'La tempestad', de Shakespeare, desde otra mirada
Dramaturga, actriz, docente, directora de escena, e impulsora y responsable de la compañía Baraka , María Caudevilla es ya más que una promesa. Con una sólida formación —es licenciada en Arte Dramático por la Universidad de Kent, y doctora internacional en Artes Escénicas por la Universidad Complutense y la London University—, entre sus montajes se encuentran, con dramaturgia y dirección, ‘Sueño Lorca o el sueño de las manzanas’ ; ‘Miguel Hernández: labrador del viento’; ‘No somos ángeles’ —publicados los textos bajo el título ‘Bajo el paraguas de Baraka’— ‘InAnna’, y ‘Oceanus’ —para público infantil—, entre otros. Asimismo, ha realizado alguna incursión en el cine a través de los cortometrajes ‘Elisa’, ‘Shocourt’ e ‘Inolvidable’. Tras su estreno con gran éxito el pasado año en sala teatral de la limeña Universidad del Pacífico, ahora hemos podido disfrutar de ‘La selva de Miranda’, sugerente y original relectura de ‘La tempestad’, de William Shakespeare —poniendo el foco en el personaje de Miranda, e l único femenino en la obra —, que acaba de alzarse con el primer premio en la edición de este año del Certamen de Teatro para Directoras de Escena de Torrejón de Ardoz.—No es el primer galardón que recibe. ¿Qué ha supuesto para usted este premio?—El reconocimiento de la profesión al trabajo de muchos años de investigación, estudio, gestión de equipos y sus consecuentes montajes y giras. Me siento afortunada de tener un equipo de artistas profesionales que confían en mi mirada y tienen la fuerza y la resiliencia necesarias para continuar creando y contando historias juntos. —¿Cómo surgió el proyecto de colaborar con el Colectivo del Bardo y el director y actor peruano Miguel Iza Deza? —Voy sembrando semillas y algunas, no se sabe por qué, germinan. En este caso, la actriz Paloma Rojas nos presentó a Miguel Iza y a mí con la idea de colaborar, de tender un puente entre ambos países. Tuvimos afinidad artística enseguida y, en nuestro segundo intento, el apoyo de Iberescena para producir ‘La selva de Miranda’.—¿Cómo ha sido su experiencia de trabajar con actores del otro lado del Atlántico?—Quiero volver. ¡Y pronto! La falta de recursos, lejos de detener el impulso creador, hace que el colectivo teatral encuentre otras vías a través de su imaginación, algo que valoro muchísimo. Miguel Iza propuso a un elenco y a un equipo de colaboradores inmejorable, de verdad, con mucho oficio, una inmensa generosidad y grandes dosis de entusiasmo. ¿Qué más se puede pedir?—¿Eligió usted precisa y personalmente ‘La tempestad’ para esta reescritura? ¿Qué le llevó a ello?—’La tempestad’ tenía muchos ingredientes que me seducían: en primer lugar, el final feliz, muy necesario hoy día ante la falta de esperanza de nuestra sociedad contemporánea; también me tocaba la redención de sus personajes, su arrepentimiento y la posibilidad de ver a estos hombres, políticos encarnados en actores, hacer las paces públicamente; no faltaba el elemento mágico, aquello que no podemos explicar, pero que está y nos acompaña, más presente en Latinoamérica que en Europa; y bueno, Shakespeare y su genio universal e inabarcable, claro. —¿Cómo ha sido básicamente ese trabajo de reescritura?—Aparte de priorizar el tema del perdón (entendido como acto de honestidad que empieza por uno mismo), cambié la perspectiva de la pieza, como ejercicio lúdico y pícaro, sobre todo para aportar algo nuevo a la escena. Así visibilizo la experiencia de Miranda, hija adolescente de Próspero y único personaje femenino de la obra, frente a los terribles acontecimientos de traición, corrupción y venganza de los hombres que la rodean. Por otro lado, el contexto amazónico le da todo el sentido al chamanismo ya presente en el texto fuente, potenciando la lectura concreta y contemporánea del mismo, que a su vez da mayor presencia a la figura de Calibán, el único ser humano que habitaba la isla, hasta el destierro de Próspero. A todo esto, se suma la traducción y adaptación de la poética del bardo.La directora de escena, dramaturga, productora y docente María Caudevilla—¿Cuál es el conflicto fundamental de ‘La selva de Miranda’?—La libertad. Todos los personajes tienen una necesidad profunda de libertad. El conflicto surge de las estrategias de cada uno para alcanzarla. Algunas de ellas trágicas, pasando por encima de un hermano o anulando la esencia de su ser, alejándoles del verdadero sentido del paso por esta vida. Esto es un espejo certero para nosotros, espectadores contemporáneos que padecemos a diario el miedo, pavor incluso, al libre albedrío. Me refiero a la libertad profunda, interior y sincera de la que nos habla Erich Fromm , no a la libertad de eslogan, que perpetua el sufrimiento, la discordia y la polaridad, alimentada por las redes sociales y la inflamación de la información ideológica y radical.