'Cortázar en juego': la fiesta de creer

'Cortázar en juego': la fiesta de creer





Crítica de teatro ‘Cortázar en juego’ Dramaturgia José Sanchis Sinisterra y Clara Sanchis, sobre textos de Julio Cortázar Dirección Natalia Menéndez Escenografía Mónica Boromello Iluminación Pilar Valdevira Vestuario Laura Ferrón Música y espacio sonoro Mariano Marín Intérpretes Pablo Rivero y Clara Sanchis Lugar Teatro de La Abadía, Madrid 4No es fácil llevar el universo de Julio Cortázar a las tablas de un escenario. Pero aquí está de la mano de Natalia Menéndez , de Sanchis Sinisterra y Clara Sanchis todo este juego de la imaginación que tanto apreciamos en el narrador argentino. Echando mano de algunos de sus textos más famosos, que dialogan entre sí, haciendo que la palabra de Cortázar se vea subrayada por dos personajes y una escenografía que mutan, el espectador se ve inmerso en ese mundo donde la realidad engendra otras realidades, los textos otros textos, donde la cotidianidad y la transgresión de la lógica racional son sustituidos por una experiencia poética. Reconforta en este sentido que se haya montado una obra así, este tributo a esta ruptura con lo previsible, con el espacio, el tiempo y los sentimientos de lo que pasa en la calle. Lo que está pasando en el escenario es lo que Cortázar nos legó: que la ambigüedad del mundo es el rasgo no solo más importante de su escritura sino también el rasgo más característico de nuestro tiempo.A través de fragmentos de ‘ Casa tomada ‘ o ‘ Grafitti ‘, de ‘ Manual de instrucciones ‘ o ‘ Rayuela ‘, yendo a obras radiofónicas poco conocidas como ‘ Adiós Robinson ‘, se crea un montaje calidoscópico, lleno de fuerza y de belleza, de densidad y de levedad lúdica. Aquí está, como diría Ramón, «el sesgo no visto de la realidad», la grieta por la que en este escenario la realidad acude a sus tramas ocultas para hacerse poesía. Las interpretaciones de Clara Sanchis y de Pablo Rivero hacen de Cortázar ese autor que nos somete a una continua perplejidad, la voz que logró que su literatura fuera la de un vitalista, la de alguien que se entusiasmó tanto por la vida que quiso ampliarla a través de sus escritos.Todo en este montaje, por ello, se agranda hacia lo luminoso, hacia la fiesta de crear y de inventar, de divertirse con la imaginación y con la capacidad del hombre por lograr nuevas dimensiones de lo ya conocido. Ese es el reto para el espectador, que debe aceptar esa fuga del realismo teatral tan en boga para llegar a una experiencia de lo otro, porque lo otro es una forma de iluminar lo ordinario con lo maravilloso, lo ordinario con lo extraordinario.

Fuente: www.abc.es