el gran padrino de Israel

el gran padrino de Israel







Cuando a finales de 1898 Theodore Roosevelt se presentó a gobernador del estado de Nueva York la comunidad judía hizo campaña por él editando panfletos en yiddish, valoraban su participación en la guerra de Cuba contra España, que interpretaron como una venganza por la expulsión de los judíos en 1492. Teddy Roosevelt fue muy activo contra la discriminación de los judíos en Nueva York y contra los pogromos en Rusia, y ya como presidente en 1918, tras la Declaración Balfour, declaró que le parecía «del todo correcto construir un estado sionistas alrededor de Jerusalén, ya que sólo puede haber paz si se les da Palestina a los judíos». Pero Roosevelt no fue el primer político estadounidense en expresar su apoyo y su admiración por los judíos.

Un poco de Historia

Hay mucha literatura, sobre todo de fuentes judías, sobre la relación entre los Estados Unidos y el judaísmo, la Biblioteca Virtual Judía afirma que esa relación se remonta al mismo nacimiento de los Estados Unidos, cita una frase de John Adams a Thomas Jefferson, ambos venerados padres fundadores del país: «Insistiría en que los hebreos han hecho más que ninguna otra nación para civilizar al hombre». Señala también que los colonos que llegaron a lo que luego serían los EE.UU. se inspiraron en el relato bíblico del pueblo hebreo y que esa lengua, el hebreo, fue obligatoria en la universidad de Harvard hasta 1787. Y son varias las citas a los artífices de la independencia y la Constitución de los Estados Unidos en que muestran su apoyo a la idea de que se estableciera un estado para los judíos en Palestina, algo que llegaría en 1948 tras el Holocausto y la derrota de la Alemania. Los colonos de los Estados Unidos, blancos cristianos, que huían en algunos casos de persecución en Europa, además del hambre, veían en el relato bíblico del pueblo hebreo una inspiración, y en el Nuevo Mundo, la Tierra Prometida, The Promised Land.

En 1948 Los EE.UU. del presidente Harry Truman fueron el primer país en reconocer de facto al nuevo estado, «a los once minutos de la proclamación de independencia».

Ayuda diplomática y material al estado de Israel

Quien siga la información internacional sabe que cualquier resolución de la ONU que condene al gobierno de Israel tiene prácticamente imposible prosperar por el derecho de veto de los Estados Unidos en tanto que miembro permanente del Consejo de Seguridad. Los otros cuatro son Rusia, China, el Reino Unido y Francia. Según la organización Chicago Council of Global Affairs, el primer veto de los EE.UU. a una resolución contra Israel fue en 1972, y de entones hasta finales del año pasado (2023) ha ejercido ese derecho para defender a Israel en 45 ocasiones, la mitad del total de vetos estadounidenses (89) desde la creación de la ONU en 1945. De esos 45 vetos de Estados Unidos a resoluciones críticas con Israel, 33 se referían a la ocupación de territorios palestinos o al trato de los ciudadanos palestinos.

En cuanto a la ayuda material, los datos oficiales más recientes (2022) del gobierno de los Estados Unidos de la «ayuda» a Israel: 3.300 millones de dólares. Casi enteramente en ayuda militar, Israel es un país rico que no necesita ayuda al desarrollo. En el ejercicio de 2022 sólo un país superó a Israel como receptor de ayuda de EE.UU., Ucrania, en guerra desde ese 2022, que recibió 12 mil millones de dólares, la mayoría dedicados a la economía y el desarrollo ucranianos. Hasta que llegó la matanza perpetrada por Hamas el 7 de octubre de 2023. A raíz de esa agresión el Congreso de los Estados Unidos aprobó esta primavera unas partidas que sumaban 26 mil millones de dólares para Israel, más de la mitad, unos 14 mil millones, en ayuda militar incondicional. El mayor paquete de ayudas que recibe Israel desde su fundación. La ayuda militar se materializa en tanques, munición, bombas, cohetes y otro armamento.

Tel Aviv sabe que puede contar con Washington para las cuestiones más importantes, aunque esa sintonía pueda tener a veces discrepancias, más de matiz que de fondo, en función del gobierno en cada uno de los países. Tal vez el mayor desencuentro se produjo entre Barack Obama y Benjamin Netanyahu, otra cosa era la relación que mantenía con Netanyahu el vicepresidente de Obama, Joe Biden.

