Currentzis pone en pie al público madrileño
Teodor Currentzis regresa a Madrid de la mano de La Filarmónica. El ciclo acaba de inaugurar su decimotercera temporada recuperando a muchos de sus intérpretes habituales y confirmando la fidelidad de un público diferente, que llena el Auditorio Nacional de Música con muchos jóvenes y una gran mayoría de espectadores dispuestos a disfrutar de la música, del intermedio y hasta de la copa de cava que ha vuelto a venderse en los pequeños puestos instalados en rincones estratégicos del edificio.
Currentzis se ha hecho cargo del concierto inaugural y aún volverá al ciclo en dos ocasiones, ya en 2025. Lo hace con su orquesta musicaAeterna, que ahora mismo está en gira por Madrid, Valencia, Parma y Rimini. Y en paralelo trabaja con Utopía, con la que en estos últimos días ha tenido conciertos en Moscú, una orquesta paralela, sobre la que oficializa su agenda personal —así con lo confirma su propia web— y a la que ha asociado proyectos como el nuevo sello discográfico Theta, cuyos primeros lanzamientos se dedicarán a la Sinfonía 9 de Bruckner y la tercera de Mahler. Un anticipo se difunde a través de Apple Music donde puede escucharse el ‘scherzo’ de la sinfonía bruckneriana. Las grabaciones se hacen en la Funkhaus Berlin, un muy interesante complejo de estudios, salas, espacios de ‘coworking’ y comida que se promociona gracias a la extrema calidad acústica de sus instalaciones.
Currentzis reconduce sus proyectos tras el tropiezo de la pandemia y haber salvado opiniones cruzadas sobre la guerra de Ucrania, dejando sin terminar la grabación de la integral sinfónica de Beethoven con musicaAeterna y despidiéndose como titular de la Orquesta Sinfónica de la SWR. Mantiene fidelidad a su credo estético, de apariencia manierista, pero donde intelectual se une a lo sensorial consiguiendo resultados prodigiosos y fuertemente arrebatadores. Lo explica el éxito de la sesión madrileña, rubricada con una aclamación extraordinaria, con el público jaleando una actuación que aun se prolongó con la potente danza de los caballeros del ballet ‘Romeo y Julieta’ de Prokofiev y el evocador ‘adagio’ de la quinta sinfonía de Mahler, dos extremos musicales entre los que es posible encerrar la heterodoxa excepción musical defendida por Currentzis.
Valga, en este sentido, la obertura de ‘La Forza del destino’ con la que se abrió el programa como eco de aquel ‘Macbeth’ dirigido en el Teatro Real en 2012, luego refrendado con la ‘Messa da Requiem’ al año siguiente. No hay que ir más allá para observar el fuerte contraste entre las partes, la limpieza melódica llevada al extremo expresivo, la claridad en la superposición de los planos, la distinción tímbrica desde el brillo del metal a la calidez de la cuerda, la transparencia de la textura o la contundencia rítmica. Sobre todo ello surge la tensión dramática consecuencia de un pulso incesante y del fuerte contraste entre las secciones de la obra. La interpretación de Currentzis fue poderosamente hipnótica y técnicamente irreprochable.
Una de las fortalezas de musicaAeterna está en sus músicos, entre los que se encuentra el trompa valenciano Jairo Gimeno, quien tuvo su parte protagonista en la entrada de las, por otra parte, superficiales ‘Variaciones rococó« de Chaikovski, interpretadas como solista por la violonchelista italiana Miriam Prandi, miembro también de musicaAeterna. Puestos a seleccionar un momento, queda la sexta variación, ‘andante’, con la cadencia a solo llevada al límite del silencio y tras la que Prandi se entrelazó con la flauta logrando un momento realmente mágico. Está, desde luego, la pureza de su sonido, apenas rozado muy esporádicamente y muy vibrante gracias al cajón sobre el que se sentó. No es un detalle menor. Parte fundamental del concierto fue la puesta en escena y en eso, Currentzis, capaz de defender su imagen personal de manera esmerada, es también un maestro. Comenzó el concierto dirigiendo sin podio, y lo utilizó en la sinfonía 5 de Shostakovich con parte de la orquesta de pie, incluyendo al metal cuando intervenía de manera destacada.
El protocolo puede que tenga algo de artificioso pero no menos de explosivo tratándose de una obra que sirvió al autor ruso para cuestionar la realidad tras el fiasco y condena por el estreno de la ópera ‘Lady Macbeth de Mzensk’, que tanto desagradó al nauseabundo Stalin. El impresionante collage que Currentzis construye en el primer movimiento es fácil de entender a poco que se recuerden los afiches soviéticos difundidos en aquel 1937, falsarios y grandilocuentes. Aún forzó la máquina en el ‘allegreto’ inquietantemente presentado por los violonchelos y los nueve contrabajos. Y en medio, el ‘largo’ convertido en un apasionante juego musical muy en sintonía con el concepto aplicado después al ‘adagio’ de la quinta de Mahler.
También podría establecerse un paralelismo entre el el fragmento de ‘Romeo y Julieta’ de Prokofiev escuchado inmediatamente y el ‘Allegro’ final de la sinfonía, una construcción enormemente virtuosística, racial en su configuración rítmica y de ambiguo significado, entre la concesión popular y la ironía soterrada. Para Curretnzis no hay duda de que se trata de un espacio con posibilidades exhibicionistas, en la lógica del planteamiento escénico general, aunque su valor interpretativo esté más próximo al acercamiento trascendente. Solo había que observar como se metamorfoseaba la música y se desarrollaba el discurso, mucho más allá de cualquiera de los alardes extravagantes que muchos expertos adjudican a Currentzis. El reflejo era evidente sobre la cara de numerosos espectadores. Él formidable triunfo de la sesión no fue casual.