Los hombres blancos y religiosos, con Donald Trump
Esta es la tercera ocasión en que Donald Trump se presenta a una elección presidencial y la segunda en que se enfrenta a una rival mujer. Tomando los datos demográficos de las dos votaciones anteriores (en 2016, frente a Hillary Clinton y en 2020, frente a Joe Biden) el reputado Pew Research Center de Washington analizó los perfiles y la evolución del voto en función del sexo, la religión, la formación académica y otras variables. Al margen de lo que digan las encuestas sobre intención de voto este año, aquí están algunos de los hallazgos.
Donald Trump, el candidato del hombre blanco
En una nueva degradación de la campaña, la semana pasada el expresidente y candidato Donald Trump no sólo calificó a su rival, Kamala Harris, como una vicepresidenta «de mierda», sino que además aludió a la dimensión del pene de un ídolo de Pensilvania, el golfista Arnold Palmer, como un argumento de orgullo: “Este tipo era todo hombre. Un hombre fuerte y duro. Y, me resisto a decirlo, pero en las duchas sus colegas salían diciendo ‘Dios mío, los suyo es increíble'». Argumentos en campaña electoral. Este tipo de comentarios refuerzan lo que los datos pasados y los sondeos presentes indican, que Trump gana entre los hombres. Los blancos. Entre los hombres blancos. Y, en especial, entre los que tienen menos estudios.
En 2016 Donald Trump recibió un 52% del voto masculino frente al 41% que recibió Hillary Clinton. Entre los hombres blancos la diferencia fue mucho mayor: 62% a 32%, 30 puntos de diferencia, casi el doble.
En 2020 Joe Biden logró reducir esa diferencia, pero Trump siguió siendo el preferido por un 50% del total de votos masculinos frente al 48% de Biden. Entre los blancos fue 57% para Trump, 40% para Biden.
¿Qué está pasando en esta campaña electoral?
Que hay dos modelos contrapuestos de masculinidad. Donald Trump lleva años de comentarios vejatorios respecto a mujeres, las critica por su físico, por su voz, dijo que al ser un millonario las puede agarrar de los genitales sin problemas… Uniendo ese perfil con lo que considera su principal baza, la inmigración, en esta campaña a menudo se presenta como el hombre protector de las mujeres, amedrentadas por esa supuesta de invasión de inmigrantes delincuentes. Para reforzar esa reivindicación del macho-alfa frente a la mujer desvalida, Trump ha participado en programas de radio o podcasts que tienen un público fundamentalmente masculino.
Frente a ese hombre-macho que corteja Trump hay otro tipo de masculinidad que no es ya el que pueda invocar la candidata Harris, sino, más importante, la masculinidad que encarnan su número 2, el candidato a vicepresidente, Tim Walz, y tan o más visible que él, el candidato a primer caballero, el marido de Harris, Doug Emhoff. Hombres que acompañan, que hacen equipo con una mujer. Sin menospreciarla y aceptando que en el terreno político y público se tienen que supeditar a ella, sin que por ello se sientan menos hombres.
¿Qué dicen los análisis de opinión?
El Pew Research Center preguntó a 6,204 adultos en septiembre cómo veían la figura del hombre y la masculinidad y aquí van algunos de los hallazgos que confirman una distinta perspectiva entre hombres y mujeres, y entre simpatizantes republicanos y demócratas. Por ejemplo, sólo los hombres republicanos consideran en su mayoría que los hombres masculinos están mal vistos los Estados Unidos. No comparten esta opinión la mayoría de hombres demócratas ni las mujeres en general. Otro dato es que la mayoría de los encuestados (60%) considera que no se valora lo suficiente a los hombres empáticos y que muestran sus emociones. La división ideológica vuelve a reflejarse, esa opinión es mucho más común entre los simpatizantes demócratas que entre los republicanos. Lo mismo ocurre con el porcentaje de personas que consideran que se valora demasiado la fortaleza física en los hombres.
Y un tercer dato: un tercio de los hombres republicanos (31%) considera que las mujeres han avanzado socialmente a costa de los hombres, una idea que entre entre los hombres demócratas o las mujeres republicanas comparte sólo en un 16%.
