el infierno de buscar el sueño americano

el infierno de buscar el sueño americano







En los últimos años, las muchas crisis económicas y políticas que ha vivido América Latina han dejado un largo reguero de inestabilidad a lo largo de todo el continente. Millones de venezolanos llevan años protagonizando el mayor éxodo que se recuerda en décadas y otros cientos de miles de personas huyen cada año de la violencia cada vez más evidente en países como Ecuador, Colombia y Honduras. Por no hablar de la desesperación que deja la persecución política en Nicaragua, Cuba, El Salvador o Guatemala. Todo esto ha convertido la ruta migratoria americana en la más numerosa del mundo. Es una peregrinación de miles de kilómetros que busca en Estados Unidos y Canadá un lugar seguro en el que poder seguir con vida y con futuro.






Cientos de migrantes se acumulan en este parque de Ciudad Hidalgo, muchos sin recursos tras haber sufrido atracos por el camino. SARA DE LA RUBIA / MSF

Según los datos oficiales del gobierno estadounidense, se registraron más de 2.500.000 de «contactos en sus fronteras» en 2023, una cifra que incluye entradas y detenciones que ha supuesto un récord sobre lo registrado en años anteriores y que ha situado a la migración como un elemento clave de la pelea política en año electoral.

Donald Trump aprovecha sus mítines electorales para prometer la expulsión de millones de personas a las que llama «criminales y terroristas», a la vez que acusa a su rival, la vicepresidenta Kamala Harris, de haber permitido poco menos que una invasión demográfica. Por su parte, la aspirante demócrata, que tuvo el encargo de gestionar la frontera en los primeros meses de la administración Biden, promete reformar un «sistema migratorio roto» y reforzar la frontera. Para la historia quedó aquel «no vengáis» que la hoy candidata demócrata pronunció hace tres años en Guatemala. Sin embargo, antes de llegar a los EE. UU., los migrantes tienen que superar un camino lleno de obstáculos a lo largo de todo el continente americano. 

La selva del Darién: el gran obstáculo que sortear

Dadas las restricciones para viajar directamente a los Estados Unidos para todos aquellos que no dispongan de un visado, la gran mayoría de las personas que optan por migrar hacia el norte tienen que hacerlo por vía terrestre en un recorrido que se topa con la frontera entre Colombia y Panamá como gran obstáculo.

La selva del Darién se ha convertido en una etapa tremendamente dura para todas las personas que se desplazan por el continente. Es un entorno difícil de recorrer en el que tienen que cruzar ríos y subir montañas, pero en el que sobre todo se producen agresiones que hielan la sangre.

«En el Darién vimos gente muerta por el recorrido y sufrimos varios ataques. Nos robaron todo», cuenta Kary, una migrante venezolana. “Llevan armas horribles. Nos humillan. Te tiran al piso como si fuéramos unos perros, unos animales”, dice Carol, que acaba de llegar con una familia de nueve personas hasta México. Los recién llegados al país norteamericano narran un recorrido físicamente exigente, pero que deja grandes secuelas psicológicas también.

«La gente que está dentro de la selva hace lo que quiere. Roba, mata y violan a mujeres y a niñas. También a niños. No les importa si son chicos, chicas o viejas, las violan y punto», cuenta otra mujer horas después de cruzar el río Suchiate, que separa Guatemala del estado mexicano de Chiapas y que es ya el principal punto de entrada.

Extorsiones, violaciones, secuestros: el infierno de la ruta migratoria hacia EE.UU.

«Algunos dicen que son indios, pero llevan ropa muy parecida a la de la guardia de Panamá y yo creo que están todos conectados», señala Natalia, una mujer colombiana que dejó su país por la persecución de un grupo armado y que reconoce que jamás pensó en marcharse. «No me quedó más remedio porque esa gente me buscó en otras ciudades de Colombia y me encontró. Me fui tras sufrir violaciones allí, pero también ha pasado en el Darién, en Guatemala, y nada más pisar México al cruzar el río», relata entre sollozos. «No entiendo por qué. Sales sin pensar en un camino en el que vives extorsiones, vives violaciones y secuestros. Vives muchísimas cosas cuando sales de tu país», insiste a la hora de pensar si esta ruta ha merecido la pena.

La violencia y las heridas que no se curan

Nada más cruzar el Darién, los migrantes encuentran en Panamá y Costa Rica países más tranquilos, aunque no exentos de las dificultades que azotan a los extranjeros en cualquier parte. Hay atención humanitaria, pero también muchos problemas para obtener los recursos que se han dejado por el camino y que suponían prácticamente todos los ahorros de sus vidas. En Nicaragua sufren robos habituales y en Guatemala son víctimas, por un lado, de las pandillas que cada vez ganan más terreno y, por otro, de la corrupción de algunos cuerpos policiales.






Familias enteras llegan a México tras cruzar la selva, en el inicio de una nueva etapa en su camino migratorio hacia Estados Unidos. SARA DE LA RUBIA / MSF

Al rato de conversación, Natalia desvela que fue allí dónde vivió uno de los peores momentos del camino: «Nos detuvo la policía y nos pidieron todo el dinero que llevábamos. Como no nos quedaba casi nada, nos cogieron a las mujeres y nos metieron los dedos en nuestras vaginas porque decían que lo teníamos escondido. Pero no encontraron nada. Nos agarraron del pelo y nos obligaron a hacerles sexo oral mientras los hombres que iban con nosotras estaban rodeados por policías armados. Cuando hicieron lo que quisieron, nos dijeron que ya habíamos pagado y se marcharon. Nos quedamos ahí, en medio de la nada».

Natalia es capaz de hablar con RTVE a pesar de que está en tratamiento con Médicos Sin Fronteras tras una grave afectación de salud mental. Son sus heridas del camino. «Me ha quedado un pánico terrible cuando salgo a la calle ahora en México. Porque los uniformes son muy parecidos a los de Guatemala. En cuanto veo a un policía me entra el miedo más horrible», asegura mientras intenta pensar en cómo seguir su camino más allá del sur del país. No sabe ni cómo ni cuándo. Lo único que tiene claro es que se quieren marchar de Chiapas y que no puede volver a Colombia.

«Allí me quieren matar y tengo aún a varios familiares que están escondidos. Tengo cuatro razones vivas en Colombia para seguir adelante«, dice con una clara vocación. “Cuando pueda establecerme en un sitio seguro, aquí o en los Estados Unidos, intentaré que vengan conmigo”. Sin embargo, llegar a México solo es una etapa más del camino que todavía tiene muchos peligros.

Fuente: www.rtve.es