‘El inventor de viajes’ así es el cuento de Irene Vallejo
Un regalo para un niño que va a nacer, el cuento que escucha un bebé con una enfermedad rara en la incubadora, una adaptación de un clásico, todo eso es El inventor de viajes, un libro que Irene Vallejo dedica a su hijo: «A Pedro, que sueña todos los viajes…«.
El pequeño nació con el síndrome de Pierre Robin, ahora ya ha cumplido 10 años, y sale adelante gracias a los cuidados dispensados por la Sanidad y la Educación pública, un hecho que la escritora no se cansa de agradecer en todas sus intervenciones.
«Te voy a contar un increíble viaje que jamás hice. Me he inventado mis aventuras de principio a fin porque soy una embustera redomada. Me juego lo que quieras: cuando relate mi historia te vas a quedar con la boca abierta por la sorpresa y dirás que no se parece a nada que tú conozcas».
Ciencia ficción clásica
Irene Vallejo da una nueva vida a las Historias verdaderas, de Luciano de Samósata, el primer libro de ciencia ficción de la Historia. La autora de El infinito en un junco vuelve al mundo clásico en un hermoso relato ilustrado por José Luis Cano y editado por Siruela.
Fiel al original, con alguna licencia como que la voz del narrador es femenina, narra la travesía de una ávida viajera por mundos imaginarios. La escritora recuerda que Luciano, sirio de origen semítico, de cultura griega y ciudadano de Roma, intentó dedicarse al Derecho y luego fue escultor, pero acabó ganándose «sus buenos dineros» como filósofo ambulante, algo increíble hoy en día.
A partir del clásico grecorromano, Irene Vallejo hila un cuento para lectores de cualquier edad deseosos de volar en alas de la fantasía y vivir aventuras sin fin. La escritora se basa en esta antigua parodia de los relatos de navegantes y recupera el primer viaje en una nave voladora gracias a la fuerza de un tifón.
El deseo de viajar
La protagonista parte al otro lado del mundo cruzando el gran océano de occidente, enrola a 49 marineros y a un experto piloto con las cejas espesas y la larga barba de un viejo lobo de mar, movida por el deseo de viajar y llegar a tierras desconocidas.
«Tengo una insaciable curiosidad por saber qué pueblos viven en la otra orilla y por ver lugares nunca vistos«.
En su camino, los navegantes se cruzarán con tormentas, volarán hasta la luna, se verán envueltos en batallas entre los selenitas y las tropas del rey del Sol, patinarán sobre hielo y llegarán a la isla de los sueños.
En una aventura marinera no puede faltar el episodio en el que el barco es tragado por una ballena, motivo recurrente desde la Biblia a Pinocho, en este caso dentro del mamífero cabe un bosque entero y un grupo opresor que reclama el pago de tributos.
«Nos enfrentaremos a ellos para vencerlos y vivir sin temor el resto de nuestra vida -exclamé.»
A lo largo del periplo aparecen criaturas quiméricas como los calabazapiratas, los nueznautas y los pulgarqueros y la tripulación se ve envuelta en singulares batallas. Una vez más, Irene Vallejo nos invita a acompañarla en un viaje infinito.
«Las islas y los mares más maravillosos están fabricados con fantasías tan verdaderas como las que has escuchado, y esas fantasías nacen de los corchos de botella y las cáscaras de nuez. Todos los cuentos que habitan libros como este de aquí están llenos de mentiras de un tipo muy especial: mentiras con aviso, mentiras juguetonas que no son para engañar, mentiras para divertirse y viajar«.
Cinco años de El infinito en un junco
En la presentación de El inventor de viajes en Madrid se dieron cita escritores, lectores, bibliotecarias, miembros de «la tribu del junco» e incluso un marinero griego que se disculpó por su tosco español. Irene Vallejo volvió a mostrar su perplejidad ante el éxito de un ensayo de 500 páginas «lleno de insensateces» traducido a 45 lenguas.
En el quinto aniversario de El infinito en un junco, cuyo texto se ha usado en exámenes de Selectividad y en oposiciones, su editora de Siruela apunta que se han vendido 1,2 millones de ejemplares y asegura que, con el tiempo, superará al otro gran longseller de la editorial El mundo de Sofía.
Irene Vallejo confiesa que, dadas las circunstancias en las que escribió su ensayo, como terapia espiritual en ratos robados al hospital, echó el resto y pensó que iba a ser su último libro, así que anima a todos a perseguir sus sueños sin descanso porque «lo que me parecía el final era el principio«.