Pulso electoral entre extrema derecha y socialistas en Brandeburgo

Pulso electoral entre extrema derecha y socialistas en Brandeburgo







La extrema derecha alemana se dirige hacia su segunda victoria en unas elecciones estatales en menos de un mes. Dos semanas después de ganar en Turingia y de quedar segunda en Sajonia, los sondeos apuntan a un nuevo triunfo de Alternativa por Alemania (AfD) en Brandeburgo, un bastión socialista donde la formación del canciller Olaf Scholz podría perder por primera vez desde 1990. El estado, situado al este de Alemania, acude a las urnas este domingo en pleno auge del debate migratorio en el país y tras la decisión del Gobierno central de implementar controles en todas las fronteras. 

Los comicios de Brandeburgo, una región de apenas 2,5 millones de habitantes que rodea Berlín, cierran la temporada electoral en el este de Alemania. La AfD ganó el primer pulso el 1 de septiembre, cuando se impuso en Turingia con el 32,8% de los votos, cosechando su primera victoria en unas elecciones estatales — aunque tendrá complicado gobernar — y les pisó los talones a los cristianodemócratas (CDU) en Sajonia, donde quedó en segundo lugar con el 30,6% del recuento. 

Fue un duro golpe, en cualquiera de los casos, para el SPD y los socios de Gobierno de Scholz – los Verdes y los liberales del FDP – cuando queda apenas un año para las elecciones generales. En Brandeburgo, la previsión es parecida. Según el último sondeo de Forschungsgruppe Wahlen, los socialistas quedarían relegados al segundo lugar con el 26% de los votos, superados por la AfD, que cosecharía el 29% de las papeletas. La CDU se haría con el 15% del escrutinio y los Verdes con el 5%, al límite de poder entrar en el Parlamento estatal. 

La popularidad del partido de Scholz está en declive en todo el país, pero perder este domingo supondría un golpe aún más duro, ya que este estado ha sido gobernado por el socialismo desde la reunificación alemana. La capital, Potsdam, es, además, la circunscripción electoral del canciller alemán, cuya esposa fue ministra de educación en Brandeburgo.

Desde 2013, está al frente del Ejecutivo Dietmar Woidke, que ganó las elecciones de 2014 y 2019 y fue capaz de alcanzar los pactos necesarios con el resto de fuerzas. En su tercer mandato, se alió con Los Verdes y la CDU, los mismos partidos que llevaron al actual canciller al Gobierno federal. En los últimos comicios, la AfD cosechó el 23,5% del escrutinio, situándose por detrás del 26,2% del SPD. Esta vez, sin embargo, el SPD lo tendrá más difícil y los resultados pueden ser determinantes para Scholz.

Un año de resultados históricos para la AfD

Los últimos buenos resultados de la ultraderecha alemana, sin embargo, no llegan por sorpresa. La AfD, que concurrió por primera vez en unos comicios en 2013, ya fue la segunda fuerza más votada en las elecciones al Parlamento Europeo celebradas en junio, en las que superó a la formación de Scholz, que se tuvo que conformar con una tercera posición. 

El partido coliderado por Tino Chrupalla y Alice Weidel obtuvo 15 escaños – seis más que en 2019 – solo unas semanas después de haber sido expulsado del grupo Identidad y Democracia, al que pertenecían Agrupación Nacional de Marine Le Pen y la Liga de Matteo Salvini, después de que su cabeza de lista afirmara en que en las SS «no eran todos criminales». 

El discurso de la AfD se ha ido endureciendo en la última década y ha crecido especialmente su facción más dura, El Ala, liderada por Björn Hocke, que fue cabeza de lista en Turingia y que en abril se sentó en el banquillo de los acusados por entonar consignas neonazis. Después de no haber obtenido el mínimo de representación en las elecciones de 2013, Alternativa por Alemania multiplicó su apoyo en 2017, en parte, impulsado por el sentimiento antiinmigración provocado por la crisis de refugiados de 2015. Seis años más tarde, la cuestión migratoria vuelve a estar en el centro y eso les beneficia. 

