Las posibilidades y límites de un ataque nuclear ruso en Ucrania

Las posibilidades y límites de un ataque nuclear ruso en Ucrania







El pasado domingo, el presidente estadounidense, Joe Biden, levantaba el veto a Ucrania para permitir el uso de sus misiles de largo alcance contra territorio de Rusia. Un día después, el mandatario ruso, Vladímir Putin, aprobaba el cambio en la doctrina nuclear de su país.

A partir de ahora, una ofensiva por parte de un Estado sin armas nucleares, pero con el apoyo de uno que sí las posee, será considerado un ataque conjunto contra Rusia.

Putin firma la nueva doctrina nuclear

La decisión de Putin no es inesperada: ya la esgrimió en septiembre. Tampoco lo es el uso de la «jugada» nuclear en el conflicto con Ucrania y en su cruzada personal hacia la OTAN. Estriba de su necesidad de reivindicar su principal medio coercitivo contra Europa y Washington.

«Los cambios en la doctrina nuclear no son relevantes en términos de riesgo atómico, sino algo que Rusia hace para enviar señales a Occidente de que las cosas están intensificándose y podrían salirse de control», argumenta a RTVE.es el investigador en el Proyecto Nuclear de Oslo en la Universidad de la capital noruega, Fabian Rene Hoffmann.

«Si observamos con sobriedad las posibles preparaciones para el uso nuclear por parte de Rusia, vemos que las ojivas siguen en almacenamiento; no parece haber ningún esfuerzo real para preparar sistemas nucleares para el lanzamiento», agrega.

Debemos entender que el Estado mayor militar ruso considera el arma nuclear como un arma política

La realidad es que han sido demasiadas las veces que Putin ha amenazado a Occidente con «líneas rojas» que jamás ha ejecutado. Asimismo, la situación nuclear rusa pone en duda sus capacidades para llevar a cabo una acción controlada sin evitar una represalia internacional que no socave su estabilidad política.

«Debemos entender que el Estado mayor militar ruso considera el arma nuclear como un arma política«, alega el investigador asociado senior del Instituto Egmont, Joris Van Bladel. «Ahora bien, el Kremlin sabe que Occidente tiene mucho miedo al respecto y, aunque no hay indicios de que vaya a ser utilizada, esto no es garantía de que nunca será lanzada».

Indudablemente, existe una línea roja real que el Kremlin posee para la opción atómica. En consecuencia, contemplar una acción nuclear en Ucrania, y por extensión en Europa, se torna en un ejercicio necesario para entender cuán plausible es este escenario.

Los límites en la retórica de Putin

Rusia ha recurrido sistemáticamente a la amenaza atómica para lograr sus objetivos en materia de política exterior y de seguridad. Entre ellos, disuadir de ataques directos contra sus fronteras y defender sus ganancias territoriales (véase Crimea), así como medio de presión contra las iniciativas de sus vecinos y adversarios, entre ellos la OTAN.

Por lo pronto, la doctrina nuclear rusa, aunque ambigua en cuanto a los límites para ejecutarla, enumera cuatro supuestos para el uso de estas armas:

1) Advertencia creíble sobre un lanzamiento de misiles balísticos contra Rusia o sus aliados.

2) Empleo de armas nucleares o similares contra Rusia o sus aliados.

3) Ataques contra la infraestructura de mando, control y comunicaciones nucleares rusas.

4) Agresión contra Rusia con armas convencionales que hagan peligrar la existencia misma del país.

El punto de inflexión reside en este último, donde Putin puede estimar que una derrota en Ucrania representa una amenaza para la supervivencia de su Gobierno. Por ello, «a las personas que dicen que ‘el colapso de Rusia es nuestro objetivo‘, yo les respondo que esto es peligroso, porque este es un escenario en el que la opción nuclear será real, y donde actores que podrían mediar, como China o India, no tendrán voz ni voto», agrega Van Bladel.

Pese a la mesura de Occidente para evitar una escalada, la soflama nuclear de Putin ha estado presente durante todo el conflicto con Kiev. El 27 de febrero de 2022, apenas tres días después de la invasión, Rusia puso a sus fuerzas nucleares en «alerta máxima de combate». Una respuesta a las «sanciones ilegítimas» y los «comentarios agresivos» de altos funcionarios de los Estados miembros de la OTAN.

