Entrevista a Uri Rawitz, hijo de una rehén liberada por Hamás
El 7 de octubre de 2023, Elma Avraham fue sacada a la fuerza de su casa por cinco hombres y trasladada a la Franja de Gaza, donde permaneció cerca de dos meses como rehén de Hamás. Ese día, esta y otras milicias palestinas penetraron en suelo israelí y llevaron a cabo un ataque masivo en el que mataron a 1.200 personas y secuestraron a 251. La respuesta fue una dura ofensiva israelí en Gaza que ya ha matado a más de 41.500 palestinos, la mayoría civiles y niños, y que no ha logrado el objetivo de traer de vuelta al centenar de rehenes que continúa en el enclave. Elma, que ahora tiene 85 años, fue liberada junto a otras decenas de personas durante una insólita tregua — la única pactada con el Gobierno de Benjamín Netanyahu — de cuatro días alcanzada en noviembre.
RTVE.es entrevista a su hijo, Uri Rawitz, que vivió los peores momentos de su vida mientras esperaba su regreso. Un año después de ser tomada como rehén, Elma Avraham no ha vuelto a ser la misma. El tiempo en Gaza deterioró su estado de salud — a su regreso pasó cinco meses ingresada en el hospital — y le robó su independencia. Ahora necesita ciudados las 24 horas del día. Uri asegura, sin embargo, que su madre ha conseguido volver a estar bien y, aunque no volverá a ser la misma, se hace más y más fuerte cada día.
PREGUNTA: ¿Qué recuerda del 7 de octubre? ¿Cuándo se dio cuenta de que su madre había sido tomada como rehén por Hamás?
RESPUESTA: Había hablado con ella por la noche y no tardé en acostarme. Dejé el teléfono en silencio y, hacia las 7:30, me despertaron las sirenas. Si sonaban en Tel Aviv, lo harían también donde vive mi madre, muy cerca Gaza. Cuando cogí el teléfono, vi cinco llamadas perdidas. La llamé y le pregunté: «Mamá, ¿qué pasa?» y me contó que estaba en el mugan, la habitación segura, que estaban bombardeando y que había terroristas en la zona, en la carretera al lado del kibutz (Nahal Oz). No era consciente de lo que estaba pasando en tantos puntos del país y me llevó un tiempo entenderlo. «También hay terroristas aquí», me dijo. No sabíamos cuántos, después encontraron 130 cadáveres de terroristas de Hamás allí, así que al menos el doble de ellos pasaron por el kibutz.
Hablé con ella varias veces hasta que me dijo que oía disparos al lado de casa y tuvo que colgar. Más tarde, mi hermano, que vive en su mismo kibutz, me dijo que mamá no contestaba. Llamé y no respondió. Le escribí. Nada. Pasaron diez horas hasta que llegó el Ejército, y dos soldados fueron con mi hermano a su casa y la encontraron vacía. La puerta estaba abierta y ella no estaba allí.
Una hora más tarde, alguien de nuestra familia encontró una foto en Telegram y vi a mi madre sentada en una moto. Estaba entre dos terroristas con pistolas apuntándole. Nos dimos cuenta de que se la habían llevado, aunque no sabíamos si le habían disparado minutos después. Pasaron casi tres semanas hasta que recibimos información y supimos que estaba allí y que estaba viva.
P: ¿Cómo describiría el día en que su madre regresó a Israel? ¿Cuándo se enteró de que estaba entre las personas liberadas?
R: Fue en el tercer día de tregua [Se refiere a la tregua de cuatro días pactada en noviembre, la única alcanzada entre Israel y Hamás en un año de guerra]. Cada día, anunciaban a las familias si su familiar estaba en la lista. A las dos de la mañana, me dijeron que la soltarían al día siguiente. Teníamos que esperar en Holon, en el centro de Israel. Estábamos muy emocionados pensando que la pesadilla iba a terminar. No teníamos ni idea de en qué condiciones iba a llegar, pero sientes tal alivio… Después de siete semanas, puedes respirar. Estábamos esperando cuando nos anunciaron que se la llevaban en helicóptero a otro hospital, el de Be’er Sheva.