El cierre de fronteras y el auge del discurso antiinmigración

Aunque la política migratoria no se decide a nivel estatal, la inmigración es uno de los temas calientes en estos comicios. El atentado yihadista de agosto en Solingen, perpetrado por un solicitante de asilo sirio que mató a tres personas, —como ya lo hizo meses antes el atentado de Manheim, en el que un hombre afgano asesinó a un policía en junio — sirvió para avivar el sentimiento antiinmigración, que se instauró en parte de la sociedad y la política alemanas.

La Afd no tardó en instrumentalizar lo sucedido. Culpó a la inmigración y al sistema de asilo y responsabilizó al Gobierno, al que atribuye la caída en el número de deportaciones. Garantizan, que con AfD en el poder, este tipo de sucesos no tendrían cabida. En la campaña de las elecciones de Turingia, celebradas poco después del atentado de Solingen, Alternativa por Alemania hizo suyo el eslogan «Höcke (su candidato) o Solingen».

Scholz, por su parte, también cargó contra el islamismo tras el ataque y prometió acelerar las deportaciones de migrantes. La semana pasada, su Gobierno anunció la introducción de controles en todas sus fronteras terrestres a partir de esta semana con el objetivo de «reducir la migración por vía irregular y mejorar la seguridad interior».

El profesor de Relaciones Internacionales y director del Instituto General Gutiérrez Mellado, explica así a RNE la decisión del Ejecutivo: «La situación interna del Gobierno alemán, el propio gobierno de coalición y también la subida de los grupos de la extrema derecha en los Länder (como se conoce a los estados federados que componen el país) hacen que el Gobierno de Alemania intente diluir ese caldo de cultivo, que puede ser muy provechoso para el discurso ultranacionalista de la extrema derecha».

De hecho, la decisión de incrementar los controles fronterizos fue aplaudida por los principales rostros de la extrema derecha europea. «Nos explicaban, con una cierta arrogancia, que era imposible. Pero hoy Alemania la instaura y demuestra que, con un poco de voluntad política y un poco de valor, es posible controlar nuestras fronteras«, escribió en X Marine Le Pen, que se pronunciaba poco después que el mandatario húngaro Viktor Orbán, con el que, junto a Vox comparte grupo parlamentario. «Bienvenido al club», le decía el líder húngaro a Scholz tras aplaudir su decisión.

El cordón sanitario se complica

Mientras tanto, al menos en los estados del este, el veto a la AfD se complica, sobre todo porque también ha irrumpido una nueva fuerza, la Alianza Sahra Wagenknecht (BSW), un partido populista de extrema izquierda cuya postura en asuntos como la inmigración o los refugiados se acerca a la extrema derecha y con la que no todas las fuerzas quieren pactar. Liderado por la ex dirigente del partido Die Linke, defienden que «no hay espacio» para todos y se definen a sí mismos como «conservadurismo de izquierda».

Su papel, sin embargo, es clave para mantener el cordón sanitario impuesto a la AfD en Turingia, ya que, pese a la resistencia impuesta por la CDU, sin ellos, los partidos tradicionales no suman, o tendrán que gobernar en minoría. Podría ocurrir lo mismo en Brandeburgo donde, según los sondeos, BSW obtendría en torno al 14% de los votos, convirtiéndose en la cuarta fuerza.

Con los resultados aún por determinar, cabe la posibilidad de que el SPD pueda mantenerse en el Ejecutivo en Brandeburgo. De hecho, su líder ha intentado movilizar al electorado y ha asegurado que dimitirá si su partido no acaba siendo la opción más votada este domingo. Desde entonces, el SPD ha mejorado en las encuestas, aunque sin lograr superar a la AfD.

Fuente: www.rtve.es