Elecciones EE.UU. 2024 | Votar entre la inquietud y la desconfianza
Los cuerpos de más de 3.000 soldados sudistas, entre ellos 2.184 sin identificar, yacen en el cementerio de los confederados de Fredericksburg, en Virginia, escenario de dos importantes batallas de la Guerra de Secesión de Estados Unidos. Hoy, es un lugar apacible, donde las ardillas corretean por la hierba entre las tumbas, que se arraciman en torno al monumento que conmemora «A los caídos de la Confederación» y forman así un rectángulo cruzado por dos aspas, un calco de la bandera secesionista.
Aunque pasa relativamente inadvertido para los turistas que visitan la ciudad, es uno de los numerosos lugares y símbolos que mantienen vivo el espíritu del Sur, la agrupación de estados esclavistas que fue derrotada en esa guerra civil. Una cicatriz antigua, pero no olvidada -la Ladies’ Memorial Association de Fredericksburg, siglo y medio después, aún recauda fondos para el adecuado mantenimiento del camposanto-, que recuerda la fractura política y social más grave que han sufrido los Estados Unidos en su historia.
Un enfrentamiento que encuentra ecos en la polarización política y social de estos días, como subrayan las vallas que ya protegen el Capitolio y la Casa Blanca, las principales sedes de la soberanía nacional, en Washington. Aunque ahora mismo quienes se asoman a esas vallas son, sobre todo, turistas, aún está vivo el recuerdo del asalto al Capitolio por parte de una turba enfurecida de partidarios del expresidente Donald Trump, que el 5 de noviembre se disputa la presidencia con la actual vicepresidenta, Kamala Harris.
Goteo continuo de votantes anticipados
Pese a esa calma tensa, la vida seguía fluyendo este viernes en Fredericksburg, una ciudad que no alcanza los 28.000 habitantes, situada a menos de cien kilómetros de la capital federal. Mientras unos pocos visitantes iban y venían por Caroline Street, la principal arteria comercial, las elecciones se hacían presentes en los carteles de los candidatos que colocan muchos ciudadanos en sus casas y en el centro de votación anticipada, ubicado en un edificio público, junto a la oficina de turismo.
«Han venido cientos de votantes anticipados. Menos que en 2020, pero era lo esperado. Esta es una ciudad pequeña, así que está bastante bien», contaba a RTVE.es D.D. Lecky, ceramista de 44 años y voluntaria del Partido Demócrata, que a primera hora de la mañana animaba a los transeúntes a entrar a votar junto a su marido, Nathan. Ambos alababan el «entusiasmo» por participar en las elecciones, especialmente de los jóvenes, y aseguraban que es «fantástico poder hablar con los electores».
En ese centro de votación del centro de Fredericksburg, un feudo demócrata, los republicanos no han movilizado a sus voluntarios, a pesar de que desde la dirección del partido en Virginia se sigue insistiendo en que Trump puede disputarle el estado a Harris, pese a lo que anticipan las encuestas. Lo cierto es que, desde que Barack Obama ganara allí en 2008, Virginia se ha teñido siempre de azul y, en 2020, Joe Biden, venció a Trump con diez puntos de ventaja. Este año, las encuestas apuntan que la ventaja de Harris es menor, de unos siete puntos, pero parece claramente inclinado hacia los demócratas.
Voto oculto e indecisos
El estado, en cualquier caso, es muy diverso y Fredericksburg, en concreto, es un enclave azul dentro de un mar rojo. La ciudad no pertenece a un condado, sino que es una unidad administrativa independiente, pero a efectos estadísticos federales se agrega al condado de Spotsylvania, inequívocamente republicano y donde Trump ganó por casi siete puntos en 2020. Así, al sureste de Fredericksburg, en la cercana Bellvue, asoman más carteles de respaldo a Trump y su candidato a vicepresidente, J.D. Vance.