Si necesitaba ir allí, no podía ser bueno, porque está muy cerca de Gaza, son 12 minutos en helicóptero. El camino hasta allí nos llevó siglos y, a través de los medios de comunicación, supimos que se encontraba en estado crítico. Cuando la vimos, ya no estaba consciente. Estaba muy grave. Su temperatura corporal era de 28 grados; su pulso estaba en los 40. La habían cubierto con una manta térmica para elevar su temperatura, le dieron medicinas y, después de un rato, la trasladaron a cuidados intensivos. Nos dijeron: «Haremos todo lo que podamos. Ahora se trata de su fuerza». Tenía casi 85 años. Así que empezamos a rezar.
Sentí que nos estaban preparando para decir adiós, su estado no era muy bueno. Pero sucedió el milagro. Fue su fuerza mental, la batalla que libró fue increíble. Le dieron un buen tratamiento, claro, pero también fue su fortaleza en esos meses tan largos.
“«Durante el cautiverio le daban cinco dátiles al día y eso fue lo que comió durante siete semanas»“
No podía caminar. Llegó sin zapatos y apenas le quedaban sus talones. La recuperación fue como trazar un nuevo esquema. Tuvimos que cortarle su pelo largo, perdió muchísimo peso. Durante el cautiverio le daban cinco dátiles al día y eso fue lo que comió durante siete semanas. A veces le daban agua, a veces no. Ni hablamos de duchas. Cuando aún era capaz de andar tenía que golpear la puerta dos veces para que alguien la llevara al baño, pero luego perdió su capacidad de moverse, así que estaba allí y tenía que orinarse encima.
Cuando volvió, no se orientaba y no podía hablar, no entendía la diferencia entre la noche y el día, lo que está bien y lo que está mal. No sabía en qué época estamos, pensaba que estaba en 1936, aunque nació en 1939. Estaba completamente fuera de sí.
“«Sabía que era mi madre, pero no era la mirada de mi madre. Estaba como muerta por dentro»“
P: ¿Os reconocía?
R: Nos reconoció, sí, pero tardó mucho en poder hablar. Al principio sólo movía los labios, tardó unos días hasta que fue capaz de decir en voz muy baja una sola palabra y luego dos y luego tres, y mucho más hasta que la vimos hablar de manera espontánea, porque respondía, pero no iniciaba ninguna conversación.
Fue duro porque sabía que era mi madre, pero había perdido su mirada. Estaba como muerta por dentro. Pasó un tiempo hasta que recuperó su fuerza, su espíritu. Nunca volvió a estar como antes. Ahora necesita cuidados y no podría caminar sin su andador, pero va a conciertos, a ver películas en la residencia de ancianos en la que vive. Recibe terapias y está bien. Se hace más y más fuerte.
P: ¿Qué le ha contado ella sobre esos casi dos meses de cautiverio? ¿Dónde estuvo?
R: No dio muchos detalles y no lo recuerda todo porque no estaba muy consciente. Recordaba el día en que se la llevaron. Estaba sola y trataba de mantener la puerta cerrada, pero no pudo. Eran como cinco hombres. Empujaron la puerta y ella empujó hasta hacerse daño en el brazo. Después, se la llevaron a un coche hasta la entrada del kibutz. La salida era muy pequeña y tuvo que empujarse a sí misma. Luego, la empujaron para subir a la moto. Dijo que el camino fue un desastre, con muchos baches. Tampoco está acostumbrada a ir en moto. Después llegó a Gaza y un montón de gente rodeó el vehículo, muy felices, celebrando que la habían capturado y la golpearon.