Mujeres en política
El mismo centro de análisis publicó el año pasado un informe en el que poco más de la mitad (53%) de los encuestados considera que hay pocas mujeres en altos cargos políticos en los EE.UU. La opinión está más extendida entre la mujeres (63%). Por simpatías políticas vuelve a darse una diferencia clara, es una opinión que comparten tres cuartas partes de los demócratas, pero no llegan a un tercio (29%) los republicanos que piensan así, la mayoría (56%) considera que hay un número suficiente de mujeres en altos puestos. En ambos campos ideológicos se da la división por sexos, el descontento entre las mujeres republicanas (40%) dobla el de los hombres (19%). Entre los demócratas, la diferencia es de un 82% y un 67%.
Otro estudio, otra publicación, del Center for Politics. «Cuesta encontrar votantes que admitan que una mujer no puede ser presidente. Sin embargo, si profundizamos en la opinión pública, veremos los retos a los que aún se enfrentan las mujeres. Se les pide la cuadratura del círculo: tienen que trabajar más duro que los hombres para sacar buena nota en la evaluación de los votantes, las mujeres tienen que resultar a la vez cualificadas y caer bien, ser simpáticas, tienen que ser competentes y cálidas. A los hombres, en cambio, no se les pide lo mismo, a ellos no se les pide un equilibrio entre el estereotipo masculino y unos rasgos femeninos. Se es especialmente crítico con las candidatas republicanas. Y cuanto más alto es el cargo en la política mayores son los desafíos para las mujeres».
Religión: los cristianos más radicales perdonan a Trump de sus pecados
Las cifras son importantes: el 82% de los blancos protestantes evangélicos apoya a Trump. Los evangélicos, los cristianos más integristas en la unión entre religión y política, son un pilar del Partido Republicano, la novedad es que ese apoyo pétreo se mantenga con un candidato como Donald Trump, cuya vida y comportamiento distan mucho de la de un cristiano ejemplar que vive siguiendo los preceptos de la Biblia. Si Trump tiene un voto garantizado, ese es el de los evangélicos. ¿Cómo es posible? El aborto. Esa es la cuestión que más ha movilizado a ese perfil de votante, y Donald Trump prometió como candidato y cumplió como presidente que nombraría jueces al Tribunal Supremo que derogaran el amparo constitucional al derecho al aborto. Eso, cabe deducir, lo absuelve de todos los pecados.
En la abundante oferta de artículos de propaganda, sobre todo en la campaña de Donald Trump, uno de los lemas que lucen las célebres gorras de béisbol es «Jesús es mi Salvador. Trump, mi presidente» otro es «Dios, armas y Trump». La agencia Associated Press preguntó en mayo a evangélicos trumpistas en actos electorales y «muchos respondieron que Trump comparte su fe y valores cristianos. Señalaron la oposición al derecho al aborto y a los del colectivo LGBTQ+, particularmente contra lo trans. Nadie se mostró preocupado por la conducta pasada de Trump o sus condenas e imputaciones penales presentes, incluido el soborno a una actriz porno en la campaña de 2016. Lo defienden diciendo que Trump representa la segunda oportunidad que da la religión».
Tal es la paradoja de esa alianza entre Trump y los evangélicos que el Washington Post dedicó un artículo con el enfoque de que el expresidente ha cambiado lo que significa ser evangélico. Además de una relación de interés, la derogación del amparo al aborto, el Post señala que a medida que la cultura estadounidense se fue secularizando y se avanzó en cuestiones sociales, los blancos evangélicos se sintieron atacados. «Trump les dijo que los protegería, que lucharía no ya por sus posiciones políticas, sino por su identidad misma».
Datos que aporta el Post: «entre 2016 y 2020, los evangélicos pasaron de ser un 25% entre los blancos a ser un 29%, y lo que llama la atención es que estos nuevos evangélicos dicen no ir a la iglesia. Se convirtieron en evangélicos por lo que implicaba políticamente, en la mayoría de los casos era una forma de demostrar su apoyo a Donald Trump. Un 16% de los blancos trumpistas que no se declaraban evangélicos en 2016 en cuatro años, 2020, sí se identificaban como tales. Esa evolución sugiere de nuevo que fue la política y no la religión lo que los movió». Si les interesa este aspecto, cómo Trump ha invertido la relación y ha transformado a los fundamentalistas cristianos en, prioritariamente, activistas políticos, les recomiendo que lean el artículo citado entero. Con un equipo de tve fui testigo en las últimas elecciones presidenciales (2020) de cómo una iglesia evangélica organizó en las afueras de Orlando (Florida) una caravana pro Trump, esa caravana de automóviles salió de la sede de la iglesia y llevó a un grupo de feligreses hasta un colegio electoral donde se podía votar por anticipado. Fue por estas fechas, a finales de octubre del año de la pandemia y esos votantes de Donald Trump cumplían varias características comunes, negacionistas del Covid19 y consumidores de todo bulo que hiciera de Joe Biden, el rival de Trump, un ser execrable.
