Con los ‘niños’ no es suficiente
Las lágrimas de Kike Salas al terminar el partido contra el Atlético de Madrid o la emoción de Isaac Romero cuando celebrara su primer gol de la temporada son fiel reflejo de las dos caras de una misma moneda que es este Sevilla. Un equipo con tesón y coraje, al que su nivel le da para competir por la zona media de la Liga, sin opciones reales de llevarse la victoria ante los poderosos. Ni anotando tres goles pudo hacerse con el triunfo. La derrota en el Metropolitano es una perfecta metáfora de lo que está siendo la temporada del conjunto nervionense. Una plantilla comprometida con la idea del entrenador, que no se deja nada dentro durante los 90 minutos, pero que termina muriendo en la orilla cada vez que hace un buen partido ante un adversario de enjundia. 60 minutos casi inmaculados contra los del Cholo Simeone, para esconderse en la última media hora en la cueva de su portería y ver cómo se le escapa al menos un punto en el alargue. Una de las claves fueron las sustituciones en uno y otro equipo. Las armas que disponían los sevillistas no podían compararse ni de lejos con el equipo mejorado por los locales en cada sustitución. Bandera blanca de rendición. La frustración final de Kike Salas, protagonista en el último control de Griezmann antes del 4-3, fue la de todo el sevillismo, más que acostumbrado a este tipo de situaciones en los últimos tiempos.
«No es que no hayamos querido, es que no hemos podido». García Pimienta, entrenador del Sevilla, no escondía que su equipo había hecho el mejor partido posible dentro de sus posibilidades. Había puesto contra las cuerdas a un Atlético que está en disposición de pelear por el título. Y eso que el conjunto hispalense, otra vez condicionando su alineación a las ausencias, salía al Metropolitano con cuatro canteranos, jugadores fuera de posición y unas variantes tácticas, a priori, discutibles. El fútbol se encargó de darle la razón a García Pimienta, ya que había colocado un equipo con piernas, que podía competir en los duelos ante el Atlético, aunque el flanco izquierdo protegido por Gudelj y Kike Salas hiciese aguas hasta el 1-0. El de Morón tuvo que comerse la papeleta de cerrar una zona grande del campo, encima con el serbio de socio, dejando siempre el anoche capitán una autopista en su pasillo con el lateral, como se demostró en el 2-3.
No había muchas más opciones dentro de los convocados, demostrándose con las sustituciones. Kike terminó de central, con ese error de ir a por el último balón forzado y con la cabeza por bajo, aunque antes ya había demostrado (ha cogido confianza en el último mes) que en el costado puede aportar por la intensidad que le mete a su juego, además de la buena lectura en la toma de decisiones. Dos asistencias no se dan todos los días, menos siendo un central fuera de posición. La jugada del 1-2 con Peque e Isaac es de mucho nivel técnico, al igual que en el tercer tanto, esperando el desmarque por la espalda que lanza Juanlu. Dos de los tres goleadores fueron jugadores criados en la Carretera de Utrera, ya asentados en el primer equipo y convenciendo al entrenador en el día a día.
La responsabilidad de los canteranos
El anterior inquilino en el banquillo del Sevilla, Quique Sánchez Flores, ya expuso en los últimos meses de su periplo en Nervión que el equipo debía crecer al calor de jugadores como Isaac y Kike. Que se trataba del futuro del Sevilla. Difícil darle toda la responsabilidad a gente joven. Hay que saber rodearla y que crezca sin la losa de ser las únicas referencias. El ejemplo está en el delantero de Lebrija, quien se ha quitado una tonelada de encima con su buen gol. Cuánto lo necesitaba. También Juanlu demostró que hay pocos jugadores con su capacidad para estar en muchos lugares del campo. Sin descanso. Y demostrando que la llegada a portería, que no para de defender su entrenador para justificar sus oportunidades como segundo hombre más adelantado del equipo, tienen una justificación. El Sevilla de los canteranos navega en los puntos que podía esperarse de un equipo que está aprendiendo a competir, pero al que no le da para aspirar más allá de no pasar apuros. Con los niños no es suficiente.