Luego la dejaron con una familia, era una pareja con un niño. Le dieron comida, la trataron bien, dice, aunque le quitaron la cadena que llevaba en el cuello. Pero un día después la llevaron a los túneles. No hay una historia lineal, día a día. Son rasgos, figuras. Recuerda que en un momento estaba en un apartamento y los vio, fingió que estaba durmiendo, pero vio a los terroristas coger una arma, subir por la ventana y disparar a un soldado. Uno de ellos la obligó a repetir frases del Corán y cuando lo hizo, le dijo, «vale, ahora eres uno de los nuestros». Es un cautiverio primitivo y caótico.
P: ¿En qué condiciones estaba durante el cautiverio?
R: Estaba tumbada en una colchoneta en el suelo. Le daban muy poca comida. No se ocupaban ni siquiera de llevarla al baño. A veces venían con una botella de agua, pero la ponían en el suelo, lejos de ella. No sé por qué. Si le traes agua ¿por qué no llevársela a ella, si no puede moverse? Tal vez así comprobaban si todavía estaba viva. Sin duchas. Sin zapatos. Su pelo estaba todo enredado, ni siquiera se podía peinar y tenía miles de piojos.
Cuando todo empezó [el 7 de octubre, antes de perder el contacto con ella], mi hermana, que es enfermera, le dijo: «Llévate tu medicina a la habitación segura». Y, de manera espontánea, cuando se la llevaron, la cogió. Así que, por un tiempo, tuvo sus medicamentos. Y cuando se acabaron, ella de alguna manera les explicó que tenía que conseguir más, que si no se pondría muy mal. Le dieron algo, no sé el qué, durante unos días. Lo que sabemos es la condición en la que llegó, que fue realmente mala. Se estaba muriendo.
P: ¿Cómo es la vida de su madre ahora? ¿Es posible volver a la normalidad después de una experiencia así?
R: Ni ella ni nadie en Israel puede volver a su vida. Hay un antes y un después. Pero mi madre era independiente. Era mayor, no estaba muy sana, pero cocinaba, tenía una vida muy plena y normal. Ahora necesita una enfermera las 24 horas, que duerme con ella y la cuida, que le hace la comida y la lleva al baño.
No pudo volver a su casa, porque es uno de los puntos más cercanos a la frontera y aún no es seguro, así que los ancianos que vivían en su kibutz están en la misma residencia para la tercera edad. Está cerca de Tel Aviv, al lado del mar. Ella tiene un pequeño apartamento muy bonito en el piso 12 con el mar enfrente y ve el atardecer todos los días.
Han formado una comunidad, tiene a sus amigos y no está sola. Además, ha empezado a participar en actividades sociales, porque al principio estaba muy encerrada en sí misma y tampoco se sentía como en casa. No es un hogar todavía, pero es cómodo y está segura allí.
“Le pregunté, ¿mamá, que tenías en tu mente? (mientras estaba en Gaza) En psicología se llama disociación, estaba bloqueada. Me dijo: «No pensé en nada, ni siquiera en ti»“
P: Desde el día en que fue secuestrada podemos ver que su cambio físico es bastante evidente. ¿Cómo le afectó ese tiempo en cautividad?
R: Mi madre es muy optimista y creo que eso le ayudó. Le pregunté, «¿mamá, qué tenías en tu mente?» (mientras estaba en Gaza) En psicología se llama disociación, estaba bloqueada. Me dijo: «No pensé en nada, ni siquiera en ti». Intentó jugar con números en su cabeza hasta que se cansaba y se echaba a dormir.
En el hospital siempre me decía que todo iba a salir bien. Incluso ahora nuestra conversaciones terminan con esa frase. De hecho, le he pedido que la escriba a mano y me lo voy a tatuar. Cuando llegó, estaba muy herida en su cuerpo, muy débil, pero su mente es muy fuerte. Lo vi en el hospital y lo puedo ver ahora, que está todo el tiempo pensando en lo mejor. Casi no habla de lo que pasó y no quiere hablar de ello, pero incluso en el hospital, siempre estaba sonriendo y buscaba el lado bueno de las cosas. Así es mi madre.
P: ¿Cómo describiría el tiempo que estuvo esperando a que ella volviera?
