De muestras de poder a talismanes 'anti-balas': el tatuaje, historia viva
La simbología adopta muchas formas, pero es omnipresente: ensalza lo religioso, preside lo artístico, define lo político, nutre la cultura pop. Y no son pocos los pueblos, las tribus y las civilizaciones que han explorado los símbolos empleando como vehículo el propio cuerpo. En los cinco continentes sobran ejemplos de sociedades que durante siglos inocularon tinta en la anatomía humana por razones tremendamente variopintas; y acaban de estrenarse en Santiago la primera exposición de tatuajes que, precisamente, se centra en su perspectiva cultural e histórica. Tras girar por seis países, ‘ Tattoo: Arte bajo la piel ‘ abre sus puertas en el Museo Gaiás con más de 240 piezas de 18 lugares del mundo, entre pinturas, dibujos, libros, modelos en silicona tatuados, herramientas, máscaras, fotografías, sellos; y nueve audiovisuales.Arropan la muestra la Xunta y el Musée du Quai Branly, de Francia, impulsor de una gran colección para la conservación de obras de tatuadores vivos. Por su estructura, invita al visitante a recorrer las épocas y los rincones del mundo mientras aprende sobre la evolución de esta arte y oficio. La perspectiva es novedosa: en el s. XX se empieza a estudiar el tatuaje desde el punto de vista antropológico y etnológico, pero no desde el histórico. Y es ahí donde pone el ojo esta muestra, aprovechando la «era dorada» que atraviesa hoy esta corriente, expone Anne Richard, agente cultural del arte europea de vanguardia, fundadora de la revista ‘HEY! Modern Art & Pop Culture’ y comisaria de la exposición. Relata que el interés por los tatuajes, desde el punto de vista social y cultural, se remonta a los «grandes viajeros» del s. XIX y a cuando estos vieron cómo se tatuaban las personas de todo el mundo.En la exposición, un modelo de silicona en el luce un tatuaje tradicional japonés muñizA partir de ahí zarpa la exposición.El viaje comienza en Europa, con los estilos francés y ruso; y con la escuela anglosajona de Inglaterra, pero también de EE.UU. Pronto surge la primera ‘parada’ llamativa: los «tatuajes de peregrinaciones» , presentes desde los primeros periplos a Jerusalén, que demostraban que había habido un viaje y se había producido un cambio personal. «A su llegada, los peregrinos se hacían tatuajes conmemorativos. La práctica sigue en Jerusalén, con familias como la de los Razzouk», abunda Richard. La religiosidad da paso al espectáculo: una sección entera se dedica al entorno circense, que también fue un lienzo para experimentar y ampliar el estilo. En el exterior de las carpas girantes de EE.UU., pequeños artistas del tatuaje plantaban su puesto para llamar la atención de los espectadores –a los que se les ofrecía la oportunidad de ver al ‘hombre más tatuado del mundo’–, pero también para ofrecer sus servicios. Incluso se exhibe una maleta de tatuador, con herramientas y hasta una banqueta en la que el cliente tomaba asiento sin saber con qué tatuaje se levantaría de allí.El cuerpo, un lienzoOtro espacio clave lo ocupa Japón, que desde el s. XIX también fue destino de aristócratas y marinos –mercantes, militares…–, que «volvían a casa tatuados» e incluso aprendían de su escuela, inspirada en la pintura contemplativa y en la observación del mundo, igual que su arte tradicional. Por eso, se traduce en cuadros completos, piezas artísticas que se vuelven «casi dueñas» de la fisionomía en la que se plasman: «Pinturas únicas en cuerpos únicos», resume la comisaria. Entre la población nipona, solían tatuarse las personas con poca capacidad económica o que desempeñaban oficios manuales «para sentirse vivos, reconocidos», y los viajeros se sorprendían al verlos trabajando con el cuerpo lleno de pinturas. Esto fue evolucionando y lo que antes se lucía a simple vista pasó a ocultarse: las pieles tatuadas se volvieron un rasgo indentificativo de la jerarquía en grupos criminales, como los yakuza . Seguían poblando la mayor parte del cuerpo, pero siempre por debajo de la ropa, invisibles en el día a día, para no delatarse. Así se creó una ambivalencia cultural: hoy, muchos jóvenes se enorgullecen de llevarlos visibles, pero gran parte de las generaciones mayores los ven con desdén. De hecho, los gobiernos han hecho un esfuerzo consciente por frenar las oleadas de interés por esta cultura con campañas en contra, como una que exigía exámenes médicos a los tatuadores antes de iniciar un trabajo.Exposición de tatuajes en Santiago MUÑIZEl siguiente exponente cultural es Nueva Zelanda, donde el arte corporal integra una parte importante del patrimonio guerrero de los maoríes. Hoy en día, las generaciones de jóvenes rescatan y exhiben diseños tribales para reivindicar y celebrar sus orígenes ancestrales; incluso los tatuajes faciales, los más representativos de esta cultura. Otro ejemplo llamativo, aunque bien alejado: la Polinesia francesa, donde cada familia tatuaba la pierna de la mujer que consideraba «más bonita», una suerte de «desafío» para ver qué casa lucía mejor su exótico abanico de diseños.Amuletos de tintaLa muestra se detiene también en el patrimonio de Samos, Alaska, Filipinas, Indonesia, China, Taiwán y Tailandia. Especialmente llamativo resulta, de este último país, sus «tatuajes sagrados» , basados en la cultura animista. En su momento, los portaban monjes con ánimo ferviente como «amuletos protectores contra balas y enfermedades», aunque hoy se ha vuelto un fenómeno «muy turistificado», explica Richard.Ya en la recta final, la sección del tatuaje latino y chicano repasa la historia de conflictos entre México y California, el arte urbano de El Salvador y la proliferación de bandas de gángsters en California y Los Ángeles. En las prisiones, los reos rompían telas de las camas para hacer paños en los que dibujaban: «Plasmaban sueños de políticos encarcelados, riquezas de bandas o héroes militares». Por último, la sección «hipercontemporánea» recoge obras de grandes tatuadores del momento, como una pierna de silicona ilustrada por Hanky Panky – autor de los tatuajes de los Red Hot Chili Peppers, Pearl Jam o Mötorhead – con referencias al camino de Santiago; o una manga de brazo del inglés Xed LetHead elaborada con tinta fluorescente. ‘Tattoo: Arte bajo la piel’ permanecerá visitable en el Museo_Gaiás hasta el próximo 20 de abril.