El mejillón del mayor vivero europeo mengua, y nadie sabe por qué
Como cada mañana otoñal, los barcos mejilloneros se aproximan al puerto de Vilanova de Arousa entre los bancos de niebla, cargados del molusco recién recogido en la batea, un elemento más del paisaje gallego en el litoral. Solo en la ría de Arousa, son casi 2.000 las estructuras flotantes donde crece el mejillón, cuyo cultivo es fundamental para la economía de la zona. Sin embargo, tanto ‘bateeiros’ como organizaciones e instituciones coinciden en que, desde hace años, la producción de este bivalvo está de capa caída, con menos ejemplares y problemas de crecimiento.
Así lo mostraban varios mercados de las poblaciones cercanas a las rías, donde apenas se podían encontrar ejemplares en verano ante la falta de engorde durante los meses anteriores. Una situación preocupante teniendo en cuenta la importancia económica de esta actividad en las Rías Baixas, donde se dan unas condiciones idóneas de corrientes marítimas que transportan los nutrientes para el cultivo y desarrollo del mejillón, convirtiéndola en el principal vivero europeo de este molusco.
Los factores son múltiples, desde la acidez, la salinidad, a la contaminación o el aumento de la temperatura del agua, pero la incógnita sobre cuál puede ser el principal problema para abarcarlo impide tomar una acción determinada para solucionar una lacra que trae de cabeza a los trabajadores vinculados a esta actividad. Primero fueron los mariscadores, donde estos factores se sintieron antes, con graves consecuencias en su actividad. Ahora, el fenómeno afecta también a los mejillones, cultivados en alta mar, donde ni las corrientes ni la menor temperatura respecto a la zona intermareal les exime de este perjuicio.
«En los últimos dos o tres años sí que se nota [la caída en la productividad]», señala Marcos durante la descarga de un barco mejillonero en Vilanova. El ‘bateeiro’ añade que en la campaña anterior «no hubo cría de selección natural, o muy poca» y, aunque este año fue mejor, «el crecimiento fue muy malo». «Es un problema real y tangible», que afecta especialmente a la producción del «mejillón de calidad», donde bajó «muchísimo». «Hay cantidad de mejillón, pero de poco tamaño», concluye.
Los ‘bateeiros’ que llegan progresivamente al puerto comparten la preocupación. Uno de ellos señala que el mejillón no ha crecido por la «porquería» y el «fango» que afectó a su alimentación, «un año para olvidar», destaca, mientras ayuda a encajar la grúa con los palets para subir el mejillón al puerto, donde es embalado para su transporte. Francisco comenta tras salir de otro barco mejillonero que el problema de producción afecta especialmente a las bateas situadas en el interior de la ría, las que están más próximas a la desembocadura de los ríos. «Un año catastrófico», describe, para precisar que solo han recolectado «un 25% de lo normal» y que el problema viene de largo, desde que comenzaron a tener problemas con la recoleta de las semillas en las rocas: «Hace tres años desaparecieron completamente».
Desde la Organización de Productores de Mejillón de Galicia (Opmega), la más representativa del sector, coinciden en que el problema de la producción se ha incrementado en los últimos tres años, «un asunto complejo y difícil de explicar», ya que hay múltiples factores en juego, indica su presidente, Ricardo Herbón. Destaca que se están llevando a cabo estudios para determinar «cuál es el factor más determinante en todo esto» para poder llevar a cabo acciones que «minimicen» la problemática.
Aumento de la acidez
Una de las formas de analizar las posibles causas del fenómeno es a través de los datos que obtienen las estaciones de medición de organismos como el Instituto Tecnológico para el Control del Medio Marino de Galicia (Intecmar). En este caso, monitorizan el estado de las zonas de producción y se encargan de analizar su estado, así como su apertura o cierre, teniendo en cuenta factores como la cantidad de fitoplacton, y contaminantes microbiológicos y químicos.