—¿Cómo calificaría al personaje de Miranda, que aquí cobra protagonismo?—Miranda, en esta propuesta, experimenta un despertar de su consciencia importante. Descubre el deseo, su poder personal y el amor. Calibán nos desvela en sus monólogos a un padre protector y de «mirada inquisitoria» y el anhelo de Miranda por ser libre, por escapar de la isla y del destierro al que fue destinada por ser hija del duque de Milán. La empatía de esta muchacha hacia los hombres que viajaban en el barco que hundió la tempestad, la lleva a actuar a escondidas y a desarrollar sus propias habilidades mágicas para restaurar la paz y comprender el amor como el deseo del bien y de la libertad ajenas.«La libertad de eslogan perpetua el sufrimiento, la discordia y la polaridad, alimentada por las redes sociales»—¿Es Shakespeare uno de sus dramaturgos de referencia? ¿Cuáles serían?—Claro, su genio es conmovedor, brutal, divertido, muy cercano, irreverente, y muy extravagante. Poder leerle y entrar en esa cadencia del pentámetro yámbico es hipnótico. También me atrae especialmente Antón Chéjov. No puedo leerle en ruso. ¡Una pena! Al mismo tiempo, sus traducciones me hacen llorar, y es raro que eso me pase leyendo teatro. Me cuesta mucho leer teatro, es un ejercicio exigente para mí, aunque necesario y, al final, gratificante. ¡Y Federico! ¡Siempre! ¡A cualquier hora y en cualquier momento! Todavía no he encontrado referentes contemporáneos, mucho más en danza, que no deja nada escrito…más que en el aire y en la piel. —¿Y entre los directores de escena, destacaría alguno que le interese especialmente?—Nuestra querida Pina Bausch fue siempre de gran inspiración para mí. Hoy día, Wajdi Mouawad, Katie Mitchell, Jan Lauwers, Hofesh Shechter y Crystal Pite estarían entre mis destacados referentes.—¿En nuestra escena, la mujer, sobre todo en el ámbito de la dirección, se encuentra con más dificultades que sus compañeros masculinos?— Así afirman los datos recabados al respecto por la Asociación Clásicas y Modernas. En mi caso, he encontrado y encuentro muy compleja la conciliación familiar, sobre todo en la primera infancia, porque quiero acompañar a mis hijas en su deriva personal, estar cerca de ellas para escuchar y atender sus necesidades profundas. También ahora en su adolescencia, con los tremendos retos a los que se enfrentan, y lo querré siempre. Siempre querré ser un sostén para ellas y no por ello tener que renunciar a mi vocación y a mi deseo de aportar a la sociedad con lo que hago. Tengo la fortuna de tener un compañero que me apoya y facilita en este camino personal y profesional. Me hago responsable de mis decisiones y del lugar que ocupo como madre, a la vez que soy cada vez más consciente de las exigencias y la carga mental que conlleva este rol y de la importancia de encontrar el sostén en comunidad, no solo familiar, sino social, porque la infancia es responsabilidad de todos. La individualidad imperante nos aliena y nos dificulta esta tarea colectiva. Vivir de espaldas a la infancia es un fracaso humano asegurado. Somos madres y somos profesionales con mucho que aportar. También observo en mis compañeras, aquellas que no ejercen la maternidad, el tremendo nivel de exigencia al que se someten para adquirir competencias que hasta hace poco solo se les permitía a los hombres. En cualquier caso, hay trabajo personal, sin duda, y también una desventaja social importante sobre la que arrojar luz para poder mejorar.«Visibilizo la experiencia de Miranda, hija adolescente de Próspero, frente a los terribles acontecimientos de traición, corrupción y venganza»—¿Ha sufrido usted algún tipo de discriminación?—Algún desafortunado comentario que otro, sí. No tanto discriminación. O no lo he vivido como tal. —¿Cómo ve la actual escena española? ¿Ha conseguido recuperarse del golpe de la pandemia?—No estamos tan mal como en ese momento, pero veo los teatros muy vacíos y mucha precariedad en la producción. También observo el esfuerzo ímprobo de mi generación (con un alto nivel de rendimiento y formación, además de talento) por hacerse un lugar en el gremio y no verse abdicada a empezar de cero cada vez que se embarca en un proyecto de creación artística nuevo. Pero eso es otro melón del que la pandemia no es responsable, me temo.