El auge del alquiler temporal dificulta de encontrar piso
Andrés lleva varios meses intentando buscar un piso en alquiler en la ciudad de Cádiz, algo que le está resultando complicado. «El 90% de los que hay disponibles son de temporada», cuenta, y se trata de inmuebles de dos o tres habitaciones por 800 o 900 euros al mes. «Te piden estar 10 meses en esa casa y en verano te tienes que ir porque se va a poner como piso turístico para seguir haciendo negocio», explica a La Hora de la 1. Con todo, señala que toda esta situación «te obliga a irte más lejos de donde tienes que trabajar».
Él, además, se ha sacado recientemente una oposición, pero se queja de que «hoy en día, tener un trabajo no te garantiza tener un techo, es algo totalmente surrealista».
Por tanto, hace hincapié en que es un problema que afecta a toda la población, pero sobre todos los jóvenes. «Yo, a pesar de tener una plaza de trabajador público, yo no tengo garantizada una vivienda con un salario medio», critica. Como dice, esta situación hace que muchos tengan que compartir piso hasta los 30 o 40 años.
Pese a todo, Andrés dice que seguirá buscando piso porque su plan es empezar a vivir en Cádiz a partir de octubre. Por ello, asegura que va a seguir llamando para intentar convencer a los caseros para que le deje quedarse también en verano, pero cree que este es un problema que necesita una solución más concreta: «No tiene solución alguna mientras no haya una regulación de los alquileres de temporada».
Los expertos piden más regulación
Para Santiago Carbó, catedrático de Economía de la Universidad de Valencia, esta cuestión ya se apreciaba en las islas hace años, pero se ha ampliado por el territorio. «Ahora está prácticamente ocurriendo en todo el país», señala, «y daña a todos, no solo a los jóvenes, porque si España quiere ser más competitiva y atraer talento tenemos que ofrecer a todas estas personas, sobre todo a los jóvenes, una vivienda. Es algo básico», incide.
Además, el experto señala que el daño económico de este fenómeno “se puede estimar y valorar” a nivel económico. «Es más fácil medir los daños materiales que los morales o psicológicos, porque es una tensión enorme, sobre todo, para las generaciones más jóvenes», explica.
¿Qué se puede hacer entonces con el alquiler de temporada? «No es fácil», señala, porque las medidas tomadas hasta ahora han “sobrerregulado” el mercado, lo que ha hecho que muchos propietarios retiren viviendas del mercado. «Ahora se van a fórmulas más liberales, como el alquiler vacacional», cuenta, y pone el foco en afinar otras medidas: «Tenemos que hacer una regulación en la que podamos garantizar que ese alquiler vacacional no haga un mal uso».
Así, Carbó apunta también a comprobar a qué actividades se destinan ciertas viviendas y generar garantías para ambas partes: «Hay que alcanzar un equilibrio entre los inquilinos y estimular a propietarios para que ofrezcan vivienda que cumpla estos requisitos», incide. Por tanto, apuesta por «pensar otra fórmula» que evite que haya más propietarios que retiren sus viviendas para el alquiler regular durante todo el año, no el vacacional, con el fin de no intensificar el problema.