Un yo tan grande que dentro de poco fundará una ONG para atenderse a sí mismo y que, sin duda, blandirá uno de esos eslóganes que utilizan las clínicas dentales y las tiendas de ropa que afirman sin rubor «porque te lo mereces» o «porque tú lo vales». La gente buena, como los demócratas, guardarán en secreto la vituperada tradición de los ‘servidores’ mientras los modernos relativistas se aprovecharán de ellos hasta que no quede ni uno. Entonces y solo entonces mirarán a su perro y dirán «Toby, dame la mano» y el pobre Toby acercará con cariño su pata pero no podrá entrelazar sus dedos con los de su amo que es lo que hace un amigo cuando estás pasando las de Caín. Entonces, a los perros, les implantarán zarpas con cinco dedos y capacidad flexora y la gente dirá aquello de «mira cómo me coge la mano, es uno más de la familia». A este paso van a tener razón los de las mascotas y lo más parecido a las personas van a ser los ‘serviciales’ pequineses.