«En África somos brujos blancos, no médicos»
En un momento de la conversación Juan Manuel Laborda Oñate se queda callado, muy callado, guarda un silencio intenso y prolongado, incómodo, se le saltan las lágrimas y empieza a llorar. Es un llanto breve, de apenas unos segundos, que da paso a más silencio. «Disculpe, es que me emociono al recordar tantas cosas», se excusa el doctor en el despacho de su consulta del Hospital Oftalmológico de La Arruzafa, que él fundó a comienzos de la década de los noventa junto a Serafín Rodríguez -este último se desvinculó del proyecto en el año 2000- después de una experiencia poco satisfactoria en el Reina Sofía. Los sentimientos del doctor afloran cuando responde a la pregunta que sigue.
-¿Cómo reacciona una persona cuando, tras operarse, abre los ojos y ve?
-Las primeras veces que fui a África le preguntaba a los intérpretes por la quietud o la falta de respuesta… Y me lo explicaron y ya lo entendí: ellos piensan que están ante el mago, ante el brujo blanco, no ante un hombre ni un médico. Entonces… lo que sienten es un respeto. Muchos se quedan… Es que son tantas vivencias… (Silencio emocionado). Muchos se quedan en la puerta de donde dormimos una vez que los hemos curado, para cuidarnos, con sus machetes y sus todas sus cosas. Al principio, decíamos: ‘¿Por qué está aquí esta gente?’ Luego, los misioneros nos explicaban que no se atrevían a darnos las gracias y que ése era su testimonio.
-¿Qué pierde quien pierde la vista?
-Pues pierde toda la capacidad para muchísimas cosas. Siempre me ha impresionado y me ha emocionado el poder operar y el poder solucionar enfermedades que dejan a las personas incapacitadas. Es así.
-¿El sentido de la vista es el más preciado por el ser humano?
-Sí, yo creo que sí. Porque es el más invalidante para hacer cualquier actividad.
-¿Qué es lo más hermoso que le ha dicho un paciente al que usted le haya devuelto la vista?
-Uf… Agradecimiento expresado de cualquier forma, tanto aquí en España como en otros países. Pero, lógicamente en el mundo occidental y civilizado todo se da más por supuesto. Nos impresiona mucho más la reacción de los pacientes cuando vamos a África. Aquí en España tratamos por lo general a pacientes que están perdiendo la visión pero no están ciegos, pero en África ya han hecho ese recorrido y ya están ciegos.
-¿Por qué decidieron ustedes dar el salto a África? Podrían haber seguido operando sólo en Córdoba, con lo bien que les iba y les sigue yendo.
-Conforme íbamos teniendo éxito y se iba conociendo nuestra actividad, pues distintas organizaciones y ONG venían a vernos para que tratáramos aquí a pacientes que traían, y los tratábamos de forma gratuita. Ése fue el primer paso. Después conocimos a unos misioneros de Tanzania que estaban en Córdoba y yo les pregunté si necesitaban oculistas: hicimos el primer viaje a ese país en 2006.
-¿Qué le llena más, la actividad profesional en Córdoba o la solidaria allí?
-Hombre, aquello es más espectacular, porque están más necesitados y todo lo que se haga tiene una respuesta muy espectacular también. Están ciegos y de repente les cambias la vida. Que a veces hemos tenido algún conflicto.
-¿Han temido por su integridad?
-No. Por ejemplo: darle vista a un jefe masái, que ha dejado su bastón y sus mujeres y está ciego con un lazarillo que le ponen en la tribu, y cuando recupera la visión dice: ‘Mi bastón y mis mujeres’. Y montamos un conflicto, porque si nosotros no vamos no cambiamos los parámetros tradicionales.
-A principios de este siglo hubo un ‘boom’ de la Cooperación internacional. ¿Cómo ha cambiado esa actividad desde entonces?
-La actividad se ha mantenido más o menos. El problema que estamos viendo es que cada vez nos es más difícil ir, porque los países plantean más dificultades. Yo comprendo que debe haber una vigilancia del país para que no haya abusos y una comprobación de que las personas que van allí están preparadas y tienen la titulación necesaria, pero cada vez hay una soberbia injustificada de algunos países.
