Antonio Soler: «En la Guerra Civil el 'lobo' estaba en los dos bandos»
«Pero tú duras, nunca desciendes, y el mar suspira / o brama, por ti, ciudad de mis días alegres, / ciudad madre y blanquísima donde viví, y recuerdo, / angélica ciudad que, más alta que el mar, presides sus espumas. / Calles apenas, leves, musicales. Jardines / donde flores tropicales elevan sus juveniles palmas gruesas», escribió de Málaga Vicente Aleixandre en su gran poemario ‘Sombra del paraíso’. Ese edén se convirtió en un infierno durante la contienda fratricida de 1936. En la ciudad andaluza aconteció un episodio especialmente sangriento: el bombardeo de población civil que huía por la carretera a manos del ejército franquista. Esta tragedia la vivió en primera persona la familia de Antonio Soler (Málaga, 1956), autor de ‘Las bailarinas muertas’, ‘El camino de los ingleses’, ‘Sur’, y ‘Yo que fui un perro’, entre otros títulos, que le han valido numerosos premios, como el Primavera, el Nadal y el Nacional de la Crítica. Lo que sucedió en un fatídico febrero de 1937 en la llamada Carretera de la Muerte a él se lo contaron sobre todo su abuela y su madre. Y ahora nos lo cuenta a nosotros en su última novela ‘El día del lobo’ (Espasa). —¿Cómo calificaría ‘El día del lobo’? ¿Autoficción?—En mi opinión, las etiquetas no son lo más importante, sino el resultado. Yo sobre todo he tratado de hacer un libro honesto, de aliento narrativo, donde me ocupo de un terrible episodio de nuestra Guerra Civil, que afectó a cientos de personas, entre ellas muy directamente a mi familia. En este sentido, podríamos decir que tiene una base autobiográfica, aunque, obviamente, yo no lo viví, pero siempre lo he sentido muy cercano, a través de los recuerdos de mi familia, que nunca olvidó ese caminar por esa carretera y todo lo que vieron en ella. De niño y adolescente le pedía a mi abuela materna que me contara lo sucedido, y luego volví a pedírselo, ya de adulto, y también a mi madre. Respecto a la autoficción, por supuesto legítima para quien se decante por ella, es un término que me resulta un tanto llamativo. En realidad, quizá lo que ahora se denomina así, en muchos casos se trata de autobiografía o memorias.«La Transición, con sus luces y sus sombras, a pesar de sus imperfecciones, fue un acierto. Es una equivocación atacarla»—¿La base ha sido, pues, fundamentalmente, una ‘documentación’ oral, a través de esos relatos familiares? Imagino que también ha consultado libros de historia. En algunos momentos resume y explica el contexto: las tensas elecciones de 1936, la creciente convulsión que desembocó en la conflagración…—Cuando abordé esta novela, había leído bastante sobre el periodo. Aunque no he dejado de profundizar, pues la Guerra Civil ha generado una inmensa y apabullante bibliografía. No obstante, el tronco lo forman los recuerdos de mi familia. Y también hay referencias literarias en algunas partes de la obra, sobre todo a ‘Largo noviembre de Madrid’, de Juan Eduardo Zúñiga, y a ‘Las últimas banderas’, de Ángel María de Lera –mi padre luchó en Madrid a favor de la República–. A través de todos los elementos he querido ofrecer al lector una panorámica lo más completa posible. —Frente a otros hechos de la contienda muy estudiados, como el de Guernica, el éxodo de los civiles huyendo de Málaga no lo ha sido tanto…—En efecto, la masacre de la Carretera de la Muerte, a veces llamada ‘La Desbandá’, una expresión que no me parece acertada y no utilizo en mi libro, no ha sido suficientemente tratada. Y habría que hacerlo con rigor. Los brutales y continuos bombardeos que se realizaron, en febrero de 1937, paralelos a la carretera, mediante tres buques de guerra, Almirante Cervera, Baleares y Canarias, los impulsó el general franquista Gonzalo Queipo de Llano, a quien se deben numerosas incendiarias arengas emitidas desde Unión Radio Sevilla. Pero de alguna manera el Gobierno republicano abandonó Málaga a su suerte y a todos aquellos que intentando escapar del terror, se dieron de cruces con el terror en estado puro. La vergüenza está repartida. No quiero decir que tengan la misma responsabilidad, la carga cae del lado de quienes arrojaron las bombas. Sin embargo, con lo que pasó en Málaga, nadie puede sentirse precisamente ufano.«No quiero decir que tengan la misma responsabilidad. Pero de alguna manera el Gobierno republicano abandonó Málaga a su suerte»—Además de relatar ese horror, usted no obvia otros. El ‘lobo’ estaba en los dos bandos en esa aciaga etapa de nuestra historia reciente, en esa guerra ‘incivil’, como bien la juzgó Miguel de Unamuno…—Sí, estaba en los dos bandos. Por ejemplo, reflejo también los desmanes de milicianos, a quienes el Gobierno era incapaz de controlar, acosando y matando a sacerdotes o a quienes consideraban de derechas. En la novela cuento un suceso muy significativo del que mi abuela fue testigo en la Alameda malagueña. No comprendía lo que ocurría hasta que oyó unas voces que, entre risas, y luego con rabia, gritaban: «¡Que vuele, que vuele!». En la fachada del tercer piso de un edificio, varios milicianos sostenían a un hombre hasta que finalmente le lanzaron al vacío. Un suceso que permaneció para siempre en el cerebro de mi abuela, que me relató un cuento de monstruos y ogros despiadados en el que por ningún lado asomaban hadas ni príncipes valientes. Únicamente el encantamiento de la crueldad. Por eso mi madre al rememorar ese tiempo, repetía que fue el triunfo de la locura, de la sinrazón.—A ese ‘lobo’ que campaba a sus anchas por doquier, lo vencimos entre todos en la Transición, que hoy algunos denuestan…—La Transición tuvo sus luces y sus sombras, pero pienso que fue un acontecimiento privilegiado, y que no en vano fue saludado como muy positivo, y admirado, fuera de nuestras fronteras. Es una equivocación atacarla. Naturalmente que fue imperfecta, pero viéndola con distancia, fue un acierto. Y, por otro lado, me parece una torpeza seguir jugando una baza política con la Guerra Civil. Abrir la cuestión de las personas, los restos mortales que quedan en las cunetas, me parece incuestionable. Pero no que se utilice partidistamente. Esto solo produce una crispación y un radicalismo que nunca conducen a nada bueno.Antonio Soler participa en el Aula de Cultura de ABC el próximo 21 de noviembre 2024.