¿Por qué?

Hay varios factores. El apoyo de Estados Unidos a Israel se vuelve casi incondicional en la Guerra Fría cuando Washington considera que es el principal elemento de contención a la influencia de la Unión Soviética, el comunismo, en Oriente Próximo (Medio para los EE.UU.), y que la estabilidad en esa región es indispensable para una prioridad, la estabilidad del mercado del petróleo. Por esa misma razón Washington también consideró de interés estratégico apoyar estados como Egipto y Arabia Saudí. Otro elemento que aparece al terminar la década de los 70 es la revolución de los ayatolás en Irán que derroca el régimen del Sha, y lleva a cabo la toma de rehenes estadounidenses en la embajada en Teherán, a raíz de lo cual ambos países dejaron de tener relaciones diplomáticas.

En cuanto a las razones internas para el apoyo a Israel destacan dos que están conectadas, la opinión pública, y por lo tanto los votos, y el lobby judío que ejerce, sobre todo, el AIPAC (American Israel Public Affairs Committee). Cualquier político que quiera hacer carrera o mantenerse en el cargo acude a la conferencia anual del AIPAC. Se les tiene que ver ahí. No es el único grupo de presión judío, pero sí el más importante con diferencia y el más conservador. Como contrapeso progresista se creó en 2008 el grupo J Street, una denominación con doble sentido, «Calle J», J por judío, y calle por alusión a la calle K, la calle de Washington donde tienen su sede la mayoría de lobbies de todo tipo. El AIPAC es pues más cercanos al Partido Republicano y J Street, al Demócrata.

Pero, como suele decirse en castellano, reparten los huevos en varias cestas. Algo bueno de los EE.UU. es que es relativamente fácil seguir el rastro del dinero en política, del lobby. No toda, pero sí mucha de la presión que ejercen sobre los políticos diversos grupos de interés es transparente. Por ejemplo, en la misma web de AIPAC se jactan del dinero donado a la campaña electoral de las últimas legislativas (2022): «Apoyamos a 365 candidatos, Demócratas y Republicanos, pro-Israel con más de 17 millones de dólares de contribución directa (…) Ayudamos a derrotar a 24 candidatos que habrían socavado la relación EE.UU.-Israel», muestran con foto a los 365 congresistas que apoyan y destacan como lema que ser pro-Israelí es una buena política y es beneficioso. Y se informa de los candidatos a quienes apoyan en estas elecciones (además de presidenciales son también legislativas) y se invita a aportar dinero a sus campañas. Lo mismo hace, aunque con menos presupuesto, el progresista J Street, también invita a contribuir a una selección de candidatos y da prioridad a aquellos cuyo escaño está en riesgo de pasar al otro partido.

El periódico británico The Guardian analizó a finales del año pasado la relación entre donaciones a congresistas y su voto, y halló que efectivamente había una correlación: «Los congresistas que más apoyaron a Israel al inicio de la guerra en Gaza habían recibido 100.000 dólares más de media (de grupos proisraelíes) que quienes apoyaban a los palestinos. Los que más dinero recibieron de grupos proisraelíes con mayor frecuencia pidieron apoyo militar de los EE.UU. y respaldaron la respuesta israelí, incluso cuando el número de civiles muertos en Gaza empezó a aumentar».

Fruto del legado histórico mencionado y de la labor de los lobbies la opinión pública en Estados Unidos ha sido mayoritariamente pro-israelí, pero la respuesta del gobierno de Netanyahu a la matanza del 7 de octubre y los cambios en la sociedad estadounidense han introducido matices en ese apoyo.

Opinión pública: se matiza el apoyo

Según el sondeo más reciente del respetado Pew Research Center, efectuado del 16 al 22 de septiembre, antes del último lanzamiento de misiles de Irán contra Israel, ha aumentado el número de ciudadanos, un 61%, que quieren que su gobierno se involucre en encontrar una solución diplomática. También ha aumentado ligeramente el porcentaje de quienes consideran que la represalia contra Hamas es excesiva, un 31% comparado con un 27% en diciembre. Nótese que, a pesar de ese aumento, quienes consideran desproporcionada la respuesta de Israel no llegan a un tercio de la población.