-Dirán que a qué vienen estos, quién les manda meterse en nuestras cosas.
-Eso es. Yo ya he discutido allí con políticos, con gobernadores de zonas que te dicen que ya no nos van a dar más permisos. A Benin, por ejemplo, donde hemos estados seis veces, no nos dejan volver, porque el Colegio de Médicos de allí no quiere que vayamos, y eso que ellos no prestan la asistencia que nosotros damos. Soberbia: no necesitamos al hombre blanco.
-¿Usted no entiende la medicina si no es como servicio al otro?
-Claro. Hacemos también cooperación aquí. Algunos pacientes pagan, otros están con compañías y otros vienen gratis. La cooperación está en el día a día.
Laborda ha estado treinta y una veces en misiones solidarias, en el Sáhara al principio y después en Benin, Tanzania y Madagascar. Fruto de esa experiencia es el libro que acaba de publicar en una edición limitada de quinientos ejemplares y primorosamente editado con textos extraídos de sus diarios y con vistosas fotografías. Lleva el título de ‘Angalia mwanga’, expresión suajili que significa ‘Mira la luz’. El doctor, nacido en Caravaca de la Cruz (Murcia) en 1957, es el presidente de la Fundación Arruzafa, el brazo solidario de una institución sanitaria que cuenta con casi 150 empleados y que es la única privada de su especialidad en Andalucía
-Este hospital fue desde sus inicios la avanzadilla de la sanidad privada en Córdoba. ¿Fue difícil abrirse camino en una ciudad en la que su hospital público gozó desde casi al principio de un prestigio indiscutible?
-Los principios fueron difíciles. Todo el mundo nos decía que estábamos chiflados. Nos decía: ‘¿Pero cómo os vais a la Sierra? ¿Quién va a subir allí?’ Pero bueno, compramos un chalé, lo reformamos… Y no teníamos dinero. Todo lo hacíamos con préstamos: los bancos nos prestaron mucho dinero, porque creyeron en el proyecto. Y fuimos creciendo, y lo seguimos haciendo. Nuestra intención no fue nunca montar esto tan grande: el concepto era montar una clínica pequeña con quirófanos independientes para hacer una asistencia completa. No pretendíamos llegar tan alto ni llegar a ser uno de los hospitales punteros de Oftalmología en España tanto en número de cirugías como de trasplantes de córnea, y ahora en investigación, porque llevamos a cabo veinte ensayos internacionales en Córdoba. Y en todos los procedimientos de retina estamos en primera línea de capacidad y tecnología. Es difícil: esto hubiera sido más sencillo haberlo hecho en Madrid o en Barcelona, en una gran capital, pero lo hemos hecho aquí y ha salido. Estamos muy satisfechos.
«Era mucho de sanidad pública, pero la abandoné por lo que cuesta hacer todo»
-Perdone que le insista: ¿Cómo han sido sus relaciones en estos años con la sanidad pública?
-Nosotros somos independientes… Hemos hecho contadas listas de espera en convenio con el SAS [Servicio Andaluz de Salud], ha sido algo excepcional. Ahora estamos haciendo una de cataratas. Habremos hecho seis o siete en todo estos años: no ha sido nuestra actividad principal.
-¿Por qué cree que no deja de haber protestas por la calidad del servicio del SAS?
-La gestión es difícil. Yo por eso me fui de la pública. Porque no me sentía completo en mi actividad ni con los recursos suficientes ni con el apoyo suficiente para lo que yo quería hacer. Intenté iniciar procedimientos en el Reina Sofía y fue problemático. Pero aquí no dependemos de nadie, sino de nuestra propia voluntad. Yo era mucho de sanidad pública y me gusta mucho la docencia, formaba a los residentes que llegaron después de mí, pero llegó un momento en el que quise volar y conseguir llevar a cabo procedimientos que era muy difícil hacerlos allí. No es que me lleve mal con lo público, pero sí que es verdad que tienen unas dificultades tremendas por lo que cuesta hacer todo.