«Muchos de los que se apuntan no deberían estar ahí»
Apenas habían transcurrido unos minutos desde el inicio del Ironman de Calella cuando el equipo de salvamento marítimo divisó a una de las participantes pidiendo ayuda en el agua. Al llegar hasta su posición efectuaron la maniobra de rescate y la trasladaron al punto de seguridad médica, donde recibió los primeros auxilios mientras esperaban a la ambulancia. No se pudo hacer nada. La atleta falleció minutos más tarde, ya camino del hospital. A falta de realizar la autopsia y del resultado de la investigación que está llevando a cabo la Guardia Civil, los primeros indicios apuntan a un colapso, una muerte repentina.
Casi no han trascendido datos de la víctima. Solo que era de origen ruso y que tenía 41 años. Al igual que otros 3.000 participantes, formalizó hace semanas su inscripción para la cita de Calella, uno de los triatlones extremos más populares del calendario internacional, una especie de fin de fiesta europeo que por segundo año acaba en tragedia, pues en 2023 falleció otro atleta, en su caso tras chocar su bicicleta con la de otro participante.
«Es una fatalidad, pero debemos verlo como algo circunstancial. En los eventos deportivos ocurren accidentes, como en el día a día de nuestras vidas. Los casos que hay son aislados. No hay más», explica a ABC Jorge García, director de competiciones de la Federación Española de Triatlón, que asegura que la prueba cumplía con todos los requerimientos de seguridad, especialmente los destinados a controlar la prueba de natación, que suele ser la que más riesgos ofrece. «Cualquier evento deportivo que se desarrolle y se realice en el entorno acuático requiere de la autorización de Capitanía Marítima, que es quien tiene la potestad en el agua y quien marca los requisitos que se tienen que cumplir. Y en este caso, se cumplían. Se actuó con diligencia».
Calella es, para muchos, el lugar ideal donde enfrentarse a la disciplina más extrema del triatlón por su clima benigno y el carácter eminentemente llano de su altimetría. «Natación en el Mar Mediterráneo con la espectacular salida del sol, un circuito ciclista muy rápido y una carrera a pie completamente llana, convierten a este evento en una apuesta segura para conseguir tu marca personal», publicita en su página web el promotor del evento.
Pese a esas condiciones, no deja de ser una prueba al límite de la resistencia donde los atletas se enfrentan a la versión más dura de esta disciplina: 3,8 kilómetros a nado, 180 kilómetros en bici y, de remate, 42,195 kilómetros corriendo, la distancia del maratón. «Calella es un buen lugar para estrenarse, y por eso se ve a tanto debutante, especialmente extranjeros», cuenta a ABC Iván Herruzo, que además de haber completado 18 Ironman y presidir el Club Esportiu Rayoteam, es entrenador profesional de triatlón y licenciado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte. «Estadísticamente es seguro que muchos de los que se ponen en la línea de salida no deberían estar ahí. No sé las causas concretas de esta desgracia. Igual la fallecida estaba más preparada que nadie, pero sí es verdad que hay mucha gente que se apunta sin tener una preparación adecuada. Luego, el agua es un elemento muy traicionero si no tienes experiencia. Es el medio más peligroso. Hay mucha gente en la salida, hay golpes, el traje de neopreno aprieta, es en aguas abiertas, cuando normalmente se entrena en piscina… He visto muchos episodios de ansiedad y es complicado actuar si hay algún desmayo».
Herruzo ve a menudo episodios de inconsciencia relacionados con el triatlón, cuando rechaza entrenar a muchos potenciales clientes a los que no quiere meter en problemas. «Hay quien te dice que ha corrido un 10K o que hace spinning y que su ilusión es celebrar sus 50 años haciendo un Ironman. Claro, es muy bonito que digan tu nombre cuando llegas a la meta. Es una sensación brutal de logro que además puedes trasladar al resto de ámbitos de tu vida. Pero hay que ir paso a paso. Hay que cuidar el proceso. No se puede plantear hacer un Ironman desde la nada».
Pese a que la lógica dice que no es lo recomendable, sí es posible apuntarse a un Ironman viniendo «desde la nada». No hay requisitos previos a los potenciales participantes. Solo el pago de la cuota de inscripción, que en estas pruebas ronda entre los 300 y los 800 euros, viaje y alojamiento aparte. Ni siquiera se pide una marca previa en una competición de menor riesgo o nivel. Tampoco se exigen certificados médicos que acrediten el buen estado físico de los atletas. Son ellos quienes lo deben acreditar a través de la firma de una declaración responsable. «Son competiciones abiertas y no están exentas de riesgo. Pero no serviría de mucho exigir reconocimientos médicos o pruebas de esfuerzo. Primero, porque se pueden falsificar. Y, segundo, porque yo mismo he visto casos de gente que la noche anterior a un Ironman está tomando cervezas hasta altas horas de la madrugada. ¿De qué sirve entonces un certificado?».
Solo Francia, entre los países europeos, exige esa prueba médica de que los inscritos están en condiciones de participar. «Si no lo entregas el certificado la inscripción te sale en rojo y no compites aunque hayas pagado. Y yo estoy de acuerdo. Una prueba de esfuerzo es lo mínimo», afirma Herruzo en una opinión compartida por la Sociedad Española de Medicina Deportiva, que lleva años solicitando este tipo de reconocimientos.
«Cada uno tiene que ser responsable, tener cabeza y saber hasta dónde puede llegar», relata Kiko Fariñas, con diez Ironman a sus espaldas. «No piden un certificado, pero sí firmas un documento en el que te preguntan por enfermedades, lesiones, intervenciones quirúrgicas… Y la inscripción es cara, pero compites muy seguro. Hay canoas vigilando en el agua y si te ven con dificultades enseguida te preguntan por tu estado. Incluso te pueden obligar a retirarte».