Los simpatizantes republicanos, sin embargo, son reacios a hablar con la prensa y muchos de ellos declinan seguir la conversación en cuanto el periodista se identifica. En el centro de votación de Fredericksburg, algún votante deja entrever que ha votado a Trump, pero ninguno lo reconoce claramente: están en territorio rival y prefieren no confirmarlo.
Otros, en cambio, se muestran todavía indecisos, como el mexicano Leopoldo Gutiérrez, obrero de 48 años con ciudadanía estadounidense que descansa junto a su cuadrilla mientras trabajan en una zona residencial: «Estoy entremedias de los dos, ahorita. Hay cosas que me gustan de uno y cosas que me gustan del otro». Gutiérrez, que como latino pertenece a uno de los grupos sociales que puede decantar la votación, asegura que irá a votar el martes 5, aunque el sentido de su voto “lo decidiré en el último momento”.
Inquietud por la violencia política
En este sentido, no parece preocupado por un aspecto que sí inquieta claramente a los demócratas, la posibilidad de que Trump no reconozca una hipotética victoria de Harris y eso desencadene nuevos actos de violencia. «Ya ha pasado y Trump no ha hecho nada por desincentivar a sus seguidores. Sigue diciendo que [el asalto al Capitolio] fue un acto de ‘paz y amor’, pero ellos iban armados y del otro lado solo estaban armados los agentes de la ley», señala Karen Hyland, de 54 años, desde el porche de su casa en el distrito histórico de Fredericksburg.
Hyland recalca que solo teme la reacción de «algunos de los seguidores de Trump, los extremistas» y señala que, por ejemplo, sus vecinos «son conservadores, aunque no sé si votan a Trump, pero sé que nunca apoyarían la violencia política». La casa contigua muestra un cartel de respaldo a Derrick Anderson, candidato republicano que aspira a ganar un escaño en la Cámara de Representantes, pero no hay ningún cartel de apoyo a Trump.
Mucho más contundente se muestra Jacob Black, de 47 años, al salir del centro de votación, donde asegura haber votado a Kamala Harris y se dice convencido de que habrá actos violentos si ella gana: «Creo que no va a pasar en el Capitolio, esta vez están preparados, pero va a pasar en otros lugares». También albergan ese temor John y Leslie Leahy, un matrimonio de jubilados que hacen de voluntarios para el Partido Demócrata: «Sí que me inquieta, puede pasar. Trump sigue alimentando la mentira de que le robaron las elecciones y hace ver que la violencia está bien», asegura ella. Su marido apostilla: “Nos creíamos inmunes a estos actos y no lo somos”.
El peso de la incertidumbre
En cambio, un matrimonio de afroamericanos de mediana edad que se dispone a depositar su voto, se dicen -aunque rehúsan dar su nombre- convencidos de que no habrá estallidos de violencia: «No, no, no lo creo. Las elecciones son una oportunidad para que las personas hablemos. Somos seres humanos», enfatizaba ella.
A la hora de la comida, el continuo goteo de votantes se aceleraba: los estadounidenses están habituados a votar en día laborable y, aunque anticipen el voto, saben acomodarlo a su horario de trabajo. Sobre todo, porque es un proceso complejo, con una papeleta en la que, aunque varía en función de los estados, suele haber múltiples elecciones para cargos tanto federales como estatales y locales, e incluso referéndums. En Virginia, además del presidente, se elige un senador y un representante federales, un senador y un representante estatales que estaban vacantes, los miembros de cuatro juntas escolares y cuatro alcaldes (incluido el de Richmond, la capital), además de votar una exención de impuestos en favor de los veteranos de guerra.
Y aunque la sociedad civil estadounidense siempre se moviliza para las elecciones, sean del tipo que sea, este año la sensación es que la inquietud, la desconfianza y, sobre todo, la incertidumbre, predominan sobre la ilusión que despiertan, en concreto, los dos candidatos a la presidencia. Muchos parecen votar más contra el que menos les gusta que a favor del suyo, así que, gane Donald Trump o Kamala Harris, se espera más alivio que entusiasmo, al menos para la mitad de Estados Unidos.