Las mil y una batallas de Nadal contra su cuerpo
Tan grande como su palmarés, su historial médico. Incontables las cicatrices que iba cerrando con sufrimiento, pasión y orgullo pero que también han dejado huellas en la mente. Esa parte privilegiada del balear que lo ha ayudado a prevalecer a pesar de todo cuando muchos habrían desistido, con razón, a mitad de este camino que el balear concluye ahora, con 38 años y mil heridas.
Desde el principio, su carrera se vio marcada por los problemas físicos. Y no solo porque las dos primeras ediciones de Roland Garros tuviera que saltárselas por una fisura en el codo derecho, en 2003, y una fractura por estrés en el pie izquierdo, en 2004, que ya eran señales. Sino porque en 2005 comenzó su otro idilio con el dolor con nombre complejo, como su resolución: el síndrome Muller-Weiss. Una malformación degenerativa en el escafoides que, al ser más fino, acabó por partirse, y que presagiaba una carrera corta. En aquel momento se encontró una solución con unas plantillas especiales y una horma de las zapatillas adaptas a su problema, pero la dolencia nunca lo dejó libre y se fue manifestando en diferentes etapas, así como en diferentes partes del cuerpo como consecuencia de ese cambio en el punto de apoyo y esa nueva forma poco natural de pisar para evitar el dolor.
Volvería a atraparle con fuerza ese malogrado pie en 2021, ausente de Wimbledon y US Open, acortada su temporada en agosto.
Entre los mayores damnificados de ese pie, las rodillas. Nadal sufrió varios episodios de tendinitis hasta hacerse crónica e inmortalizarse durante buena parte de su vida con esos vendajes justo debajo de la rótula. Por ellas terminó antes de tiempo París-Bercy y no disputó la Copa de Maestros en 2008. Más le dolió perder en Roland Garros en 2009 y ausentarse de Wimbledon 2009, ceder en cuartos de Australia 2010. En 2012, una de sus mayores bajas tras perder en segunda ronda de Wimbledon contra Lukas Rosol: siete meses sin tenis y sin Juegos Olímpicos de Londres 2012 por el síndrome de Hofa, una inflamación del tendón rotuliano consecuencia directa de la tendinitis. Tampoco pisó el US Open de 2012 y se alargó la estancia en casa más allá de Australia 2013.
Con el cambio de apoyo también sufrieron la cadera y la espalda, la que le impidió jugar con libertad en la final del Abierto de Australia 2014 contra Stan Wawrinka y que volvería a acecharlo a principios de 2021.
Fueron las muñecas las articulaciones que también lo mantuvieron alejado de las pistas durante muchísimas semanas a lo largo de estos veinte años: fuera de Toronto, Cincinnati y el US Open 2014 y baja en segunda ronda de Roland Garros 2016 que derivó en la ausencia de Wimbledon un mes más tarde.
Y por si fuera poco todo esto, las grietas surgieron por todo el cuerpo. Las más frecuentes debido a esos continuos parones y acelerones de otras lesiones, las musculares. El psoas ilíaco lo dejó fuera de juego a principios y a finales de 2018: sin Shanghái, París-Bercy, la Copa de Maestros y la Copa Davis.
Tras un magnífica primera parte 2022 que no estuvo exento de problemas, pues el pie volvió a mortificarlo, apeado en segunda ronda de Roma y varias infiltraciones en Roland Garros para dormir el nervio y poder jugar sin dolor, en Wimbledon comenzó el mayor parón de su carrera. Una lesión abdominal lo apeó de las semifinales del Grand Slam londinense y, aunque intentó volver, sus apariciones fueron esporádicas y sin alegrías hasta enero de 2023. Y ahí, cuando todo parecía ir bien, midió fuerzas y energías, aunque sumara dos derrotas en la United Cup y un triunfo ante Draper en primera ronda de Brisbane, de las que confirmó que iba sobrado por tanto tiempo de inactividad, pero el cuerpo le pasó la factura: problema muscular en la cadera en el partido ante Mackenzie McDonald que lo condenó a un calvario que ha marcado sus últimos tiempos como tenista. «No puedo decir que no estoy destruido mentalmente en este momento porque estaría mintiendo. Es duro».
Porque, esperanzado de que pudiera recuperar el tren de la competición después del mes recetado por los médicos, la lesión se fue complicando y apartándolo de todas las estaciones: sin gira suramericana, sin gira norteamericana por Indian Wells y Miami, sin sus queridos Montecarlo, Barcelona, Madrid, Roma, París. Ahí se plantó. Cuando tuvo que anunciar que tampoco podría acudir a Roland Garros, la decisión definitiva: darse otra oportunidad pero con el cuerpo más entero, si es que eso era posible. «La lesión que me hice en Australia no ha evolucionado como nos hubiera gustado. Se me hace imposible estar en Roland Garros», comunicaba el balear.
16 Grand Slams ausente por lesión
El día de su 38 cumpleaños pasaba por el quirófano para intentar la mejora más radical, y limpiar viejas heridas de guerra. Pero ya no volvería a las pistas hasta justo el último día del año, cuando se probó en dobles con Marc López. Un comienzo esperanzador que, no obstante, se truncó cuatro partidos después, ya en Brisbane: una gran victoria ante Thie, otra más fácil ante Kubler y una lesión de grado 2 en el psoas ilíaco de la pierna izquierda ante Thompson que lo devolvía a la casilla de salida.
En total, 16 Grand Slams ausente por lesión. Y aun así, 22 en su palmarés y ese epílogo alargado en este 2024 siendo Nadal más Nadal que nunca: reapareció como pudo en Barcelona, en su pista, se vistió de héroe en Madrid, donde lo despidieron a lo grande y agotó las paradas de preparación en Roma para llegar lo mejor posible a Roland Garros, su Roland Garros. Pero le tocó Zverev y fue demasiado. Y aunque hizo de nuevo todo lo posible para ganar más confianza y hasta alcanzó la final de Bastad, en los Juegos Olímpicos chocó con Djokovic, otro demasiado.
El cuerpo castigado es quien ha dictado sentencia en su despedida, por mucho que lo intentara un poco más, un entrenamiento más, un partido más. Por mucho que su cabeza y su pasión quisieran, es el físico quien ha impuesto su lógica después de que Nadal la retorciera a su favor en tantas y tantas ocasiones. Tantos títulos como cicatrices.