LA CACERÍA A SAMUEL LUIZ: CINCO JUICIOS EN UNO
Linchamiento, tumulto, paliza, pelea, turba, agresión, ataque, cacería. Son solo algunos de los términos con los que los testigos que han declarado hasta el momento en el juicio por el crimen de Samuel Luiz describen los seis minutos de terror que pusieron fin a la vida del enfermero coruñés. Todos parecen de acuerdo en que lo que ocurrió aquella madrugada del 3 de julio de 2021, primera de apertura del ocio nocturno durante la pandemia, trascendió todos los límites. Incluso llegaron a verbalizarlo así Catherine Silva y Alejandro Míguez –dos de los cinco acusados–, que ya prestaron declaración ante los nueve integrantes del jurado popular. «Fue una animalada», resumió al término de su interrogatorio Katy, que se enfrenta a 25 años de prisión por un presunto asesinato con ensañamiento y con la agravante de discriminación por orientación sexual. Míguez, para el que piden 22 años, fue de los pocos que vio a Samuel caer «desplomado» en el suelo. Pero él se «desvinculó» de la paliza mortal. «Soy inocente», afirmó.
Los recuerdos que resonaron en las primeras siete sesiones de un juicio que se prolongará durante un mes en la Audiencia provincial de La Coruña dibujan una escena dantesca, de una violencia desaforada, más propia de la Edad Media —lamentó el abogado de la acusación popular— que de una ciudad europea en el siglo XXI. Sus protagonistas, los presuntos autores, ocupan días tras día un banquillo en el que sus respectivos abogados funcionan como barrera entre unos y otros. Los que en su día formaban un compacto grupo de amigos corren en direcciones contrarias para salvarse de la prisión. La misma madrugada del crimen se reunieron en un parque, supuestamente para maquinar una coartada común. Pero en pocas horas esa camaradería saltó por los aires, como confirmó una charla por Instagram que uno de los acusados mantuvo con un amigo al día siguiente, y a la que tuvo acceso este diario.
Ese ‘sálvase quien pueda’ se ha sofisticado en el juicio de la mano de sus abogados, con una estrategia en la que además de sacudirse la responsabilidad del crimen llegan a apuntar a sus compañeros de banquillo. Esa dinámica, en la que cada defensa va por su lado, presenta un escenario en el que más que un juicio hay cinco plenarios simultáneos. Casi como en una partida de ajedrez múltiple, en la que la fiscal y los abogados de las acusaciones fueran saltando de mesa en mesa moviendo ficha contra cada uno de los procesados. Un tablero sobre el que los miembros del jurado deben esforzarse en individualizar el papel de cada uno de ellos en el crimen.
Otro obstáculo que enreda aún más la labor del tribunal popular es la existencia de una sentencia, ya firme, contra los dos menores condenados por su participación en el linchamiento de Samuel Luiz. Un proceso que se resolvió al margen y por la vía rápida con una pena de tres años y medio de internamiento porque Marco y David, alias ‘Pompo’, eran menores de edad en el momento de los hechos. Fue una sentencia de conformidad, en la que los dos reconocieron su participación en el crimen, pero por la propia naturaleza del proceso se desconoce en qué términos y con qué grado de implicación. Una dificultad más para el tribunal, con ‘cinco juicios’ en marcha por resolver y una sentencia en firme que sobrevuela la sala.
Los menores no piden perdón
Marco y Pompo, a los que les quedan pocos meses para liquidar su condena de internamiento, comparecieron el jueves como testigos en el juicio contra los cinco que entonces eran mayores de edad. Pero lejos de arrojar luz sobre los hechos, parecen haber olvidado casi todo sobre aquella noche, menos lo que habían bebido. Tampoco pronunciaron palabra alguna de arrepentimiento o de perdón.
Otro ‘handicap’ para el jurado son las contradicciones. El tiempo transcurrido desde la noche de la paliza, el estado en el que estaban algunos de los testigos, la escasa visibilidad y lo caótico del tumulto hicieron a varios de los interrogados incurrir en notables contradicciones. Algunas de ellas, por ejemplo, referidas a la ropa que cada acusado portaba esa noche y que será clave para ubicarlos en las imágenes, poco nítidas, que se conservan de los momentos de la agresión.
