Elecciones EE.UU. 2024 | El disputado voto latino en Pensilvania

Elecciones EE.UU. 2024 | El disputado voto latino en Pensilvania







Una ruidosa caravana recorre el centro de Allentown durante la soleada mañana del domingo: una docena de coches, empapelados con carteles de apoyo a Kamala Harris y agitando banderas estadounidenses y puertorriqueñas, tocan insistentemente el claxon mientras el reguetón atruena por los altavoces. La comitiva va y viene por el downtown de la ciudad, la tercera más poblada de Pensilvania, y a su paso algunos transeúntes saludan, otros niegan con la cabeza e incluso varios se animan a bailar en los porches de sus casas.

El voto latino, que se antoja decisivo para el resultado en este estado y en todo el país, se disputa calle a calle, hasta el último momento. En Pensilvania viven 1,15 millones de ciudadanos de origen hispano o latino, y buena parte de la comunidad se asienta aquí, en el sureste del estado. El condado de Filadelfia es el que mayor cantidad de latinos acoge, con casi 240.000, pero el que tiene mayor proporción de hispanos es el condado de Lehigh, donde se encuentra Allentown. Así que no es difícil toparse con ellos: uno de cada cuatro habitantes de la región es latino y en la propia ciudad el porcentaje alcanza el 55%, cerca de 70.000 personas.

Aunque Pensilvania no es uno de los estados con mayor presencia de latinos -apenas son el 9% de la población, lejos del 30% que rondan otros estados decisivos, como Arizona o Nevada-, se trata de un segmento muy codiciado por ambos partidos. En 2016, Trump venció en este estado por apenas 44.000 votos y la ventaja de Biden en 2020 fue algo mayor, pero también ajustada, de unos 80.000 votos. Dado que los latinos son el 6% de los potenciales votantes, unos 600.000 posibles votos, pueden desnivelar la balanza y eso lo saben los políticos, que llevan semanas cortejando a la comunidad.

«Aquí han estado todos: Susan Wild, David McCormick, Dave Sunday…», asegura Horacio Orduña, mexicano de 45 años y dueño de El Mercadito, una tienda de ultramarinos de la Séptima Avenida, en el centro de Allentown. Son los nombres de diversos candidatos a cargos electos por Pensilvania el 5 de noviembre, tanto demócratas como republicanos, que se han dejado caer por su establecimiento para hacer campaña. «Nunca aparecen en tres años, hasta que llegan las elecciones», se queja, aunque reconoce que en esta ocasión las visitas han sido más frecuentes: «En veinte años aquí, nunca habían venido tantos políticos».

Ciudadanos e indocumentados

Orduña asegura que piensa votar el martes -«Desde que soy ciudadano, siempre voto», presume- y que ya tiene decidido a quién, aunque prefiere no desvelarlo. Cuando se explica, parece más inclinado hacia Donald Trump: «Los dos son una porquería. Si sale Trump, ya se sabe cómo es: los comentarios duelen, aunque no tienen importancia. Pero si sale Kamala, no ha hecho nada por los latinos como vicepresidenta».

Aunque él no asistió, recalca que Trump reunió a un considerable número de personas el pasado martes a dos manzanas de su tienda, en el pabellón PPL Center, donde celebró un mitin. Porque los dos principales candidatos también han pasado o van a pasar por Allentown: Kamala Harris tiene previsto un acto en la ciudad este mismo lunes, la víspera de la jornada electoral, en el que participarán dos raperos puertorriqueños, Fat Joe y Frankie Negron.

Diario de campaña en EE.UU., día 10: el voto latino

La elección de sus acompañantes no es en absoluto casual, porque los puertorriqueños son, dentro de la comunidad latina, el segmento más codiciado de todos. En primer lugar, por su volumen: casi la mitad de los hispanos de Pensilvania, unas 473.000 personas, proceden de Puerto Rico o son descendientes de puertorriqueños. Y en segundo lugar porque, como la isla es territorio estadounidense -no incorporado, es decir, sin ser un estado de la unión-, sus ciudadanos tienen derecho a residir y, por supuesto, a votar, un privilegio del que no gozan decenas de miles de latinos de otros orígenes.