Es cierto que Putin solo podrá gritar un número limitado de veces ‘guerra nuclear’ antes de que la gente deje de creerle, y probablemente, esto ya ha ocurrido hasta cierto punto

En agosto y septiembre de 2022, cuando las fuerzas ucranianas lanzaron una ofensiva exitosa en las provincias de Jersón y Járkov, la retórica nuclear rusa también se intensificó. En ese momento, los funcionarios señalaron que Rusia podría utilizar armas nucleares para defender el territorio liberado, que tildaron de «anexión ilegal».

«Es cierto que Putin solo podrá gritar un número limitado de veces ‘guerra atómica’ antes de que la gente deje de creerle, y probablemente esto ya ha ocurrido hasta cierto punto, lo que parece haber motivado el lanzamiento de misiles de largo alcance con capacidad nuclear contra Ucrania el jueves por la noche», revela Hoffmann.

El principal desafío de Putin radica en hacer creíbles estas amenazas, las cuales, «tienen un impacto muy alto, y él lo sabe», insiste Van Bladel. «Los rusos nos conocen muy bien, son los maestros la guerra híbrida, y pueden explotar este miedo, ver cómo cada vez más personas se vuelven muy reacias a apoyar a Ucrania, preguntándose si no deberíamos terminar esta guerra lo antes posible», fundamenta.

Pese a ello, la capacidad de Putin para enviar mensajes coercitivos en el dominio nuclear está limitada tanto por el espacio geopolítico hacia el que se dirige (Europa y la OTAN) como por los posibles costos internacionales de su beligerancia. Ya en marzo de 2023, el presidente chino, Xi Jinping, advirtió en una visita oficial al mandatario ruso de dar marcha atrás a su amenaza velada de un ataque de esta clase.

La realidad nuclear rusa

Es un hecho: Rusia tiene el arsenal nuclear más grande del mundo. Según las evaluaciones del Stockholm International Peace Research Institute, y antes de retirarse del Tratado START en febrero de 2023, Moscú poseía unas 4.380 ojivas, muy superiores al total de la OTAN (2.170).

Pero esta cifra no contempla que solo una cuarta parte (1.550) están desplegadas para su uso inmediato. En comparación, la alianza atlántica cuenta con un 50% más de armas nucleares disponibles, a lo que también se suma su dispersión de arsenales, ubicados en Francia, Reino Unido, Estados Unidos y sus bases en Europa.

Por su parte, los inconsistentes despliegues nucleares de Rusia, incluidos ejercicios con armamentos atómicos, solo se mantienen para intensificar el pánico en Occidente. Entretanto, ha conservado una capacidad significativa de almacenamiento nuclear, tal y como muestran sus números (no así el estado de las ojivas). Incluso cuenta con depósitos cerca de los países bálticos y nórdicos, Ucrania, e incluso en la misma Bielorrusia.

Y, pese a su impresionante despliegue, la baza nuclear continúa sin jugarse. «El problema principal es que el análisis costo-beneficio muestra que el daño que podría causarse al usar armas atómicas supera a los beneficios: antagonizarían a una gran parte de la comunidad internacional, especialmente China e India, y potencialmente también a Irán, que no podrían apoyarlo a Putin sin convertirse en parias«, establece Hoffmann.

«Lo que veo como un posible escenario es que Rusia llevase a cabo una prueba nuclear, lo cual sería un golpe muy duro, pero incluso antes de eso hay más pasos que podría tomar o elementos que Putin podría usar para asustar a Occidente», argumenta Van Bladel.

Las posibilidades de una ofensiva atómica

En 1985, el expresidente estadounidense, Ronald Reagan, y su homónimo soviético, Mijail Gorbachov, acordaron que «una guerra nuclear no se puede ganar y nunca se debe librar». Una afirmación que también fue refrendada en enero de 2022 por las cinco principales potencias nucleares, apenas un mes antes de la invasión de Ucrania.

