'Luces de bohemia', monumental e irregular

'Luces de bohemia', monumental e irregular





Crítica de teatro ‘Luces de bohemia’ Texto Ramón M. del Valle-Inclán Versión y dirección Eduardo Vasco Escenografía y atrezzo Carolina González Iluminación Miguel Ángel Camacho Vestuario Lorenzo Caprile Música y ambientes sonoros Eduardo Vasco Intérpretes Ginés García Millán, Antonio Molero, Alejandro Sigüenza, Andrea M. Santos, Ángel Solo, César Camino, David Luque, Ernesto Arias, Irene Arcos, Iván López-Ortega, Jesús Barranco, José Luis Alcobendas, José Luis Martínez, José Ramón Arredondo, Juan Carlos Talavera, Juan de Vera, Lara Grube, Luis Espacio, María Isasi, Mariano Llorente, Mario Portillo, Pablo Gómez Pando, Puchi Lagarde, Silvia de Pé y Toni Misó Lugar Teatro Español, Madrid 4A un siglo de la publicación de la versión definitiva de ‘ Luces de Bohemia ‘, el montaje de la obra de Valle-Inclán sigue siendo un reto solo apto para escaladores de gran altura, aquellos a los que ni siquiera les afecta la falta de oxígeno. Valle escribió un texto híbrido, una obra de teatro que escondía una narración fuertemente innovadora y que se debatía entre su imposible o su posible representación escénica. Pero superados los problemas o las excusas de índole técnico, nos damos cuenta que el montaje de ‘Luces de Bohemia’ hoy necesita de algo más: intensidad humana, complejidad emocional, reflejar todas esas encrucijadas de miseria, mezquindades, historia y política, es decir, bajar al fondo de los reptiles.Eduardo Vasco realiza una ‘Luces de Bohemia’ realmente monumental, escrupuloso con el texto, inobjetable y eficaz en cuanto al montaje de escenas, plásticamente potente y generoso en cuanto a la cantidad de actores y actrices que forman el elenco, pero irregular. No hay fuerza, no hay tensión, no hay drama humano que acabe de encender el patio de butacas. Es cierto que ante unos inicios donde Max, Claudinita y Madame Collet se muestran poco convincentes, en las escenas de la cárcel o en el diálogo con el Ministro la obra adquiere su verdadera dimensión, pero en la propia muerte de Max o en el diálogo de Rubén Darío y el Marqués de Bradomín en el cementerio, todo vuelve a unas palabras sin sustancia sentimental, sin esa perturbación, humor, inquietud e incertidumbre que son el nervio de toda la obra. Mucho más que ante fantoches de un esperpento nos encontramos con un previsible despliegue de naturaleza costumbrista. Hay que agradecer la visión que Eduardo Vasco lleva a cabo de ese clima político y social verdaderamente al límite, de esa España convulsa con su subrayado violento. Es en momentos como esos donde esta ‘ Luces de Bohemia ‘ se asoma al Viaducto y nos hace temblar con su vuelo a los adoquines y los cristales rotos de nuestra historia. Donde Eduardo Vasco, aun yendo más allá que el propio Valle, nos muestra que en España el pasado no muere en el pasado, que está ahí a la vuelta de cualquier esquina. El espectador de ‘Luces de Bohemia’ quiere acompañar a Max y a Valle en su descenso infernal, poner también su corazón bajo esa guillotina y perder la cabeza.

Fuente: www.abc.es