De hecho, en función de la carga microbiológica (cuyo indicador es la bacteria E. coli), las zonas se clasifican en A, B o C dependiendo de si es mayor o menor. Mientras que en las zonas clasificadas como A el producto puede llegar directamente al consumidor sin que su consumo suponga un riesgo, las bateas de clasificación B –la mayoría en el caso de Galicia– requieren una depuración previa y las de tipo C cuentan con requisitos previos de tratamiento más exigentes.
La directora de Intecmar, Covadonga Salgado, explica que la situación microbiológica es cada vez mejor en Galicia «por lo general», aunque también tienen constancia de las quejas por parte de los ‘bateeiros’. Si bien la contaminación no parece agravarse en el tiempo, indica que «el pH, por lo general, está bajando». Una acidificación del agua que aumenta «en milésimas» cada año pero que supone «centésimas» al analizarlo en décadas, añade Salgado. Un cambio que afecta al desarrollo de la concha del molusco y que podría explicar la menor capacidad para adherirse a las cuerdas de las bateas, soltándose y perdiéndose en la mar.
Pero es solo un factor entre otros, como el aumento de la temperatura de las aguas, que afecta menos a las bateas frente a los bancos marisqueros debido a la profundidad a la que se encuentran, en superficies más frías con mayor afloramientos de nutrientes, aunque «no es descartable que afecte a las semillas», que se recogen en las rocas, destaca Salgado.
Temperaturas elevadas
Otra de las consecuencias del aumento de las temperaturas marítimas es su impacto en el ecosistema del mejillón. La investigadora del Centro de Investigación Marina (CIM) de la Universidad de Vigo, Paloma Morán, señala este factor como determinante a la hora de explicar la proliferación de algas y depredadores naturales de este molusco, como las estrellas de mar. Otro factor que añadir para explicar el fenómeno. «Al tener la temperatura del mar tan alta se reproducen más algas y desplazan a otras especies. Entonces, [los mejillones] se enfrentan a problemas como lo que ocurre con las estrellas de mar, que van a las cuerdas de las bateas y se los comen», afirma Morán.
La docente e investigadora participa en varios de los estudios que se llevan a cabo en la actualidad para analizar aspectos como la cría de este bivalvo y su desarrollo en instalaciones como la isla de Toralla. Junto a otras iniciativas desarrolladas por instituciones como Intecmar o el Consejo Regulador de la Denominación de Origen del Mejillón de Galicia, es la principal baza para determinar el alcance de esta problemática y poder diseñar líneas de actuación claras para poner solución al asunto.
La responsable del departamento de I+D+i de este Consejo Regulador, Ángeles Longa, añade a la ecuación el factor cíclico, una posibilidad teniendo en cuenta que ya hubo malas campañas en el pasado. En cualquier caso, destaca la importancia de los estudios para que los ‘bateeiros’ puedan tomar decisiones con «una información mucho más veraz». Destaca también la importancia de la «correcta identificación» de este producto que forma parte de la «tradición» gallega y la lucha contra el fraude.
Posibles soluciones
Aunque algunos particulares proponen soluciones como mover las bateas para que los mejillones estén a mayor profundidad, en aguas más frías, o que se financie la limpieza de estas estructuras flotantes, que tendría un elevado coste, el presidente de Opmega señala que, más allá de casos individuales, «la solución tiene que venir de otro lado».
«Vamos a adaptarnos a las circunstancias e intentar acelerar los procesos en la medida que nosotros podamos intervenir, porque hay una parte que es la propia naturaleza», asevera Ricardo Herbón, que aboga por «seguir luchando» a la espera de identificar «al principal enemigo» tras la caída en la producción y dificultades de crecimiento del mejillón.
Sin embargo, hay otros factores cuyo impacto es desconocido y difícil de medir, con el impacto de los embalses o la contaminación que se vierte en las ríos que desembocan en el mar. Un melón pendiente que podría arrojar luz ante la sombra que permea a este molusco.