La alegría del Panda
Borja Iglesias fue el bético más alegre sobre el césped del Villamarín. El delantero gallego, cedido en el Celta, pertenece al club verdiblanco hasta 2027. Estaba feliz, en primer lugar, por el empate a dos contra un rival teóricamente superior. Pero también porque el público de Heliópolis le demostró que, si vuelve al final de temporada, tendrá su respaldo y reconocimiento. Solo unos pocos espectadores pitaron sus intervenciones. Cuando fue sustituido, el público, casi en su totalidad, se puso de pie y aplaudió al Panda. Borja respondió devolviendo el aplauso y tocándose, con la palma de la mano, la parte izquierda del pecho, donde está el corazón.Resulta, hasta cierto punto, un misterio por qué ciertos jugadores calan hondo en la afición mientras otros dejan indiferente al hincha o, incluso, despiertan cierto rechazo. Hay factores evidentes: como los jugadores son, en gran medida, los gladiadores que representan a la hinchada en cada batalla, quien se parte la cara por el respetable —como Natan el otro día o Vitor Roque ayer— suele suscitar aplausos por sus agallas y compromiso. En la ciudad de la Gracia, también suele generar admiración quien evoca al aficionado la convicción de que el fútbol —como los toros— no es un trabajo cualquiera, sino un contexto de creatividad donde un regate constituye un engaño artístico: el jugador burla al contrario con una finta, como el torero lo hace con el animal que tiene enfrente, templando con el engaño. Por eso el público se volvió loco cuando entró en el campo Lo Celso. Nadie ignora que, con él sobre el césped, la tarde de fútbol puede convertirse en un día de fiesta. El argentino es un primer espada.Borja Iglesias cuajó una faena discreta. Dio una asistencia de gol, pero se encontraba en fuera de juego. Eso sí, en ningún momento se le borró la sonrisa. El jugador de Santiago de Compostela vivió en el Betis rachas goleadores que le llevaron a la Selección y momentos de sequía que fueron determinantes, en última instancia, para que saliera cedido al Leverkusen y, después, al equipo donde se formó en su juventud: el Celta. Pero más allá de su rendimiento, el Panda es un tipo afable que desprende sencillez, respeto al contrario, agradecimiento porque la vida le ha permito convertirse en jugador profesional y una infinita sonrisa que nos recuerda que el fútbol no es solo un oficio, sino un juego. Ronaldinho nos conquistó no solo por encarnar el «jogo bonito», sino también por representar la alegría de jugar. El Panda expresa que, pese a que se mueve mucho dinero en este negocio y haya quien considere el fútbol como «cosa seria», no deja de ser un entretenimiento, un espectáculo, un contexto festivo donde experimentar la comunión con otros aficionados, un escenario extra-ordinario donde olvidarnos de las penurias ordinarias, un teatro donde cada futbolista juega un papel.En ese gran teatro del fútbol, a Iago Aspas le ha tocado representar el rol del villano en el Villamarín. Y, como tal, recibió un tremendo y unánime abucheo cuando fue sustituido en el minuto 79. El delantero celtiña aplaudió provocadoramente, mientras se retiraba, lo que encendió aún más a la parroquia local. El Panda, por el contrario, es muy difícil que suscite animadversión, porque, a pesar de que su cuerpo es un auténtico armario empotrado, su sonrisa y su carácter amigable despierta afecto y ternura.«Se torea como se es», decía Juan Belmonte. Años más tarde, hubo quien adoptó la frase del matador al fútbol: «Uno juega como es». Hay futbolistas que comunican hondos significados, acordes con su personalidad; otros no nos dicen nada. Sin duda, Borja pertenece a los primeros. Por eso la gente le recuerda, más allá de los goles, y por eso desde la gradería le expresaron unánimemente: «Bienvenido, Borja; esta es tu casa».