Sara Medialdea, nombrada por unanimidad Cronista Oficial de la Villa de Madrid
Sara Medialdea, nacida un nueve de marzo de 1964, de signo Piscis, fue nombrada este martes Cronista de la Villa por el pleno del Ayuntamiento de Madrid, junto a Alfredo Alvar Ezquerra, Rosalía Domínguez y María Teresa Fernández Talaya. El carácter del cargo, no remunerado, es un privilegio que hunde su historia en Mesonero Romanos y que, sin notificación oficial, va teniendo sus raíces en el siglo XVI con las prosas de López de Hoyos.
Sin embargo fue Mesonero Romanos quien sentó las bases de una figura en la que recae el contar lo que acontece, con sus alegrías y sus tristezas, en la capital. Sara Medialdea ve el presente con sus ojos glaucos, investiga en las hemerotecas, recuerda a la ciudad alegre y confiada quiénes fuimos y quiénes somos. Una ciudad, al final, es la que cuentan los literatos de al día, como Sara Medialdea, licenciada en Ciencias de la Información por la Complutense y en Historia por la UNED que hace, ve cuenta y bucea en el pasado de una ciudad de muchos cuya «esencia tiende a diluirse». Dice Medialdea, con un ramalazo gallego de calma, que «hay que reforzar el sentimiento madrileño».
En su verbo, Madrid es una ciudad donde «pasa de todo. Donde se pasa rápidamente de lo más prosaico a lo más poético». Y, Medialdea, con calma en día de calabobobos, sabe que «promocionar lo nuestro, lo madrileño, no es ni carca ni cutre» frente a quienes quieren disolver Madrid. En su conversación, distendida, se habla desde el ya mentado Mesonero Romanos hasta Francisco Umbral.
Sin ningún ánimo de chovinismo, sabe que en esta ciudad todos «son de algún rincón», aunque por el gesto se interpreta que es un valor para la ciudad, su ciudad, «sociable y generosa».
Hay días, como el de ayer, en el que la ciudad no es muy inspiradora, y sin embargo Sara Medialdea le encuentra el punto. Silente, prudente, da sin embargo un lugar del término municipal donde quien quiera conocer la ciudad lo puede hacer. El Parque de las Siete tetas de Vallecas, donde los atardeceres, hacia el norte, los acentos hispanoamericanos detrás, dan la temperatura de la gran ciudad. Medialdea sabe que hay en el subsuelo de Madrid, el que está muchos metros por debajo del suburbano. Conoce los restos de la ciudad árabe que fue, pero también que este punto, central en la Península, llamaba desde siempre a los poderosos y a los menesterosos.
A Sara Medialdea, escarbar en el pasado le produce «una gran alegría», porque encuentra «matices de lo que somos y de cómo somos». Encuentra una tranquilidad, una paz, en los «jardines del Príncipe de Anglona», que so n un refugio de la ciudad. A Sara Medialdea, que ha ido hasta las habitaciones últimas de las hemerotecas por darle al madrileño una postal, un artículo, un retazo de lo que fue, le apasionan varios escritores en el oficio de contar la ciudad, vivida o no vivida, que la existencia en un momento concreto, lo demuestra la historiografía y este periódico, no es óbice para encontrar titulares.
Suyo es el Madrid de Benito Pérez Galdós, que conoce al dedillo. Y lo cita como uno de sus antecesores, no nominados como tal, en el oficio de contar lo que Antonio Machado llamaba «los acontecimientos consuetudinarios que acontecen en la rue». La nueva Cronista Oficial de esta ciudad cambiante tiene un sueño escondido en el oficio de llevar al lector la realidad de una ciudad. Con rubor confiesa que no «está sola», que está bien acompañada.
Con su humildad habitual recomienda a los que cuenten Madrid «que abran bien los ojos». Lo dice centrada en el ordenador, contando una ciudad que conoce en tres y cuatro dimensiones. Y concluye: «Quedaría con Quevedo para pasear Madrid con él».