imágenes borrosas, versiones enfrentadas y un grupo roto

imágenes borrosas, versiones enfrentadas y un grupo roto




La primera semana del juicio por el crimen de Samuel Luiz avanza lo que será la tónica de las sesiones el próximo mes: acusaciones cruzadas, tensión en la sala y unos testimonios sobre los que recaerá gran peso de la prueba. Porque, vista la calidad de las imágenes y vídeos que captaron los momentos nucleares de la paliza, la veracidad que los nueve jurados populares concedan al testimonio de acusados y testigos –y policías– marcará la diferencia entre la libre absolución que solicitan todas las defensas y la condena a más de veinte años de prisión que reclaman las acusaciones.

Quedó claro con el visionado de los fotogramas más críticos del linchamiento que la fiscal mostró a los dos primeros acusados en declarar —fueron Catherine Silva y Alejandro Míguez, los otros tres lo harán al final del juicio— y en los que ninguno de los dos se reconocieron. Ni siquiera identificaron al resto de componentes del grupo. Sí lo hicieron en imágenes posteriores en las que se pudo ver con bastante nitidez a algunos de los implicados moviéndose por las calles de La Coruña, pero en lo tocante al momento clave de la agresión no hubo claridad. De ahí el poder de los testimonios que a lo largo de las siguientes semanas resonarán en la antigua fábrica de Tabacos de La Coruña, sede de la Audiencia Provincial, y que apuntalarán el segundo a segundo de una madeja difícil de desentrañar.

Por el momento, las declaraciones de Catherine Silva –novia de otro acusado, Diego Montaña– y Alejandro Míguez evidenció el ‘sálvese quien pueda’ en el que se basarán las defensas. Únicos investigados que permanecen en libertad, sus cartas parecen, a priori, las mejores. Pero para distanciarse de la paliza mortal al enfermero coruñés deben convencer al tribunal de que su relación con el resto no era estrecha como parecía. Sus estrategias fueron paralelas y dejaron claro que, si un día hubo un grupo de amigos, esa noche se quebró. Del «era la primera noche que salía con ellos», de Katy, al «solo era amigo de Diego», de Alejandro Míguez. Poner distancia con los encarcelados es vital para zafar de la acusación por asesinato. Y con esa finalidad se entiende también su decisión de declarar al principio del juicio, mientras los que están en prisión declararán en las últimas sesiones.

En el caso de la novia de Diego Montaña, el más señalado por los testigos en la fase de instrucción, sus palabras tendrá que medirse a ojos de los jurados con las de Lina, la amiga de Samuel que dice que la empujó mientras su novio agredía a su amigo, y que Katy también llamó al fallecido «maricón». A su favor juega un capote inesperado de Míguez durante su declaración al afirmar que Katy le dijo que no se metiese, que era cosa de Diego, y que incluso intentó separar a su novio del tumulto. Las imágenes, una vez más, no resultan contundentes más que para comprobar si ella siguió al grupo, o no. «No me moví, me quedé debajo de un árbol llorando», mantuvo ella a preguntas de su abogado, el penalista Luciano Prado. Lina, sin embargo dice que vio a Lina «más agresiva que nerviosa».

En paralelo a los movimientos de la joven aquella noche fatídica, Míguez repitió en varias ocasiones a lo largo de su alegato que él se «desentendió» de la bronca y lo poco que vio lo hizo solo y desde la distancia. «Me desvinculé», insistió en varios pasajes de su intervención para situarse lejos de la turba que llevó a Samuel en volandas al filo de las 3 la madrugada de aquel 3 de julio de 2021. Ninguno de los dos acusados, que sí tuvieron clara la gravedad de lo que estaba ocurriendo, llamaron a los servicios de emergencia, algo que también reconocieron ante el tribunal. «No agredí a nadie», afirmó Míguez para trasladar que inicialmente intentó separarlos para después alejarse y optar por «no saber nada».

A pocos metros de los ex amigos con los que comparten banquillo, y entre los que esta semana no se pudo apreciar ni un mínimo cruce de miradas, los dos primeros en declarar no tuvieron reparos en señalar a los que consideran, coincidieron, culpables del final de Samuel. «Veo a Diego dando puñetazos a una persona que no conocía, se estaba cayendo y se estaba levantando. Había una multitud rodeándolo. Alejandro Freire, alias ‘Llumba’ lo estaba sujetando del cuello», recordó Alejandro Míguez de la madrugada de los hechos. En sintonía con él, y dirigiendo claramente la acusación a dos de los encarcelados, Katy corroboró esta versión: «Diego se abalanza sobre él, le da puñetazos. Había una chica al lado de ellos y en ese momento aparece Llumba y lo tira».

Diego y Llumba

En los dos casos, el comportamiento violento de Diego Montaña en la paliza mortal va ligado al de su amigo, Llumba, al que los testigos que ya han declarado en el juicio vieron tumbar a Samuel con la técnica del ‘mataleón’. Katy y Míguez mencionan otros nombres relevantes en la muerte: los de los dos menores condenados por el asesinato, Marco y ‘Pompo’. Sobre éste puso el foco Katy al decir que vio cómo golpeaba a Samuel «en la sien» con una suerte de barra. La instrucción del caso confirmó que ese instrumento es un arma de origen japonés llamada kubotán que otros testigos de también ubican en manos del menor. Interrogado por esta cuestión, Míguez confiesa que él también lo sabía. Dice que Kaio le dijo la misma madrugada del crimen que el menor llevaba un arma y que «la había utilizado».

A la hora de depurar responsabilidades, y a preguntas concretas de la Fiscalía, los dos primeros acusados en abrir fuego fueron tajantes. Míguez inculpó directamente a cuatro personas por agredir a Samuel: Llumba, Diego, Marco y Pombo. Katy, por su parte, apuntaló lo testificado: «Al principio de la agresión solo estaban Diego y Freire. Después llegó mucha gente corriendo y se hizo un tumulto. Persiguieron al chico». También reveló, para acabar de salpicar al grupo atacante, que Kaio estaba intentando vender por 100 euros un teléfono que no era suyo y que sacó de la pelea, en referencia al móvil de Samuel. Kaio es el acusado para el que más pena se pide, 27 años de cárcel, porque al delito de asesinato se añade el robo con violencia del móvil.

Las conclusiones de Katy y Míguez ante el jurado popular no lograron inmutar a sus compañeros de banquillo, que atendieron sin gesticular a su involucración en el crimen. Con la cabeza gacha, Diego evitó mirar a la cara a la que había sido su pareja. Tampoco levantó la vista cuando su amigo Míguez lo situó en el centro de la agresión. Misma actitud mantuvieron los otros dos acusados, que apenas intercambiaron alguna palabra con sus abogados. La declaración del resto de involucrados no tendrá lugar hasta dentro de un mes, lo que les dará ventaja para replicar las acusaciones que se pueden verter sobre ellos en las próximas semanas. Queda mucho todavía para resolver el puzle de un caso donde una cosa está clara: a Samuel le robaron la vida en seis minutos a golpes, y sus autores deben pagar.

Fuente: www.abc.es