Los blancos protestantes y católicos apoyan a Trump. Los de otras religiones, a Harris
Es el titular que destaca el Pew Research Center sobre una encuesta realizada a finales de este verano. En general, la mayoría de los protestantes, un 61%, apoya al expresidente Trump con una excepción importante, los protestantes negros. El 86% prefiere a la vicepresidenta Harris. Entre los católicos el apoyo a Trump también es mayoritario, pero más ajustado, 52% a 47%. Con una excepción, los hispanos que prefieren en un 65% a Harris. De nuevo, en cada una de estas estadísticas hay que tener presente que se reproduce la división por sexos.
Para todos esos grupos de votantes, protestantes y católicos blancos, la inmigración, la principal baza electoral de Trump, es una de las cuestiones que encabezan la lista de sus preocupaciones.
El voto judío es un voto muy cortejado siempre, pero especialmente en esta campaña, que se produce con una guerra en Oriente Próximo y una acción más que polémica del gobierno de Israel y el apoyo de los Estados Unidos. Según ese sondeo reciente del Pew Center, la mayoría del voto judío (65%) va a la candidata demócrata, la vicepresidenta. De los votantes musulmanes no hay conclusiones porque, argumentan, no hay suficientes respuestas.
El cinturón de la Biblia
La política de los Estados Unidos tiene su propio argot, se habla de los estados azules (demócratas) y los estados rojos (republicanos) para referirse a la opción mayoritaria entres sus votantes. El Blue Wall, el muro azul, lo componen los estados más progresistas y se habla también del metro versus retro para contraponer el electorado de las (grandes) ciudades, en las costas principalmente, al de las zonas rurales, en el interior, el «atrás» de las costas, conservador. Y hay varios cinturones, el Rust Belt es el del óxido, se refiere a los estados, en el Medio Oeste, industriales en su día, hoy post-industriales; el Sun Belt, el cinturón del sol, son los estados, semidesérticos del suroeste; y el Bible Belt, el cinturón de la Biblia, lo forman los estados donde la religión y las distintas iglesias, cristianas, más influencia tienen en la política y, por lo tanto, en el voto. En el mapa ese cinturón coincide bastante con el del sur profundo en términos políticos, el sur de la guerra civil, la Confederación esclavista.
No se puede generalizar
Es la máxima que siempre que se habla de tendencias dominantes o mayoritarias hay que tener presente para no caer en el maniqueísmo o perderse las evoluciones que se van produciendo. ¿Cuáles se perciben en esta elección presidencial? Que, aunque la preferencia mayoritaria entre hispanos y afroamericanos es el Partido Demócrata, Donald Trump sigue ganando terreno entre ese electorado. Previsiblemente Trump sacará mejor resultado entre hispanos (hombres) y afroamericanos (hombres) de los que obtuvo en 2020 y en 2016.
Otra novedad es que la brecha generacional se está reduciendo, en buena parte porque muchos hombres jóvenes están pasando a las filas de Trump. En el sentido contrario en este tramo final de campaña se da un trasvase de apoyos de figuras del Partido Republicano a Harris, en algunos casos son miembros del gobierno Trump (2017-20219). Lo que nadie se atreve a pronosticar es si eso hará que votantes republicanos les sigan. Como tampoco es fácil saber cuánta influencia tendrán los actores, cantantes y demás figuras de la cultura de masas que se han pronunciado, la mayoría a favor de Kamala Harris.
Uno de los pocos consensos que se dan, porque no es una especulación, sino una constatación, es que la polarización, la virulencia de las opiniones contrapuestas, es tal que da miedo lo que pueda ocurrir a partir del 5 de noviembre.