Las personas que viven solas se han multiplicado por ocho
El porcentaje de personas que viven solas en España pasó del 1,9 % en 1970 al 11,1 % en 2024, según el informe La soledad en España, del Observatorio Demográfico CEU-CEFAS, que muestra que una de cada nueve personas vive sola. «Las sociedades occidentales, y España en concreto, tienen un grave y creciente problema de soledad y de pérdida de vínculos familiares», aseguran Joaquín Leguina y Alejandro Macarrón, autores del estudio.
Los economistas y demógrafos explican que en el Censo de Población y Viviendas de 1970 elaborado por el INE, en España vivían solas 660.000 personas, de una población de 34 millones en 8,85 millones de hogares; 54 años más tarde el número de hogares unipersonales ha aumentado a 5,4 millones, con una población total de 48,79 millones de habitantes que viven en 19,3 millones de hogares.
Los jóvenes no se independizan
Los autores destacan que, en España, el 28 % de los hogares son unipersonales, pero apenas vive gente sola con menos de 20 años y muy pocos con menos de 25. De los 30 a los 59 años hay más hogares unipersonales de hombres que de mujeres. Por estado civil, la soltería es la situación más frecuente entre los hombres que viven solos, seguida del divorcio; en el caso de las mujeres, la primera causa es la viudedad, seguida de la soltería.
«La soledad en el hogar es una de las peores consecuencias del declive de la natalidad y la nupcialidad, y de la alta tasa de ruptura familiar. Comparado con lo que sucedía hace medio siglo, ahora tenemos muchos menos hijos de media y estos tienen menos o ningún hermano, se casa mucha menos gente y hay muchos más divorcios», afirman Leguina y Macarrón
Las mujeres de más de 60 años, mayor soledad
Sin embargo, a partir de los 60 años, y de forma creciente con la edad, el porcentaje de mujeres que viven solas se dispara, llegando casi al 30% entre las españolas que tienen 65 años o más. La soledad es, especialmente, difícil en la vejez porque «de mayores o muy mayores, cuando el afecto y los cuidados familiares son especialmente apreciados, su carencia resulta dolorosa», explican los autores.
«La soledad en el hogar, salvo en personas que voluntariamente opten por este modo de vida y se adapten bien a él, no es una situación ideal. De viejo, vivir solo es especialmente duro en lo anímico, y, a medida que se van perdiendo facultades y capacidad de valerse por uno mismo, más se merma en calidad de vida», dicen.
Niños y niñas sin hermanos ni hermanas
Leguina y Macarrón cuentan que otra etapa dura para vivir la soledad es en la niñez, «porque el ser humano es más vulnerable. De niños, por falta de hermanos con los que jugar, compartir penas y alegrías en familia, y aprender», insisten.
«En el plano formativo de los niños, la falta de uno de los progenitores en el hogar puede afectar al rendimiento escolar. De los hermanos mayores, toda la vida los menores han aprendido muchas cosas, y todos ellos entre sí practican con frecuencia la negociación de cosas en disputa, o realizan actividades conjuntas, o se reparten tareas. Si uno no tiene hermanos, esos aprendizajes no se dan», añaden.
Riesgo de suicidio en la soledad no deseada
El informe incide en el impacto anímico del hecho de que una persona esté sola sin desearlo. Hay mayor riesgo de problemas de salud mental y riesgos físicos. «Para los hombres, vivir solo multiplica por 2,16 el riesgo de suicidio. Para las mujeres, vivir solas no entraña un mayor riesgo de suicidio, pero sí de tener que ser hospitalizadas por autolesionarse», aseguran.
«Un estudio médico realizado en Taiwán con 121.601 voluntarios dio como resultado una probabilidad 61% mayor de sufrir trastornos psiquiátricos como ansiedad o depresión entre los residentes en hogares unipersonales. Los divorciados tenían este riesgo incrementado en un 101%, y quienes enviudaban, en un 75%», escriben.
El coste económico de vivir solo
La soledad en los hogares supone también importantes costes económicos. Ahora hacen falta unos tres millones más de viviendas que las necesarias con las pautas familiares de hace 50 años, concluye el estudio. En 1970, según el Censo de Población y Viviendas de aquel año, en España había unos 19 millones de adultos emancipados del hogar paterno (con una edad media en el momento de la emancipación en torno a los 25 años), que vivían en 8,9 millones de viviendas familiares con o sin sus hijos, esto es, 2,15 adultos emancipados por hogar de media.
«Si lo medimos en coste, de 150.000 a 200.000 euros por vivienda, tres millones más de viviendas adicionales necesarias arrojarían un total de 450.000 a 600.000 millones de euros«, concluyen Joaquín Leguina y Alejandro Macarrón.