De primeras, ver a una Rusia enzarzada en un ataque nuclear contra Kiev es tan plausible ahora como al inicio de la ofensiva. Pese a esa situación, las posturas más recientes sobre la doctrina nuclear de Putin son notablemente agresivas. Entre ellas, la del jefe del Consejo de Política Exterior y de Defensa ruso, Serguéi Karagánov, quien escribió en junio de 2023 un artículo en el que abogaba por hacer de nuevo de la disuasión atómica «un argumento convincente«.

Si construimos correctamente una estrategia de intimidación y disuasión e incluso de uso de armas nucleares el riesgo de un ataque nuclear o de cualquier otro tipo en nuestro territorio puede reducirse al mínimo absoluto

La posibilidad de que Rusia realice un ataque de la nada enfrenta tres grandes incertidumbres. La primera, que la acción sea descubierta y anime a un ataque preventivo contrario; la segunda, que sea fallido y requiera acciones adicionales; la última, que provoque represalias. Por ende, cualquier acción que aumente la escalada obliga al país euroasiático a realizar una serie de maniobras políticas y militares que son detectadas por Occidente.

Si bien Hoffman defiende que, «en general, se puede librar una guerra nuclear sin que escale a un Armagedón«, en el momento en que cualquier tipo de cabeza nuclear sea lanzada, «la probabilidad de que escale a una guerra atómica total y sin restricciones es considerable, lo que obliga a disuadir cualquier posibilidad de que ocurra».

En cuanto a Ucrania, «si Rusia se sale con la suya y logra disuadir con éxito la asistencia occidental a Ucrania y eventualmente derrotarla, nos enfrentaremos a un futuro realmente peligroso, pues los Estados con armas atómicas entenderán que si juegas lo suficiente con el sable nuclear, eventualmente el otro lado terminará cediendo».

De momento, ante las amenazas de un ataque nuclear, la opción más lógica ha pasado por la diplomacia. Incluso durante la crisis de los misiles de Cuba, no fue el misil Minuteman el que convenció a Khrushchev de una desescalada, sino el acuerdo con Kennedy para que EE.UU. retirase sus misiles nucleares de Turquía. «El problema es que si nos enfocamos en la crisis de Cuba, hubo una lógica que se usó en aquel momento, y con la que no tenemos garantía de que, si la usamos ahora, tendremos el mismo resultado», revela Van Bladel.

«Estamos en un vacío donde la única solución es trabajar en nosotros mismos y ser más resilientes; donde debemos evitar el conflicto, porque es inhumano, pero al mismo tiempo ser capaces de hacerlo. Detener la guerra, pero seguir luchando«, concluye.

La hipótesis de una guerra nuclear limitada

La idea de una guerra nuclear limitada no es nueva, y es casi análoga al origen del arma atómica.

En 1949, tras la conmoción que supuso para Estados Unidos la primera prueba nuclear soviética, el padre de la bomba atómica, Robert Oppenheimer, propuso el uso táctico de estas armas.

De hecho, se opuso al programa para desarrollar la bomba de hidrógeno promovido por Edward Teller y Lewis Strauss, al considerar que este armamento solo serviría como medio de matanza indiscriminada.

Analistas nucleares como Herman Kahn y Albert Wohlstetter en los años 60 y 70 también argumentaron a favor de un uso flexible del arma atómica en una guerra limitada. Sostenían que las líneas de la disuasión quedarían más claras si se empleasen más eficazmente las armas nucleares contra objetivos militares.

Este pensamiento condujo a avances tecnológicos como la miniaturización de las cabezas nucleares y la creciente precisión de los misiles balísticos que las contenían.

Actualmente, investigadores de las principales potencias nucleares, como la miembro distinguida del Centro de Estudios sobre Supremacía Aérea de la India, Manpreet Sethi, alertan del peligro que se esconde al afirmar que las guerras nucleares limitadas se pueden librar y ganar. En ningún momento existe una garantía de que un intercambio nuclear entre dos Estados siga siendo limitado tras el primer lanzamiento. Y, ante un supuesto de destrucción mutua, sostienen, resulta difícil imaginar qué capitulación o victoria quedará tras el conflicto.

Fuente: www.rtve.es