R: Horror. Es algo que no te puedes creer que vayas a vivir. Fue tan dramático, tan caótico, tan horrible. Y hay familias que todavía están en esa situación. Para mí, fueron dos meses y es insoportable. No puedo entender cómo siguen allí, cómo lo permite el mundo y nuestro Gobierno. La mayoría en Israel piensa que debería haber un acuerdo, que deberían ser liberados ahora mismo. Seis de ellos fueron asesinados cuando aún estaban vivos. Lucharon en horribles condiciones durante once meses y les dispararon cuando el Ejército se acercaba. […] Para mí, fueron los dos meses más horrible de mi vida, pero para muchos ha sido un año.
“Es muy dramático el cambio cuando ha terminado. Sigue siendo caótico, sigue siendo doloroso. Pero yo sé que mi madre está bien. Puedo verla. Puedo sostener su brazo. Ellos no tienen esa oportunidad, sólo tienen esperanza.“
P: Muchas familias esperan aún al regreso de sus seres queridos; otros ya han recibido la noticia de que están muertos. Ha habido manifestaciones masivas en distintos puntos de Israel. ¿Ha participado usted o su familia en alguna de ellas?
R: Por supuesto, la mayoría de la gente lo ha hecho. Hay una diferencia entre el pueblo de Israel y su Gobierno. Somos víctimas. En nuestro kibutz secuestraron a cinco personas y asesinaron a 15. Y el resto no puede volver a su propia casa, como pasa en el norte. Ahora estoy en Madrid, pero fui uno de los oradores en algunas de las protestas y antes de que la liberaran participé mucho hasta que tuve que estar junto a ella en el hospital. […] Sé lo que sienten las familias porque yo estuve allí. No estás vivo, estás atrapado. Es un día que continúa durante meses. Es insoportable.
Es una sensación muy extraña que llaman la culpa del superviviente porque yo era uno de ellos. Y ya no lo soy. Es muy dramático el cambio cuando ha terminado. Sigue siendo caótico, sigue siendo doloroso, pero yo sé que mi madre está bien. Puedo verla. Sé que ahora la están cuidando. Puedo sostener su brazo. Ellos no tienen esa oportunidad, sólo tienen esperanza.
P: Ha mencionado que algunas familias están pidiendo un acuerdo que permita el regreso de los rehenes. ¿Cree que esta es la mejor solución o debería continuar la guerra en Gaza?
R: La guerra es una herramienta, no es la solución. Israel tiene derecho a defenderse, fuimos atacados, Hamás empezó la guerra, pero ahora traerlos de vuelta es lo más importante porque si no vuelven, Israel nunca volverá a ser lo que era. Es un contrato muy básico entre los civiles y el Gobierno. Sabes que si vives en un país no muy seguro y envías a tus hijos al Éjército, si los toman como rehenes, Israel hará todo lo posible para liberarlos. Ahora mismo, parece que la guerra no va a ninguna parte y creo que debería parar. Deberías traerlos de vuelta, y si necesitas continuar la guerra más adelante, ya lo harás.
La batalla entre Palestina e Israel es muy antigua. No se trata de Israel y los palestinos, es mucho más que esto. Es entre el mundo radical, el mundo fundamentalista y Occidente, y la democracia civilizada. […] Porque esto es ISIS, es como el Dáesh (el autodenominado Estado Islámico), es una yihad. Y Occidente es el siguiente. No creo que nuestro Gobierno tenga otro propósito con esta guerra que su supervivencia política.
¿Vas a seguir luchando para siempre? ¿Qué vas a hacer con el norte? ¿Cómo vas a lidiar con eso? Israel es un país pequeño y nunca tuvimos una guerra tan larga. ¿Cuáles son los resultados? Sólo va mal, mal y mal. Si la causa principal de la guerra era presionar a Hamás y liberar a los rehenes, ¿dónde están? ¿Dónde están después de 11 meses? Siguen allí. La presión del Ejército hizo que les dispararan.