discurso completo Premios Princesa de Asturias
La poeta Ana Blandiana, cuyo verdadero nombre es Otilia Valeria Coman, es la primera persona de Rumanía que logra un premio Princesa de Asturias y ha reivindicado en su discurso en el Teatro Campoamor de Oviedo el poder de la poesía para «construir otra realidad en la que podemos salvarnos«.
Sobreviviente a un exilio interior, Blandiana, hija de «un enemigo del pueblo», cuyo seudónimo honra a la aldea natal de su madre, ha recordado al inicio de su parlamento a Platón -la concesión de los laureles a los poetas significaba su pronto destierro- y a su patria Rumanía: «Dacia Felix cuando fue conquistado por el emperador Trajano, pero que en los cuentos de hadas rumanos se llama el lugar donde las cimas de las montañas se embisten, un lugar enclavado entre varios imperios enemigos y enemistados entre sí».
Un país latino a orillas del Mar Negro «exiliado en el otro extremo del continente», que da un carácter singular a Rumanía y «nos ha dado, junto con la conciencia de que somos diferentes de los que nos rodean, el sentimiento de soledad en la historia«.
Blandiana reflexiona sobre el papel de la poesía en un «mundo secularizado, tecnificado, informatizado y globalizado» y que, para ella, sigue representando «un capital de esperanza» y se pregunta: «¿Puede «ese algo liviano, alado y sagrado», como definió Platón a la poesía, detener nuestra caída hacia la nada?».
Resistencia a través de la poesía
La respuesta vital de Blandiana es conmovedora y testimonia el poder salvador de la poesía. Cuenta que en las cárceles comunistas de Rumanía, en los años cincuenta y sesenta se produjo «una auténtica resistencia a través de la poesía».
Los versos eran la vía de escape a la detención física: «A falta de lápiz y papel, que estaban prohibidos, todo poema necesitaba para su existencia de tres personas: la que lo componía, la que lo memorizaba y la que lo transmitía a través del alfabeto morse». En estas precarias circunstancias se compusieron miles de poemas que volaron de las rejas.
En sus libros de memorias, los presos políticos describen, como un ritual sagrado, la transmisión de los nuevos poemas, si había traslados de una prisión a otra. «Una verdadera sinfonía de resistencia espiritual, un intento de convertir el misterio de la poesía en un arma de defensa contra la locura».
Tabla de salvación
Para la premiada con el Premio Princesa de Asturias de las Letras: «Esta es la prueba de que, en circunstancias extremas, cuando sentían peligrar su propia esencia, los hombres recurrían a la poesía como tabla de salvación. Cuando en la poesía se escondían las últimas moléculas de libertad, la gente, asfixiada por la represión, las buscaba, las encontraba y las respiraba para sobrevivir».
Desde el punto de vista etimológico, poesía viene del verbo griego poiein, que significa construir. Blandiana cree que la poesía puede salvarnos hoy «de la soledad, de la indiferencia, del vacío de fe, del exceso de materialismo y consumismo y de la falta de espiritualidad».
En su discurso, Blandiana se ha referido al avance de la inteligencia artificial: «tendremos que intentar situarnos por encima de todo lo que ellos no entienden. Porque los robots podrán hacer versos, rimas, ritmos yámbicos, tróqueos, dáctilos, sonetos, redondillas, epopeyas, pero nunca comprenderán el sufrimiento y la obstinación por expresar lo inexpresable que se esconde bajo todos esos ropajes, puesto que el misterio no se puede definir ni vencer».
La poeta ha reivindicado la buena nueva del evangelio del amor al prójimo y considera que «a partir del siglo XX, se ha impuesto el odio (de clase o de raza, entre mujeres y hombres, entre hijos y padres). La poesía moderna es la expresión desgarradora de este desequilibrio existencial«.
Comparte el dolor de Unamuno
La escritora rumana ha destacado la importancia que el filósofo Miguel de Unamuno, al que descubrió en su adolescencia, y su conocida frase: «¡Me duele España!», ha tenido en su formación intelectual y espiritual.
Blandiana confiesa haber utilizado «la angustia del filósofo español ante el destrozo de su país como un punto de apoyo en el universo actual, en el que las naciones se difuminan ante las ideologías, como un ancla en la profundidad del tiempo, en cuya superficie se estrellan las olas siempre cambiantes de la posmodernidad, a las que me resisto porque me duele España, me duele Rumanía, me duele el mundo«.
La poeta se siente vinculada al espacio hispánico, a través de sus diez volúmenes traducidos al español, y ha expresado su gratitud a la Universidad de Salamanca, además de la felicidad y emoción por el galardón y la oportunidad de pronunciar unas palabras.
Y ha concluido así su discurso: «el Premio Princesa de Asturias es diferente de cualquier otro premio otorgado a la poesía porque en su definición combina el misterio de la poesía y el misterio de la realeza, tan extrañamente relacionados entre sí en la medida en que la gente, sin entenderlos y sin saber para qué sirven, siente que sin ellos todo sería menos bello y menos bueno».