Cristina Rivera Garza,  escritora: «Las batallas del lenguaje son cruentas»

Cristina Rivera Garza, escritora: «Las batallas del lenguaje son cruentas»





Cristina Rivera Garza (México, 1964) llega a la entrevista con cierto retraso, pero la culpa no es suya, sino de Pamplona. Sentarse a la mesa en las ciudades del norte de España es toda una experiencia: el servicio no tiene las prisas de la capital (afortunadamente), la comida es copiosa, las sobremesas se alargan… ¡Y encima la conversación era muy agradable!, se excusa. Rivera Garza ha compartido mesa con otros participantes de los Encuentros de Pamplona , que la han traído desde Houston para hablar sobre «el incierto lugar de la literatura». No se quiere perder la conferencia de esta tarde, así que nos marchamos directamente al palacio de congresos. Viene de ganar el Pulitzer de Memorias por ‘El invencible verano de Liliana’ (Literatura Random House), su último libro, en el que relata las circunstancias que rodearon el asesinato de su hermana. Lo ha podido escribir por fin, después de dos intentos fallidos desde la ficción, porque ahora sí tiene el lenguaje (y la audiencia) para este tipo de historias.—¿Por qué insiste tanto en el libro en la importancia del lenguaje?—Si no tenemos lenguaje no podemos identificar el daño y no podemos articular tampoco una crítica. En 1990, el 16 de julio de 1990, cuando mi hermana fue víctima de un feminicidio, no existía la palabra feminicidio, y la violencia entre hombres y mujeres era descrita utilizando la narrativa del crimen pasional, que esencialmente culpa a la víctima y exonera al perpetrador. Para mí fue muy difícil poder contar esta historia, porque contarla implicaba culparnos a todos: a mi hermana, a su familia, a sus amigos, a su comunidad… Había un proceso de silenciamiento forzado, que también es una forma de violencia. Finalmente pude contar esta historia todos estos años después porque ha habido un montón de trabajo colectivo con el lenguaje. —¿La realidad se transforma reescribiendo el lenguaje? ¿Forma parte de la batalla cultural?—El lenguaje es poderoso. Somos seres sociales, nos construimos a partir de narrativas, de cómo nos contamos a través del lenguaje. No hay nada que no hagamos sin lenguaje y por eso creo que las discusiones que tenemos, acerca del lenguaje inclusivo por ejemplo, son batallas cruentas porque no estamos lidiando con algo superficial, estamos lidiando con cómo nos decimos, con cómo nos conocemos y con cómo actuamos.’El invencible verano de Liliana’ Autora Cristina Rivera Garza Editorial Literatura Random House Número de páginas 18,90 euros Precio 304—¿Su libro está consiguiendo cambiar algo?—Sería muy presuntuoso decir que la escritura puede cambiar el mundo, así en general. Pero yo creo que todo cambio general empieza por pequeñas transformaciones cotidianas. Ahí es donde incide la escritura, porque la escritura no está desconectada del mundo en el que estamos. Y la escritura, cuando reverbera, es porque ha sido capaz de articularse no solo a preocupaciones contemporáneas, sino a un cierto sentido del lenguaje contemporáneo. Ahí es donde radica su gran poder y lo sigue teniendo. El libro de Liliana ha tenido una serie de repercusiones que yo no me esperaba. Eso es lo lindo también de los libros, que terminan haciendo lo que se les da la gana, independientemente de lo que uno quiera. El libro se ha transformado en murales, en obras, en intervenciones artísticas, en pancartas, en marchas… todo este tipo de cosas me hablan de que hay una capacidad del libro de desdoblarse y de ser otra cosa, siempre y cuando los lectores lo decidan.—¿Piensa que ha conseguido hacer justicia con el libro?—Yo no, porque la justicia no la hacemos individualmente. Y uno de mis grandes pesares es que no hemos podido agarrar a Ángel González Ramos, sobre quien pende una orden de aprehensión. Pero lo cierto es que hay una forma de justicia restaurativa que tiene que ver con la memoria colectiva y con la verdad. Eso que se hace en comunidad, colectivamente. Yo creo que es algo que se ha ido consiguiendo entre los lectores y el libro, trayendo a colación a Liliana, recordando su nombre, su versión de los hechos y su verdad. «El libro de Liliana ha tenido una serie de repercusiones que yo no me esperaba. Los libros hacen lo que se les da la gana»—¿Se debe escribir desde el compromiso?—Para mí la escritura es un campo de crítica, un campo de interrogación y, si se puede, de subversión de estas narrativas que nos llegan, que parecen naturales y eternas. Creo que mucho de lo que yo me veo hacer es participar en este continuo despertar del lenguaje, estar poniendo el dedo sobre las íes, por así decirlo.—¿Ha encontrado que la no ficción es más flexible para contar este tipo de historias?