24 horas – Protestas pro palestinas: «Una nueva generación se cuestiona el apoyo de EE.UU a Israel» – Escuchar ahora

Otro fenómeno que reflejan los sondeos de opinión y recogen otros dos centros de análisis, el INSS (Institute for National Security Studies) y el Brookings, es que se da una división creciente ideológica y generacional. El grupo más pro-israelí es el de las personas mayores votantes republicanas, y el menos, los jóvenes que simpatizan con los demócratas. El ejemplo más flagrante de esta división han sido las protestas en varios campus universitarios de los EE.UU. Una división generacional que se debe también a la evolución demográfica con una sociedad cada vez más diversa religiosa, étnica y culturalmente. Si los jóvenes progresistas son los más críticos con el apoyo a Israel, es de cajón que el partido perjudicado por la situación actual es el Partido Demócrata, el del presidente Biden y de la vicepresidenta Harris. En cuanto a la religión, el mayor apoyo a Israel se da entre los judíos y los blancos evangélicos, estos últimos son un pilar electoral del Partido Republicano y de Donald Trump.

Es interesante la conclusión a la que llega el artículo del INSS de marzo de este año: «El gobierno Biden ha respaldado la respuesta militar de Israel y las encuestas de opinión reflejan una pérdida de apoyo dentro del Partido Demócrata, lo cual, en año electoral, ejerce presión sobre las decisiones políticas. Israel debe tener en cuenta los factores internos en el debate público en Estados Unidos, ya que afectan a las decisiones del gobierno Biden y al futuro de las relaciones entre los Estados Unidos e Israel. Israel tiene que ser consciente de las implicaciones de sus acciones en la política estadounidense».

Donald Trump, Kamala Harris e Israel

De todo lo comentado anteriormente es fácil deducir dos cosas: una, todo aspirante a presidente de los Estados Unidos tendrá un política de apoyo a Israel; dos, ese apoyo será mucho mayor, acrítico incluso, si se trata de un político republicano. En el caso de Donald Trump no es una suposición, sino una constatación en sus cuatro años de presidencia. El presidente Trump cruzó una línea roja, una más, un tabú, de la política internacional, reconoció Jerusalén como capital del estado judío y, en consecuencia, trasladó la embajada de los EE.UU. de Tel Aviv a la ciudad núcleo de todas las disputas, Jerusalén. Con esa decisión Trump destruyó toda aspiración de los palestinos a ver en Jerusalén Este la capital de un hipotético, y cada vez más inviable, estado palestino. Cabe decir que el presidente Joe Biden no ha deshecho ese movimiento, ni era de esperar. Biden ha sido en su larga carrera política vehemente en su apoyo a Israel, y ya hace casi treinta años, en octubre de 1995, durante la presidencia de Bill Clinton, afirmó que Jerusalén era la capital de Israel y pidió en el Senado que los Estados Unidos así lo reconocieran.

En cuanto a Kamala Harris, la vicepresidenta y candidata a presidenta intenta contentar a todo el mundo, insiste en su apoyo al derecho de Israel a defenderse y, a la vez, por convicción o por interés electoral (las críticas entre su electorado a la política de Biden con Israel), subraya el sufrimiento de miles de víctimas palestinas inocentes y reclama para ellos el derecho «a la libertad, la dignidad y la autodeterminación». En campaña el expresidente Trump ha dicho de la vicepresidenta y rival que «no le gustan los judíos». Ahí es nada la afirmación cuando el marido de Harris es judío y en su hogar celebran las tradiciones judías tanto como las cristianas.

En un artículo reciente el Washington Post planteaba cómo podría cambiar la política exterior con la presidenta Harris, basándose en fuentes cercanas al gobierno y en declaraciones públicas de la candidata. Destacaba que, por lealtad y porque es la vicepresidenta, procura no disentir de la política de Biden y que no cabe esperar grandes cambios, si se convierte en presidenta, salvo, precisamente, en la relación con Israel. Con Harris aventura el Post que la Casa Blanca se enfrentaría más a Netanyahu, incluso podría plantearse poner más condiciones a la ayuda que presta EE.UU. a Israel y le forzaría a respetar tribunales internacionales. Pero el artículo incluye esta alerta, «varios veteranos en Oriente Medio advierten de que cambiar la política de los EE.UU. con Israel puede ser difícil políticamente».

Fuente: www.rtve.es