Las voces del mar emergen de las profundidades
El folclore marinero está plagado de historias fantásticas sobre sirenas y sus cantos hechizantes. Pero, fábulas aparte, las voces que de verdad resonaron durante siglos con el oleaje son las que entonaba la gente del mar. Ya fuese en los puertos o surcando el océano, eran parte del día a día las salomas: tonadillas con las que las tripulaciones amenizaban sus quehaceres, desde arriar las velas, hasta alzar el ancla o cargar mercancías. Y hoy en día ostentan un tremendo valor antropológico: permiten entender las preocupaciones, las alegrías, las miserias y, en muchos casos, el humor que se respiraba en cubierta, en alta mar. Ahora, un gran compendio recoge, analiza y complementa con datos esta lírica marinera. ‘Cantos do mar’, lo último de la lingüista Susana Rodríguez Barcia y el musicólogo Bosco Gil, saca a flote un patrimonio hundido.
El libro recopila letras de sesenta piezas musicales –en su versión original y traducidas al gallego–, añade sus partituras y brinda un análisis y comentario para aportar contexto –temático e histórico– para cada una. Lo recopilado, un tesoro cultural que se desdobla en «mil dimensiones», abunda Rodríguez Barcia. Por un lado, la relevancia de la versión que los expertos seleccionaron como canónica, «ya fuese por su extensión o por ser la más ampliamente recogida»; por otro, el valor de cotejar esas versiones originales con el gallego. Y un tercero, «fundamental»: el plano lírico, «cómo se intercala la rima, el ritmo, en el texto para que [las salomas] sean cantadas, que es algo que no siempre ocurre cuando se realiza una traducción».
Mundos no tan distantes
Los temas presentes en este cancionero son preocupaciones «comunes, universales». «Fundamental a lo largo del libro es la nostalgia, el regreso al hogar», con perdón de un segundo eje, igual de omnipresente: el amor. «Las personas que dejas, las que encuentras. El lío amoroso. Esto también está por todas partes. El recuerdo de lo que dejas, pero también el sentimiento de aventura, lo que vas a encontrar«.
Tonadas para acompañar los trabajos de tiro o de arrastre en cubierta; canciones sobre la piratería, la caza de ballenas, la vida portuaria. «Cuentan la historia de cómo éramos, y son muy visuales«, abunda Gil. Con sus ritmos y cadencias invocan visiones de la tripulación de turno realizando unas u otras tareas. Rodríguez Barcia destaca la riqueza terminológica de la traducción al gallego: las operaciones de la faena, argot relacionado con el velamen, las amarras… »diferentes elementos que aparecen en las canciones y salpican todo el libro. Hasta el término que da nombre al género, saloma, ‘celeuma’ en gallego, estaba perdido«.
«En Galicia, en algún momento, debieron recogerse salomas, pero quedan poquísimos testimonios. El valor del libro es muy grande en cuanto a que reivindica el género, le da luz«, apostilla. Porque el año pasado el dúo publicaba ‘Poética del Rock’ y, precisamente, investigando las raíces de ese género en la música tradicional, topó con la riqueza de un cancionero que resultó inabarcable para sus ya 700 páginas; »una tipología enorme« que incluía, entre muchas otras piezas, las salomas. »A veces, aunque se escuchen primera vez, dan la sensación de ser melodías conocidas. Y es porque tenemos ese folklore metido en el ADN: lo escuchamos y nos lleva a nuestro pasado«, pondera Gil.
Porque es, en todo caso, «ese espíritu de unión y libertad« el sello que las mantiene presentes en nuestros días. Más allá de cantinelas de taberna populares, como el famoso ‘Drunken Sailor’ –’El marinero borracho’–, que siguen entonándose, el coautor señala bandas que se entregan a este género, como El Pony Pisador, y su compañera se refiere a cierto »boom« de popularidad en la etapa post-covid que devolvió a nuestros tiempos temas como ‘The Wellerman’ –’El Ballenero’– en la voz del joven escocés Nathan Evans.
Hacia delante, en tándem
Tanto Gil como Rodríguez Barcia se alegran de haber disfrutado en gran medida de su investigación. «Me gustó conocer que había muchas mujeres que recopilaron estas canciones», cuenta ella: los trabajos de Joana Colcord, Laura Alexandrine Smith o, más recientemente, Karen Dolby. «Saber que, a pesar de no verse incluidas, tenían un entusiasmo porque no se perdiese la tradición. Superaban, digamos, el punto de entenderlas como machistas o no machistas. Trascendían«, completa.
Gil también celebra, por un lado, el contacto con esa comunidad académica; y, por otro, haber descubierto nuevas canciones «que llegan, que emocionan, y que podríamos desconocer por completo. Y cómo, especialmente en las tonadillas más calmadas, »esa melancolía del marinero se conecta directamente con nuestros sentimientos del día a día«. La coautora destaca otra curiosidad: »Confirmar que lo que a todo el mundo le importa, en última instancia, es el amor. Da igual que seas un rudo ballenero cortando piel y grasa, porque al final lo que más deseas en el mundo es amar y ser amado«. El dúo investigador se anota otra publicación más; y, sin desvelar su siguiente proyecto, avanza que seguirán trabajando juntos. »Lo que nos cuesta es decidir qué no hacer«, ríen. Por lo pronto, el 26 de diciembre a las 19.00 presentarán en el barco Hydria Segundo, atracado en Vigo, su último trabajo.