‘Semillas de Kivu’ denuncia la violación de mujeres como arma de guerra
En 1999 el ginecólogo congoleño Denis Mukwege fundó el Hospital Panzi en Bukavu (República Democrática del Congo) para atender los partos de las mujeres, durante los que se registraba una alta mortalidad. Pero su primera paciente fue una joven que había sufrido una violación múltiple y a la que habían disparado en los genitales. Desde entonces ha atendido a más de 54.000 mujeres, niñas (y hasta bebés) violadas como arma de guerra. Una labor por la que recibió el Premio Nobel de la Paz en 2018.
Los cineastas, Néstor López (Anticlímax) y Carlos Valle (La silla de la vida) se han ido hasta allí para narrar la historia de la reinserción de esas mujeres en el cortometraje documental Semillas de Kivu, que está preseleccionado para los Goya y que consiguió el Premio Abycine-Amnistia Internacional.
«En el conflicto de RD Congo y de Kivu las causas son internacionales -nos cuenta Néstor-, cercanas a un consumo y un mercado global desde occidente insostenibles con los derechos humanos, pero sin embargo las consecuencias son solo locales. Las víctimas son solo congoleñas y congoleños. Es tan injusto… llevamos 7 años trabajando en este proyecto y creando lazos allí. Lo conocimos por un proyecto anterior centrado en conflictos en diversos países y desde que nos metimos a investigar Kivu, ya no pudimos soltarlo».
«Cuando descubres que la violación sistemática es barata, concretamente cero dólares, entiendes el papel capital de las víctimas mujeres en el conflicto. Alrededor de ellas gira todo. No se puede hablar de este conflicto sin hablar de ellas, del patriarcado y de la desigualdad de género», añade Néstor.
Pero… ¿por qué decidieron hacer esta denuncia a través de la labor del ginecólogo Denis Mukwege? «Descubrimos al doctor Denis durante el desarrollo de uno de esos proyectos anteriores y nos resultó tremendamente impactante su figura y lo que representa en la sociedad congoleña -nos cuenta Carlos-. Es conocido por haber recibido el Premio Nobel de la Paz en el año 2018 por su lucha contra la violencia sexual como arma de guerra. Además de haberse jugado la vida por cumplir con su labor y haber sufrido varios intentos de asesinato (11), está recluido dentro de su propio hospital,que a su vez está protegido por la ONU. Es tan increíble que cuesta creerlo, pero es real, y nosotros lo mostramos en este documental. La labor de Denis es mucho más que la de un ginecólogo. Es un líder, un referente, un activista por los derechos humanos y una persona que a pesar del drama que vive su pueblo, sigue teniendo la fuerza para luchar y hacer que todo mejore».
Preguntamos a Néstor hasta qué punto cree que es importante ese hospital de Panzi: «Cuando recibieron a esa primera paciente violada en grupo por militares. Pensaron que era el acto de unos locos, un caso aislado. Pero cada vez acudían más y más mujeres con los genitales destrozados. No era un caso aislado, era un mecanismo de guerra. Un sistema de conquista de los pueblos y las tierras. Se confirmaba el uso de la violación como arma de guerra de manera estructural. Precisamente por eso es tan vital el hospital de Panzi. Porque se encontraba en mitad del conflicto, y fue la única vía de resistencia a esta oleada que sigue vigente a día de hoy, y subiendo. Desde George Clooney hasta Angelina Jolie han donado sumas cantidades a Panzi. Su importancia a nivel mundial es evidente«.
«El objetivo de estas violaciones es destruir el tejido social»
Pero… ¿Qué objetivo tienen esas violaciones? y ¿por qué son tan violentas? «No son violaciones por puro placer de sometimiento o deseo sexual, son algo más -nos explica Néstor-. Consiste en arrebatar la dignidad y destruir su identidad humana, pues el objetivo es atacar lo que las define socialmente, su capacidad de dar a luz y aumentar la familia. Por ello son violaciones también instrumentales y de larguísima duración (con retenciones de meses y años)».
