Resultados en Sajonia y Turingia complican el veto a la ultraderecha

Resultados en Sajonia y Turingia complican el veto a la ultraderecha







Cinco millones de personas estaban llamadas a las urnas el pasado 1 de septiembre en los estados alemanes de Sajonia y Turingia. Cinco millones de los 84 que tiene el país. Ni Sajonia ni Turingia son de los länder más poblados, ni los más grandes, ni los de mayor peso económico, sin embargo, el eco de esas dos citas electorales resonó en toda la República Federal, sobre todo, en Berlín.

Tras los comicios ha llegado lo realmente complicado, lo que, a día de hoy, sigue en marcha: las negociaciones. Los sondeos no fallaron, el partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD) ha obtenido en ambos estados más del 30% de los votos, un tercio del total. En Sajonia ha quedado por detrás (con poco más de un punto porcentual de diferencia) de los democristianos, de la CDU, pero en Turingia registraron una victoria histórica, la primera victoria de la extrema derecha en unas elecciones regionales desde la época nazi.

Todos los partidos, por el momento, están de acuerdo en mantener el cordón sanitario a AfD, pero ese propósito se vuelve cada vez más complejo. Para ello, deben sentarse en la mesa representantes de partidos con líneas que, en según qué asuntos, son totalmente divergentes. Y en ese tablero toma un papel importante una mujer: Sahra Wagenknecht. 

BSW, un partido nuevo y llave de Gobierno

La Alianza Sahra Wagenknecht. Por la razón y la justicia (BSW) se ha creado este mismo año. Y «de la calle podría saltar a un Gobierno», manifiesta el politólogo, experto en partidos y populismo, Benjamin Höhne. La exlíder histórica de Die Linke (La Izquierda) dejó sus filas en 2023 después de varios encontronazos con la formación. Enfrentamientos diversos: por las medidas sanitarias derivadas de la pandemia; roces también en política de asilo y en política exterior, las principales diferencias tienen que ver con la guerra en Ucrania, con su oposición al envío de armas al país y su posición para que se negocie con la Rusia de Putin.

Así nació BSW, un partido populista de extrema izquierda con posturas más cercanas a la extrema derecha para con los refugiados, «no hay más espacio» y con una definición propia contradictoria: «Conservadurismo de izquierda». Lo económico y lo social como objetivos con los que remover lo emocional y potenciar el populismo. BSW es, en definitiva, «un partido antisistema», señala Höhne. Su líder, por cierto, ha sido alabada por la propia AfD.

Y con estos factores sobre la mesa parten las negociaciones, con la democristiana CDU a la cabeza de las mismas. Es el partido vencedor en Sajonia y el segundo más votado en Turingia. El tercer puesto, en ambos casos, es para BSW, la formación llave. Sin ella, los partidos tradicionales no suman, no consiguen apartar a Alternativa para Alemania. O tendrían que gobernar en minoría, una opción más inestable, sobre todo en Turingia, donde AfD alcanza la llamada minoría de bloqueo que podría aplicar en aquellas decisiones que necesiten una mayoría de dos tercios en el parlamento regional.

Voces en contra de pactar con Wagenknecht

Las conversaciones en marcha (empezaron el mismo lunes) generan titulares diarios en este país. Lo último, la creciente resistencia entre las filas de la CDU a que se pacte con BSW. Chirría especialmente su proximidad con Rusia y cerca de medio centenar de diputados y miembros del partido así lo han manifestado. El candidato conservador en Turingia, Mario Voigt, en una especie de declaración de intenciones, dijo el día después de los comicios que la política internacional no se decide en la cámara regional, pero lo cierto es que Wagenknecht ha advertido de que los temas globales también tienen que estar presentes. «Lo que no podemos permitir es formar un Gobierno que decepcione a los votantes», remarcaba en las horas posteriores a las elecciones. 

Así es como se mueven las aguas de un lado. Del otro, Alternativa para Alemania en Turingia reclama su derecho al liderazgo como partido vencedor. Las caras de los cabecillas nacionales del partido, Alice Weidel y Tino Chrupalla, eran largas en la comparecencia de ese lunes postelectoral. A pesar de haber sido la fuerza más votada en ese estado de poco más de dos millones de habitantes, sabían que no van a tocar el poder. Su candidato, Björn Höcke, se ha convertido en el vencedor vencido a pesar de ese triunfo histórico.

