'Hilma af Klint', en el Museo Guggenheim de Bilbao: La difícil tarea de poner a la artista en su sitio
El papel fundamental de historiadores de arte y comisarios de exposiciones es escribir las nuevas páginas de la Historia de la disciplina que les compete y, del mismo modo, incluir las ausentes y remendar las que van quedando obsoletas por los nuevos hallazgos. Pero hay que reconocer que en ocasiones son los propios artistas los que no siempre lo ponen fácil. Es el caso de Hilma af Klint (Estocolmo, 1862-1944), en el que su ‘ocultamiento’ (un término que casi adquiere otras connotaciones para alguien tan cercano a la teosofía, el esoterismo y el espiritismo), se suscriba a su condición de mujer da pie a una mirada muy reduccionista de una situación mucho más compleja.Noticias Relacionadas estandar Si El Guggenheim reivindica a la pintora Hilma af Klint La ‘inventora’ de la abstracción que se llevó el secreto a la tumba Natividad Pulido estandar Si Cuando Alemania se convirtió en epicentro de la vanguardia europea Natividad PulidoSobre todo para alguien con una posición económica que le permitió estudiar arte (las mujeres, en Suecia y según me cuenta otra historiadora, alcanzaron este derecho a finales del XIX, pero, a diferencia de ‘ellos’, tenían que pagar para acceder al aula), que alcanzó determinados saberes y círculos gracias a la profesión del padre (comandante naval e instructor de astronomía), o que llevaba fotografiada toda su obra (con el dineral que suponía eso en la época) para mostrarla en lo que denominaba sus ‘Cuadernos azules’, de los que la cita del Museo Guggenheim-Bilbao muestra hasta tres.Toca reformular unos orígenesA pesar de todo esto, toca reformular los orígenes de la abstracción: Hilma acarició con los dedos su ‘invención’ años antes de que Kandinsky le usurpara el hito –y por escrito– en su ‘De lo espiritual en el arte’ (2011).Pero es que ahí está el quid de la cuestión: la accesibilidad a la obra. Hilma no se movió casi nunca por cenáculos artísticos, sino que le interesaban más los científicos y parapsicológicos. De hecho, esos ‘Cuadernos azules’ no estuvieron nunca al acceso del gran público, sino que ella se los mostraba a quien consideraba oportuno. En definitiva, pensaba que la sociedad de su momento no estaba preparada para afrontar su trabajo y llegó a dejar por escrito que un buen grueso del mismo no viera la luz hasta 20 años después de su muerte. Son las obras con una ‘x’ en los ‘Cuadernos’. Esta aconteció en 1944 (y Hilma trabajó, como Bilbao deja constancia, hasta el final de sus días), de forma que no fue hasta 1964 que sus familiares intentaron dar visibilidad a una artista en un momento en el que se imponían cantos más pop y minimalistas que los suyos, así que el ‘revival’ debería esperar. El mismo Moderna Museet que rechazó un legado que sobrevivió al fuego sería el que le haría justicia con una muestra en 2013, después de que en la colectiva celebrada en Los Ángeles en los 80 y en la que se la integró pasara sin pena ni gloria.Y tampoco es que ella ayudara. Hilma af Klint generó una gramática, un vocabulario simbólico tan especial, una forma de trabajar tan particular (sobre todo en los inicios, en sesiones espiritistas –un ámbito al que le arrastra la muerte de una hermana– sola o en compañía: recordemos el grupo de Las Cinco en el que se adscribió), que no solo entorpece las atribuciones de obra, sino también su significado. Alucinaciones. De arriba abajo, ‘Paisaje estival (Sommarlandskap)’, de 1888; ‘Sin título, De la observación de flores y árboles’ (1922); y ‘El árbol del conocimiento, Serie W. Número 1’ (1913) ABCLes doy un dato: la gran muestra que ahora organiza la capital vasca se asienta en buena medida sobre la que en 2018 le dedicara su homólogo neoyorquino. Se trataba de ‘Pinturas para el futuro’, su cita más visitada hasta la fecha. Y algunas de las conclusiones de su comisaria ( Tracey R. Bashkoff, que en la versión española se acompaña de Lucía Agirre ) están obsoletas. Eso, como señala la misma Agirre, hace tan apasionante como imbricada la labor, hasta el punto de convertir esta muestra en un ensayo sólido pero quizás inestable –así lo asumen sus responsables– reescrito en unos años o décadas cuando se sucedan nuevos descubrimientos.Hasta entonces, deleitémonos con una exhibición que, digámoslo ya, es maravillosa. Su corpus es básicamente la reconstrucción del gran proyecto vital –las pinturas para ‘El templo’, encargo que recibieron de los espíritus las autoras del grupo de Las Cinco (Anna Cassel, Cornelia Cederberg, Sigrid Hedman y Mathilda Nilsson) , pero que solo ella llevó finalmente a cabo entre 1906 y 1915, con un parón de por medio en 1908– de esta enigmática creadora, médium y visionaria, esotérica y avanzada a su época. Una propuesta que habría de trascender lo físico para plasmar lo intangible y que superaría el pensamiento objetivo en pos de convicciones de arraigo espiritual.Si bien Nueva York daba mejor idea de la propuesta por la similitud del edificio de Lloyd Wright con ese espacio místico y helicoidal en el que se inscribirían estas piezas y que nunca se construyó, la cita de Bilbao permite mostrar un mayor número de piezas por series, algunas completas (un trabajo sistemático que fue básico en la creadora sueca) o incluir otras que no se vieron en la ciudad de los rascacielos, como el poderosísimo conjunto de ‘Los diez mayores’, sobre las edades del ser humano, que ya por sí merecen la visita.Hasta llegar a esta sala, propuestas que transforman el Guggenheim en un verdadero templo del arte; de los orígenes figurativos de la pintora, junto a sus acciones compartidas con ‘Las Cinco’, a sus finales, en torno a la acuarela, donde la reducción de los formatos podrían producir un bajón en el espectador, enfrentado hasta ahora a obras monumentales, pero que se templa al comprobar la abstracción, ya sí, en estado puro, purísimo. Así, tras su tímida entrada en ‘Mujeres de la abstracción’ (2021) con siete obras, y para refrescar esa cita de 2013 que nos la descubrió en España en el Museo Picasso-Málaga , el Guggenheim le da ahora la oportunidad a Af Klint de defenderse sola.Hilma af Klint Museo Guggenheim. Bilbao. Avda. Abandoibarra, 2. Comisarias: Lucía Agirre y Tracey R. Bashkoff. Colabora: Fundación Hilma af Klint. Patrocina: Iberdrola. Hasta el 2 de febrero. Cinco estrellasUna autora que puede parecer excéntrica, una visionaria que tenía visiones, pero que defendió a capa y espada la unión de lo espiritual y lo físico, de la ciencia con lo exotérico (así hay una serie dedicada al átomo y otra a la leyenda artúrica. Ella se identificaba con San Jorge, el del dragón); de lo femenino y lo masculino, de lo animado y lo inanimado; que luchó por el sufragismo en su país y completaba dietas veganas para sus sesiones. Y que se llevó muchos secretos a la tumba. No hay autora más actual que ella, aunque sus mensajes nos tengan que llegar del más allá.