luces y sombras de dos hortelanas en España
Cada 15 de octubre se celebra el Día Internacional de la Mujer Rural. RTVE.es entrevista a dos agricultoras de muy diferente perfil, Natalia del Águila y Helena Rodríguez. También investiga cuáles son sus problemas, desafíos y esperanzas en el sector primario en España. En la actualidad, según el último informe de la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales, (FADEMUR), Situación actual de las mujeres rurales en nuestro país, solo el 28,50% de los titulares de las explotaciones agrícolas y ganaderas tienen nombre femenino.
Ellas siempre tienen que estar muy pendientes de gestionar las ayudas de la Unión Europea y de cuidar la sostenibilidad. Natalia del Águila trabajaba en cooperación en Latinoamérica. Tras ser madre, después de heredar una casa y huertas centenarias en Villamiel, Cáceres, tuvo claro que quería criar a su hijo en el campo. En dicho pueblo trabaja los terrenos de su familia. Elabora mermeladas y conservas naturales que responden al nombre de Las delicias del palacio de Deán. «Cultivo de forma sostenible la huerta y sus frutales, aplicando técnicas agroecológicas como riego por goteo, aplicación de macerado de ortiga y tierras diatomeas (hechas de algas microscópicas)», explica.
Sin productos químicos, con demasiada burocracia
Por otro lado, Rodríguez es ingeniera agrónoma, agricultora y emprendedora. Trabaja en Villanueva-Matamala, en Burgos. Su especialidad es vender sus hortalizas usando «abono de estiércol de cabra que me facilita un vecino que tengo al lado y luego como fertilizante uso los residuos de mi huerto. Tengo lombrices que digieren estos residuos y de sus excrementos obtengo el humus», cuenta.
Ambas hortelanas piden a la administración pública el «apostar de forma real por la artesanía alimentaria y facilitar la puesta en marcha de actividades que la desarrollen, eliminando tanto papeleo y burocracia», cuenta Natalia del Águila. «Hay meses que solo gano 300 euros de beneficio. ¿Cómo voy a pagar la misma cuota de autónomos que otras explotaciones grandes?», añade.
«Quiero que el Estado deje de comparar a la artesanía alimentaria mediana o pequeña con la agroindustria porque no son cosas iguales», porque no se puede exigir «lo mismo, ya que son dos actividades diferentes por la forma de elaboración y las cantidades de productos elaborados y manipulados», asegura la hortelana de Cáceres. Por su parte, Helena Rodríguez considera que «la burocracia es compleja. Además, primero hago la inversión y luego me dan las ayudas. Tengo que adelantar el dinero. Luego a esperar que te concedan la ayuda», dice.
Enfoque feminista de las mujeres rurales
Teresa López, presidenta de la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales (Fademur), puntualiza que los problemas que tienen las mujeres rurales pasan «por una agenda feminista. Necesitamos independencia económica e ingresos propios. Hay un camino por delante, con la ley de titularidad compartida, que hay que mejorar», explica.
Pregunta obligada: ¿qué es la ley de titularidad compartida? Es la figura jurídica que permite, desde 2012, que las mujeres puedan ser cotitulares de las explotaciones agrarias junto a sus parejas. Según nos cuenta López, antes a la mujer se la consideraba una mera colaboradora en el negocio agrícola. Sin embargo, la ley solo ha logrado 1.226 explotaciones inscritas en el registro de titularidad compartida en toda España, según los últimos datos del Ministerio de Agricultura. Una cifra muy lejana a las 30.000 explotaciones que se calculaban que podrían acceder a esta figura.
La ley de agricultura familiar es clave
La presidenta de las asociaciones mujeres rurales, Teresa López, considera clave vincular la ley de la titularidad compartida con la futura norma de agricultura familiar. Esta futura legislación tratará de cómo repartir las ayudas agrarias de 44.000 millones de euros, procedentes de la Unión Europea. Afecta, especialmente, a las mujeres que se dedican al campo. La legislación, entre otras cuestiones, determinará el trabajo en la explotación, el esquema de decisiones tomadas en el seno de la familia y la titularidad compartida como elemento decisivo para apoyar a las agricultoras.
«Las mujeres en las explotaciones familiares jugamos un papel estratégico, que se tiene que valorar en su justa medida al defender el modelo de agricultura familiar como base de los sistemas alimentarios sostenibles. Hay que incentivar, apostar, acompañar las iniciativas vinculadas con el emprendimiento femenino», asegura López.
Vender la huerta en redes sociales
Rodríguez vende directamente al consumidor, sin intermediarios, aunque también utiliza las redes sociales para dar a conocer su trabajo. En sus perfiles Huertas Los Tulipanes «la gente puede ver las hortalizas y frutas que tengo disponibles, pero también pueden curiosear cómo trabajo. También quiero que los consumidores sepan cuánto cuesta producir en la agricultura sostenible».
En su pequeña explotación agrícola el proceso es muy tradicional porque, según nos explica Helena, sus semillas son de variedades histórica, que la agricultora ha buscado por esta pedanía de Burgos. «Es agricultura regenerativa». Sin embargo, «el sistema de venta está basado totalmente en la red» aunque matiza que «no hay que olvidar que el boca a boca entre clientes también funciona. Sin embargo, «los sistemas de financiación no están pensados para un negocio como el mío«, asegura la hortelana.
También da talleres «porque cuando viene el frío, hay que buscar otras fuentes de ingresos. Enseño trucos, imparto educación desde mi huerto» situado en esta pedanía de Arcos de la Llana. El ser mujer ha marcado a esta agricultora, que cultiva 40 variedades distintas porque confiesa que, a lo mejor, no tendría sus huertas si no hubiera encontrado tantos problemas para encontrar trabajo «como ingeniera agrónoma».
En el pueblo, pocas oportunidades laborales
Teresa López insiste que en los pueblos hay muy pocas oportunidades para trabajar por cuenta ajena. Este hecho afecta a las mujeres, especialmente. Es una de las razones por el que ellas «recurren al emprendimiento y necesitamos acompañarlas». Aun así, es un camino lleno de piedras porque en España, el papeleo, el riesgo económico y las cuotas de autónomos dificultan el hecho de montar «su propio negocio ligado a la agricultura». Ellas «deciden marcharse. Es lógico porque, al final, puede significar renunciar a tu vida, tus oportunidades, tu presente».
Natalia representa el caso contrario. Vino de la ciudad al campo porque recibió la noticia de que había heredado una finca con huertas y una casa familiar. «Quería ver crecer a mi hijo y que tuviera una buena infancia. No deseaba que me lo cuidaran los demás como habría pasado en la ciudad», asegura.
Fademur cumple 20 años
El pasado 8 de octubre, Fademur cumplió 20 años desde su fundación. La realidad ha cambiado para las mujeres rurales. La sociedad española también ha evolucionado. La inspiración para crear la unión entre ellas en el campo fue una mujer que trabajaba en una explotación ganadera. Cuando le preguntaron las responsables de la asociación en qué trabajaba, contestó: «Yo no faeno, solo ayudo a mi marido. Además, crío a mis hijos».
Otro caso: una mujer se quiso dar de alta en la Seguridad Social. El funcionario de turno pretendió hacerle un examen de carnet de conducir del tractor «porque pensaba que era un alta ficticia, cuestión que jamás se lo habría hecho a un hombre», dice Teresa López. Desde entonces ya ha llovido mucho. Afortunadamente, la mujer rural es más visible y carga con menos estereotipos de género.