Björn Höcke y su victoria amarga

A Höcke la euforia también le ha durado poco. La decepción le ha llegado por partida doble, además, porque a la imposibilidad de gobernar se suma su derrota en el llamado mandato directo (el voto que elige directamente al candidato). Poco antes de las elecciones, había cambiado su circunscripción al distrito de Greiz para aumentar sus posibilidades ante el aspirante de la CDU -en el distrito de Eichsfeld, donde vive desde hace años con su familia, había perdido en dos ocasiones ese Direktmandat-, pero también allí fue superado por el político democristiano. Höcke, no obstante, tendrá su escaño en el parlamento regional asegurado debido a que figura como el primero de la lista de AfD.

El que fuera profesor de Historia de instituto es considerado como uno de los hombres más radicales del partido. Ha sido condenado en dos ocasiones por pronunciar en sendos mítines emblemas nazis, totalmente prohibidos y penalizados en Alemania. En su defensa, alegó que no tenía conocimiento de la connotación de ese tipo de expresiones. El profesor de Historia. En sus discursos, alude a una «inminente guerra civil», a un «colapso de Estado» debido a una ‘multiculturalización’ del país y así, con este nivel de alarmismo populista, ha llegado a convertirse en el candidato más votado, con un 32,8 por ciento de las papeletas.

Un dato histórico, sí, pero, al contrario de lo que se pensó en un primer momento, no optimizó lo ocurrido en Solingen, el atentado islamista que tuvo lugar en plena campaña en esta ciudad de Renania del Norte-Westfalia y que el propio Höcke utilizó para intentar sacar rédito político: un ataque con cuchillo con tres muertos, llevado a cabo por un solicitante de asilo sirio que tendría que haber sido expulsado de Alemania un año antes, eran los componentes perfectos para seguir sumando adeptos. Pero ese «efecto Solingen» no se dio, no en esa dirección, al menos. «La participación electoral aumentó y hubo contramovilización [manifestaciones en contra de la extrema derecha]. Los partidos más pequeños, incluso la CDU, se beneficiaron de esto», apunta el politólogo Höhne.

El «efecto Solingen» en la campaña electoral

Dos días antes de las elecciones, el viernes 30 de agosto, salía de Alemania el primer vuelo destino Kabul con delincuentes afganos a bordo, es la primera deportación a ese país desde la vuelta del régimen talibán en 2021. El Gobierno Federal cumplía, en realidad, un anuncio que el canciller Olaf Scholz había hecho casi tres meses antes, a raíz de otro atentado islamista en la ciudad de Mannheim: la reactivación de expulsiones a Siria y Afganistán a pesar de la situación interna. La información oficial ofrecida sobre este hecho se refiere a una operación planificada con tiempo, durante dos meses, pero la fecha elegida fue esa: 48 horas antes de unos comicios en los que se sabía que la extrema derecha iba a alcanzar resultados históricos.

La política de asilo y migratoria es el canal por donde más se ataca al Gobierno Federal, al tripartito de socialdemócratas, verdes y liberales que, junto a La Izquierda, fueron las formaciones más castigadas en las elecciones de Sajonia y Turingia. La ofensiva le llega de la extrema derecha, del conservadurismo de izquierda de Wagenknecht, pero también, y sobre todo, de la oposición conservadora, con quien el Ejecutivo mantiene contactos, por el momento poco fructíferos, para llegar a un gran acuerdo de Estado en esta materia.

La CDU exige medidas más duras, algunas parecen sacadas del propio discurso ultra. Y todo ello a un año de las elecciones federales, en una especie de precampaña adelantada cuyo epicentro está en el debate sobre migración. En dos semanas, habrá una nueva cita con las urnas en otro estado del este del país, en Brandeburgo. Allí el panorama es mucho más amable para el Partido Socialdemócrata del canciller Scholz, las encuestas lo sitúan ligeramente por delante de los democristianos. Eso sí, la AfD los supera, pero las cuentas para mantener el cordón sanitario son mucho más sencillas en este land. Si eso puede servir de consuelo.

Fuente: www.rtve.es