El juicio prosigue el lunes, con la declaración de más testigos y también del padre de la víctima. Por ahora, Katy y Alejandro Míguez, los dos acusados que están en libertad provisional y que optaron por declarar al principio del plenario para tratar poner distancia respecto a los otros tres procesados, son quienes parecen tenerlo mejor para zafarse. Los más señalados, aunque en diferentes grados, son los tres individuos que están en prisión preventiva: Diego Montaña, Kaio Amaral y Llumba.
En este imaginario contador de puntos a favor y en contra en el que se ha convertido el plenario, hay quien transcurrida la primera parte del encuentro lo tiene peor que al inicio. Sobre todo Diego Montaña, entonces novio de Katy, que en el juicio solo levanta la cabeza para comentar la sesión con su letrado. Fue él quien comenzó la agresión cuando al salir del pub Andén, en el paseo marítimo de Riazor, se abalanzó sobre Samuel, creyendo que el joven, de 24 años y al que no conocía, le estaba grabando con el teléfono, cuando en realidad hablaba por videollamada con una amiga que no había salido.
Varios testigos le acusan de golpear a Samuel —incluidos los dos procesados que ya testificaron— y de proferirle los insultos por los que las acusaciones introducen la agravante de discriminación. No solo lo acusan al unísono de llamar «maricón» a Samuel, sino de amenazarlo de muerte. «Le gritó ‘te voy a dar una puñalada en el corazón, no tengo nada que perder’», coincidieron esta semana hasta tres testigos de los hechos. Otras tres personas que se cruzaron con él poco después de que abandonaran a Samuel moribundo revelaron que habló de él como «maricón de mierda».
Por detrás de Diego en la lluvia de acusaciones está Llumba. Varios testigos le apuntan por derribar a Samuel cogiéndole por el cuello –con la técnica conocida como ‘mataleón’–. Y alguno de ellos le acusa, además , de haber ido «a por» la víctima: «Cuando cayó al suelo, Llumba quiso volver a pegarle».
De los tres que están en prisión, Kaio Amaral es, por ahora, el menos salpicado. En los mencionados mensajes de Instagram que Llumba escribió tras el crimen –y antes de que ninguno fuera detenido–, este le señalaba directamente por la agresión: «Fue Kaio, unas patadas, fijísimo». En el juicio, uno de los testigos, que era amigo del grupo, confirmó que vieron a Kaio ir corriendo hacia el lugar donde estaban linchando a Samuel y hacer el gesto de patearle: «Cargó la pierna para darle una patada». Sin embargo, este joven no vio si esa patada impactó en el cuerpo de la víctima. Kaio es quien que se enfrenta a la mayor pena de prisión, 27 años de cárcel, pues se le atribuye el robo –con fuerza– del móvil de Samuel.
En el caso de Katy, la petición es de 25 años de cárcel, porque las acusaciones le atribuyen el mismo agravante de discriminación que a su entonces novio. No la señalan por agredir directamente a Samuel sino, supuestamente, por tratar de impedir que una amiga de la víctima pudiera socorrerlo. Entre los testigos, hay diferentes interpretaciones: unos confirman que, efectivamente, ella frenó a la amiga para facilitar la agresión, y otros piensan que intentaba que su novio dejase de linchar a Samuel Luiz.
Alejandro Míguez es el quinto acusado. Igual que en el caso de Katy, hasta ahora ningún testigo lo vio golpear a la víctima. Eso sí, según desveló un joven en la vista oral, en aquellos momentos Míguez le dijo algo que podría comprometerle: que había tenido «un forcejeo con un negro», en referencia a los dos jóvenes senegaleses que intentaron socorrer a Samuel.
Esta es una breve radiografía de las dos primeras semanas de plenario. Pero en estos ‘cinco juicios’ simultáneos quedan todavía muchas manos por jugar: más testigos, policías, forenses y tres acusados que declararán al final y que acabarán de repartir responsabilidades.