«El objetivo es destruir el tejido social -añade-. El sistema de guerrillas que se lucra de la explotación de recursos que venden baratos al mercado de consumo en occidente quiere hacerse con el control de las minas, para explotarlas libremente necesitan dominar los territorios y poblados cercanos, así que atacan a la población civil. Para asegurarse la destrucción total, el objetivo son las mujeres, las cuidadoras de las haciendas y la parte más productiva de los poblados. Si las violan, el estigma que se crea sobre ellas, sus familias, sus maridos y sus hijos, es tan extremo que alcanza unas cotas de vergüenza que obligan a expulsarlas y a sus familias a mudarse a otros lugares. Si esto se repite con todas las mujeres del lugar, el poblado queda abandonado y la guerrilla se hace con la zona.
«Por esa razón -concluye Néstor-, no importa la edad de las mujeres, si eres mujer eres objetivo. Hay casos de mujeres ancianas y de bebés porque consiste en destruirlo todo. En el fondo es una guerra territorial y este sistema organizado de violaciones es altamente barato y muy eficaz en costes materiales. Carísimo en términos humanos. El propio sistema patriarcal favorece a los grupos armados. Ya son 25 años. ¿Qué estamos haciendo?»
Algunas mujeres son violadas delante de sus hijos
Las protagonistas del documental son esas mujeres que intentan retomar su vida gracias al apoyo del hospital y la fundación de Panzi. «Los testimonios son tan duros que no puedes imaginar que algo tan cruel pueda suceder -asegura Carlos-, no puedes procesar las tragedias que han tenido que vivir y te preguntas cómo han podido salir adelante a pesar de todo. La mayoría de las víctimas han sido violadas en aldeas o pueblos más aislados, o mientras se encontraban fuera de casa, porque habían ido al campo a trabajar. Algunas de ellas se encontraban incluso con su familia, con sus hijos, y luego han asesinado a sus maridos delante de ellas».
«Son historias que te hielan la sangre y a la vez abrazan tanto tu empatía que de alguna manera te dan ganas de seguir haciendo algo -añade Néstor-. En campos de refugiados también suceden esas violaciones pero desconocemos los casos concretos, hemos trabajado en otras zonas, más fronterizas con grupos armados y dentro del conflicto».
Pero… ¿Como han logrado estas mujeres seguir adelante? «Esta es una cuestión que nos preguntábamos nosotros al momento de trabajar en el desarrollo del documental -nos confiesa Carlos-. Nos interesaba mucho conocer qué hacían para seguir adelante. La realidad es que lo más complicado no es recuperarse físicamente, sino psicológicamente. Una de las labores fundamentales que llevan a cabo en el hospital son las sesiones de psicología, y esto queda evidenciado en una de las escenas del documental, donde un grupo de mujeres expresan cómo se sienten tras haber sido violadas. Sus testimonios son absolutamente reveladores y compartir mutuamente ese dolor las libera poco a poco y las une a otras víctimas con las que pueden apoyarse. Esto constituye un primer paso para volver a creer en sí mismas, ser fuertes y empezar de cero, como en el caso de Aline, una de las protagonistas».
«El doctor Mukwege es fundamental en este proceso porque las acompaña y las arropa -añade carlos-, pero también su equipo de asistentes, como Mamá Esther, a quien destacamos por su fuerza y vitalidad para apoyar en el día a día a las víctimas».
Algunas víctimas de violación sienten rechazo por sus hijos
Uno de los testimonios m´sa desgarradores del documental es el de una joven que confiesa que a veces siente rechazo por su hijo, fruto de una de esas violaciones. «Hay que tener en cuenta que la mayoría de las mujeres adolescentes y jóvenes dan a luz a bebés no consentidos fruto de estas violaciones, incluso a varios. En el documental, una de las protagonistas, la maravillosa Aline, tiene hasta 3 a día de hoy», nos explica Néstor.
«¿Como no vas a sentir rechazo hacia aquello que te recuerda a un trauma tan extremo? Muchas no los llegan a aceptar, lo que me parece normal, ¿como se consigue eso?», añade.
«Después de la recuperación física llega la más importante en realidad, la recuperación psicologica y la convivencia con tu trauma, que es donde el documental se centra realmente -nos explica Víctor-. He de decir que la mayoría de las mujeres con las que hemos convivido han aceptado a estos bebés. Tengamos en cuenta que están solas, no tienen a nadie, son rechazadas y expulsadas, y aún así, deciden superar el trauma criando con amor a estos bebés, que se convierten en su única familia y lo único que tienen, se aferran a esta idea para recuperar sus vidas, y superar el miedo sufrido a través del amor. Es una lección de vida que te cambia la mente para siempre«.