Es el caso de dos jóvenes dominicanas que se encuentran esa mañana en el restaurante El Tablazo, también en la Séptima Avenida de Allentown: “No podemos votar, somos indocumentadas”, explica una de ellas, que asegura que su marido si puede votar y lo hará por Kamala Harris. Dada su situación legal, prefieren no dar sus nombres, aunque dejan claro que, si pudieran, apoyarían a Harris: “Es la mejor para la comunidad latina”.

La ofensa a los puertorriqueños

Lo cierto es que esa no es una opinión unánime y la comunidad latina tiene cada vez más un voto diverso, que atiende a muchos otros factores además del origen, porque poco tienen común los cubano-americanos de Florida con los trabajadores mexicanos de Las Vegas. Trump, de hecho, suele presumir de que cada vez más latinos votan a los republicanos. Pero este año, su campaña ha cometido un desliz que puede ser decisivo: a diez días de las elecciones, en un mitin celebrado en Nueva York, el cómico Tony Hinchcliffe se permitió decir: «No sé si lo sabéis, pero ahora mismo hay literalmente una isla flotante de basura en medio del océano. Creo que se llama Puerto Rico».

«Eso hirió», reconoce a RTVE.es Álex Batista, puertorriqueño de 71 años y simpatizante de Trump, al tiempo que admite que «puede afectar en algún porcentaje» al respaldo que le den sus compatriotas al expresidente. Justo al día siguiente, Trump visitaba Allentown, así que intentó congraciarse con la comunidad puertorriqueña. No llegó a disculparse, porque no es su estilo y siempre ha recalcado que no fue él quien pronunció el malhadado chiste, sino que optó por la grandilocuencia: «Nadie ama más a los puertorriqueños que yo».





Un mural anima al voto de la comunidad latina en el centro de Allentown

Los demócratas, como es natural, intentan aprovechar el error para decantar el que puede ser el estado clave de las elecciones, de ahí que Harris visite Allentown acompañada de dos artistas puertorriqueños y que en la caravana electoral del domingo abunden las banderas boricuas, además de los cárteles que ya proclaman: «La presidenta». Sin embargo, no todo es tan sencillo, porque, aunque todos reconocen la ofensa republicana, no todos los latinos sienten que sea suficiente como para revertir el voto.

«Kamala está en contra de los mandamientos cristianos», asegura Álex Batista, mientras su mujer, María, de 62 años, asiente a su lado, «esperemos que gane Trump». Y es que una buena parte de los latinos son cristianos y evangélicos, un colectivo muy proclive al candidato republicano, por lo que es sencillo que antepongan sus convicciones religiosas -como la defensa de la prohibición del aborto, que Trump facilitó aupando a tres jueces que apuntalaron la mayoría conservadora en el Tribunal Supremo- a la ofensa identitaria.

La minoría decisiva

No lo cree así Greenberg Lemus, propietario del restaurante La Cocina del Abuelo, también en el centro de Allentown. En el establecimiento, decorado con muñecas catrinas y guirnaldas tricolores, suena música mexicana, aunque Lemus es de origen guatemalteco. «Muchas de las personas que yo conozco y que han votado al otro partido [en referencia al Partido Republicano], prefieren ahora no votar o apoyar a Kamala Harris», afirma.

Lemus no está este domingo en el local, forrado de carteles de apoyo a Harris, pero atiende a RTVE.es por teléfono y subraya que la candidata demócrata «puede cambiar el país», a su juicio mejor que Trump: «Él ya tuvo una presidencia y, aunque prometió muchas cosas, luego no las cumplió».

Una de sus trabajadoras, estadounidense de origen mexicano que prefiere no decir su nombre, ya ha votado por Harris, aprovechando el voto anticipado, que en Pensilvania terminó el martes 28 de octubre. En su caso, le atraen las promesas de ayudas para adquirir una vivienda y la posibilidad de que quienes no tengan la residencia puedan legalizar su situación: «Mi hermana está aquí, pero sería bonito que pudiera viajar».

La inmigración irregular, de hecho, es otro de los asuntos que movilizan a la comunidad latina, aunque no siempre en el mismo sentido, como demuestran los casos de Arizona y Nevada, dos de los estados decisivos en los que también pesará considerablemente el voto hispano. La fuerza de una minoría, la más importante de Estados Unidos, que puede desnivelar en un sentido u otro unas elecciones presidenciales igualadas como pocas.

Fuente: www.rtve.es