—Hace poco discutía con mis alumnos en el seminario que estoy impartiendo en la Universidad de Houston el momento de la novela posficcional, es decir, un relato que abraza estrategias de la ficción y estrategias de la no ficción, argumentando que la diferencia entre los dos es puramente circunstancial. En el libro de Liliana yo he utilizado muchas técnicas de investigación de la historia, he hecho entrevistas como los periodistas, he investigado en archivos… Me he valido de tantas estrategias como conozco, de tal manera que esto me permitiera aproximarme de una manera compleja a materiales complejos. Yo creo que si atendemos a lo que nos reclaman nuestros materiales, siempre vamos a hacer libros en el ‘cross género’, siempre vamos a tener que cruzar estas estrictas nociones de género que le debemos al siglo XIX. Han calificado el libro como novela, y como novela podríamos decir que es una novela de no ficción. Lo han descrito como un libro de no ficción, pero muchas de las estrategias que utilizo para describir escenas específicas vienen directamente de la ficción. Y yo estoy a gusto con que le digan libro en el que estoy invitando a los lectores a pasar por una experiencia. Si conseguí eso, que le llamen como quieran, está bien. Yo confío mucho en la inteligencia y en la complejidad de los lectores. Y creo que si la experiencia que propones es una que esté llamando a todos sus sentidos, hay una posibilidad de que vayan contigo.«La escritura es un campo de crítica y, si se puede, de subversión de estas narrativas que parecen eternas»—¿Siempre se documenta tanto para sus libros?—Hay una pregunta que a veces se contesta en términos identitarios: ¿De qué tienes derecho a hablar? ¿De qué tienes derecho a escribir? No me parece una pregunta inútil. Pensándolo mucho, mi respuesta ha sido: tienes derecho a escribir aquello que has cuidado. Y una investigación es una forma de cuidar. La investigación, aparte, tiene la gran virtud de que ralentiza, vuelve lento un proceso. Te da tiempo para considerar muchas cosas. El capitalismo tiene la gran capacidad de absorber y de instrumentalizar cualquier estrategia crítica, y además tiene esa rapidez de estar reciclando todo y de volverlo objeto de comercio. Y ante la velocidad capitalista nos toca esta lentitud. La lentitud es esto: es investigar, es tomarte el tiempo con cada documento… Por eso creo yo que la investigación es relevante, no solo para la no ficción, también para la ficción.—¿Un escritor tiene que ser necesariamente ególatra?—¡Ay, no, por favor! ¡Qué horror! Yo creo en otro tipo de escritura. Yo creo que por muchos años la idea que hemos tenido del escritor, en masculino, con esas fotos del que está mirando a la inmensidad para trascender en la eternidad. Muchas de esas cosas han sido revisadas críticamente. El cambio de estatus de la literatura ha implicado un tipo de escritor que viene de clases distintas y que cumple un montón de funciones y de trabajos en el mundo en que vivimos. Hace menos creíble y deseable ese escritor lleno de sí y que solo está propagando opiniones. —Le hago la pregunta porque ha hecho un libro muy personal.—Todos los libros que valen la pena son libros personales, lo cual no quiere decir que sean libros que partan de la individualidad. En mi caso, yo he sido muy crítica contra ciertas formas de la autoficción que partan de esta noción neoliberal de lo individual. En mi libro trabajo desde nociones muy contrarias. El yo no se hace a sí mismo, el yo está atravesado por otros. De ahí que necesite las entrevistas con los amigos de mi hermana, con familiares, con su contexto, la ciudad, etcétera. Es decir, hay una posibilidad de aproximarse a lo que es profundamente personal sin tener que pasar o cuestionar radicalmente lo individual. Es decir, hay formas colectivas y dinámicas de poder abordar lo personal sin tener que llegar a esta cuestión neoliberal, masculinista podría decir, patriarcal en muchos casos, de lo individual.«Tienes derecho a escribir aquello que has cuidado. Y una investigación es una forma de cuidar»—¿Cuándo se hace viejo un escritor?—Cuando seguimos haciendo exactamente lo mismo. Michael Pollan analiza en un libro lo que hacen los hongos alucinógenos. Dice que nuestro cerebro es como una superficie con nieve donde se marcan los pasos de los esquíes, y cuando quieres hacer algo siempre haces lo mismo, vas por los caminos que ya más marcan los esquíes. Los hongos echan una capa fresca de nieve para encontrar maneras nuevas de transitar el mismo camino. El arte y la escritura nos ayudan a echar esa capa fresca para poder transitar otros caminos, y mientras lo hagamos creo que no vamos a envejecer. Nos va a doler la espalda, vamos a tener toda clase de males, pero me importa mucho esta capacidad de poder no hacer lo mismo.—¿Cómo se vuelve a escribir después de ganar un Pulitzer?—Yo les decía a mis alumnos hace poco que una de las virtudes de esto que nosotros estamos haciendo es que si realmente estás trabajando en un libro nuevo, estás empezando de cero. Si no quieres repetirte, estás obligado a pensar en caminos nuevos, y ahí tienes que desaprender radicalmente. Yo estoy en esa posición ahorita. ¿Qué tengo que desaprender? ¿Qué otros caminos puedo encontrar ahí? De esa manera tal vez se evite el viejazo, quién sabe.

Fuente: www.abc.es