Preguntamos a Néstor si cree que aceptar esa maternidad es una forma de resistencia de estas mujeres: «La respuesta es un rotundo SÍ. A falta de acción internacional o de acción eficaz para llevar ante los tribunales a los culpables y de poner fin a este atentado, la única resistencia a la guerra es la reinserción social de las mujeres. Cuando se ha sufrido una violencia tan extrema, seguir haciendo tu vida no deja de ser una manera de resistir. Cada reinserción es una manera de demostrar que no ha valido para nada la violencia. Son pequeñas victorias».
«Es urgente priorizar la vida por encima de lo material
Lo sorprendente es que el Congo lleve 25 años en guerra y a nadie parezca importarle. «Conflictos como Ucrania o Gaza están más en primera plana en los medios, por cercanía geográfica, cultural o étnica, supongo. Ucrania no deja de ser Europa -asegura Néstor-. Pero conflictos eternos y alejados cultural y políticamente como el de RD Congo toma la etiqueta de “clásico” y se normaliza. Pasa a ser habitual. Ese es el primer paso para cerrar los ojos y mirar hacia otro lado».
«Además -añade-, esto se perpetúa por el insostenible consumo que hacemos del actual mercado. Es el poder del capital en todo su esplendor. Es de urgencia mundial lograr modos de consumo más éticos y responsables con la vida en los países que de alguna manera, nos apropiamos de sus recursos, ahora y desde hace siglos. No nos interesan las víctimas del Congo porque son pobres y anónimas, no empatizamos con ellas y, además, somos parte del sistema consumista. Países como Ghana están comidos por los residuos por la obsolescencia programada. Sus habitantes conviven con basura en núcleos urbanos, se están muriendo de cáncer. Es urgente priorizar la vida y la dignidad por encima de lo material«.
«El rodaje ha sido una odisea»
Rodar en un país como la República Democrática del Congo no ha sido fácil, como nos comenta Carlos: «El rodaje y todo lo que ha supuesto la preparación para viajar hasta allí ha sido una odisea. Tardamos varios años en conseguir establecer contacto con el hospital, y cuando lo hicimos tuvimos que asegurarnos de tener unos mínimos de seguridad para que todo saliera bien. La única forma de viajar a un sitio así es consiguiendo apoyo y protección local, y nosotros lo tuvimos gracias al hospital de Panzi, con quien planificamos una serie de acciones muy concretas que, de haber salido mal, no estaríamos respondiendo a esta entrevista. El rodaje en sí fue apasionante y duro. En muchas ocasiones teníamos que guardar la cámara para evitar problemas o grabar con una cámara oculta cuando viajábamos a los barrios más hostiles. Durante la escena del prostíbulo, una de las más impactantes, tuvimos que salir corriendo del edificio y subir a los coches rápidamente para evitar ser atacados por un grupo de hombres«.
En cuanto a la vida en Panzi, Carlos nos comenta: «En esa zona todo está en movimiento constantemente, millones de personas transitan de un lado a otro en un caos continuo, y cualquier desplazamiento se hace eterno por las masas de vehículos y personas que llenan las calles sin asfaltar. Por otro lado, en algunas zonas, la vida es belleza y calma, y esa curiosa mezcla a pequeña escala es la que se da en todo el país».
Por último preguntamos a los directores con qué les gustaría que la gente se quedara de este documental: «Con que las cosas están llenas de grises -afirma Néstor-. Que dentro de la crudeza y de un contexto de muerte, hay gente llena de luz que trabaja por la vida. Eso es lo más hermoso del mundo. Que el Congo no es un país malo ni una sociedad violenta, es un país expropiado y olvidado, que no es lo mismo. Y a pesar de todo: seguir haciendo tu vida, salir adelante, continuar, siempre merece la pena».
«Con la suerte que tenemos de estar vivos -concluye Carlos-, porque las protagonistas de nuestra historia son la prueba de que se puede superar el peor de los dramas y avanzar. Nunca para mí la palabra superación tuvo tanto sentido como cuando Neema, Charlotte, Aline y muchas otras me enseñaron de primera mano lo que significa de verdad. Espero que la gente pueda sentir esto mismo al ver Sermillas de Kivu«.