'Los extrañados', de Jorge Freire: genios del humor y deplorables ciudadanos
Uno de los ensayistas más brillantes del momento, Jorge Freire (Madrid, 1985) filósofo, articulista y profesor, es autor de excelentes obras como ‘Agitación. Sobre el mal de la impaciencia’ y ‘La banalidad del bien’ (ambos en Páginas de Espuma), ‘Hazte quien eres’ (Deusto) o los estudios dedicados al húngaro Arthur Koestler, o a esa gran escritora, Edith Wharton que certificó y satirizó en sus magníficas novelas y relatos tanto la decadencia del Viejo Mundo, como la irrupción turbulenta de una nueva configuración y nueva moral en la sociedad posvictoriana. Pero, sobre todo, Freire, con una de las escrituras más cautivadoras y lúcidas de nuestros días, a lo que se añade un manejo espléndido tanto del lenguaje y la ironía como de la cita culta, sabiamente dosificada, mantiene en cada obra, y más que nunca en la actual, recién aparecida, ‘Los extrañados’, una muy ágil abolición de los géneros literarios tradicionales. ENSAYO ‘Los extrañados’ Autor Jorge Freire Editorial Libros del Asteroide Año 2024 Páginas 218 Precio 18,95 euros 4Este es el caso del nuevo ensayo, más mestizo que nunca, construido alrededor de una idea: la imposible pertenencia y el sentimiento universal de desarraigo y exilio del ser humano, desde el mismo momento en que se nace. Cuatro penetrantes y agudas microbiografías; c uatro historias apasionantes que muestran el no-lugar y el extrañamiento que en determinado momento de su vida encarnaron cuatro grandes escritores del pasado siglo: Edith Wharton, José Bergamín, P. G. Wodehouse y Blasco Ibáñez. Cuatro genios, cada uno en su campo, atrapados en la vorágine tormentosa de la Historia. Una Historia de su tiempo pespunteada por dos guerras mundiales y una civil; por la defensa de los derechos de la mujer y la defensa de su espacio tanto privado como público; o por el fanatismo de los ismos y la adscripción a escuelas y movimientos. A ello se tienen que añadir numerosas cuentas pendientes con una patria traicionada , abandonada o bien misteriosamente adorada y reproducida, como en el set de una película hollywoodense, desde lejos.Encrucijadas morales, trampas de la conciencia a los que siempre la ignoraron como un órgano separado de sus trayectorias artísticas Encrucijadas morales, trampas de la conciencia a los que siempre la ignoraron como un órgano separado de sus trayectorias artísticas o bien rebeliones silenciosas de las que no se exhiben lanzando adoquines u organizando algaradas por las calles. A lo largo del libro de Freire y de sus cuatro biografías envueltas en continuos claroscuros, no siempre ejemplares, surgen no pocas preguntas: ¿Han sido siempre, necesariamente, los escritores de cada época un espejo en el que poder reflejarse sus contemporáneos? ¿Se les tienen que perdonar, más que al más común de sus compatriotas, sus posibles pecados y traiciones al conjunto nacional? Aborrecidos, amados y envidiados a partes iguales, auscultados sin descanso, atacados tenazmente en medios y juicios inquisitoriales, con erráticas y desconcertantes acciones o trayectorias que empañan en ocasiones carreras admirables y de una estratosférica popularidad, da la impresión de que cada uno de estos autores, por separado, tuviera que presentar un inmaculado y permanente resumen contable de debe y haber, como si de una empresa pública se tratara. Citado por Freire, Chesterton decía que «a cada época la acaba salvando un pelotón de seres inactuales» llamados por Nietzsche «intempestivos». Nada mejor que recorrer, de la mano del espléndido narrador que es Freire, esta electrizante reunión de «intempestivos» para acercarnos a sus rutilantes luces y a sus ocasionales y sorprendentes sombras: a la norteamericana Edith Wharton, la escritora más célebre de su época, primera mujer que obtuvo el Premio Pulitzer por ‘La edad de la inocencia’, gran reportera durante la Gran Guerra y única capaz de competir en su tiempo con Marcel Proust o Henry James; a Blasco Ibáñez, el escritor español de más éxito internacional, cuyas obras fueron ininterrumpidamente llevadas al cine en Hollywood, feroz antimonárquico y activista que incitaba a revueltas y sonoras conspiraciones y duelos, siempre yendo más allá de sí mismo, a la caza de un éxito que buscó obsesivamente desde niño.TraspiésA José Bergamín , gran aforista y poeta de la generación del 27, que tras su exilio, regresaría a España, mostrando una iracundo desacuerdo con la Transición y optando a pasar sus últimos días unido al mundo ‘abertzale’, en los años más salvajes del terrorismo etarra; y, por último, ese desconcertante P. G. Wodehouse, genio del humor británico, de enorme popularidad, convertido de repente en enemigo de la patria, a la que nunca pudo volver. Alguien que por practicar unos últimos chistes sin gracia, en un traspiés inconcebible, aceptó grabar unas emisiones humorísticas dirigidas al público norteamericano, en plena guerra mundial, y desde la mismísima radio nazi de Berlín.