Andrea Pérez, una carrera de fondo para volver a andar

Andrea Pérez, una carrera de fondo para volver a andar




El 20 de agosto de 2023, Andrea Pérez Sellés (Altea, 2001), jugadora profesional de pádel, estudiante de Marketing en la Universidad de Alicante y muy activa en redes sociales, subió una publicación a Instagram en la que aparece en la isla griega de Santorini con la melena al viento, el mar de fondo y el postureo típico de la juventud. Tras cuatro meses de silencio digital, la siguiente publicación data del 28 de diciembre. En ella traza un resumen de su año y la acompaña de un comentario:

«Parecía de verdad que iba a ser el año: momentos increíbles con mis amigos y familia, mil viajes inolvidables, la mejor oportunidad de trabajo con el pádel, algún amor caótico también por medio… Después dijimos que sería el verano de nuestras vidas, y sinceramente lo fue. Hasta el 27 de agosto. La vida te puede cambiar en cualquier momento. Nunca habría pensado que me quitarían el andar, correr, saltar… es algo que me ha tocado vivir y podría decir desgraciadamente, porque es de las cosas más duras que te pueden pasar en esta vida. Pero sinceramente sólo puedo verlo como una oportunidad, una oportunidad de ser invencible, porque voy a salir de esta y no habrá Dios que me pare. Así que gracias destino por darme esta oportunidad, no la voy a desaprovechar, y gracias a todas las personas que simplemente han estado aquí con el mar tan revuelto. Adiós al año más difícil de mi vida. Voy a decir que no espero mucho del 2024, a ver si así se cumple lo contrario también».

Un año después de que en la madrugada del sábado 26 al domingo 27 de agosto le cambiara la vida, ABC habla con Andrea. Poco antes, en efecto, había estado con su familia en Santorini y «el viaje fue de ensueño, lo llevábamos planeando un montón». Además, competía en el circuito profesional del World Padel Tour, jugando torneos por Europa, y le quedaba un año para terminar la carrera. «Todo me iba bien», resume.

Ese último fin de semana de agosto de 2023 «fui con mis amigas a Jávea, un pueblo que está cerca del mío pero al que nunca había ido, y por la noche salimos de fiesta. Al lado de la discoteca hay un río, que está seco, y hay una zona que no tiene vallas. Tropecé, realmente fue un tropezón tonto, no hay otra manera de describirlo, y caí por un barranco de cuatro metros. Abajo había hormigón». Cayó de espaldas y se golpeó en la cabeza, lo que le produjo una hemorragia en el cerebro que por suerte ahí quedó. Aunque no perdió el conocimiento, no recuerda nada. «Cuando sufres mucho dolor, el cerebro lo borra. Ya me desperté en la UCI del hospital de Denia», explica.

Se había fracturado la vértebra Dorsal 12, que está justo antes de las lumbares. ¿El diagnóstico? «Me dijeron que no iba a andar nunca más y que la operación era para fijarme la columna y poder sentarme en una silla de ruedas», asegura. «No le recomiendo a nadie romperse una vértebra. En la espalda tenía un dolor insoportable. Me daban morfina, fentanilo, nolotil… todos los medicamentos posibles», añade.

A las cinco semanas, el 4 de octubre, atravesaba las puertas del Hospital Nacional de Parapléjicos, en Toledo. «No tenía ni idea de lo que era una lesión medular y se me vino el mundo encima. No lo quise aceptar y tuve dos-tres semanas de depresión máxima. Luego fui conociendo a los demás pacientes que estaban en mi planta (en su mayoría jóvenes de su edad, de entre 18 y 23 años); me contaron sus historias, hice un grupito de amigos que con el tiempo fue cada vez más grande y digamos que eso te salva un poco», relata. Y menciona en especial a Marta Marugán, su compañera de habitación, que había sufrido un accidente de tráfico e «hicimos un equipo muy guay».

Actitud, lo más importante

Pablo García, el fisioterapeuta que trató a Andrea, expone que «es una persona que vino con muchísimas ganas de comerse el mundo en muy poco tiempo. Y este hospital es lo contrario. Lo primero que hay que trabajar es el coco porque es una carrera de fondo, no un sprint. Hay que ir día a día». La estancia media en Parapléjicos suele ser «de entre seis y nueve meses, pero ha habido pacientes que han estado hasta dos años».

Su cometido rebasa lo que hace con las manos: «No todos los días nos levantamos con el mismo ánimo ni tenemos la misma fuerza, y eso te lo transmiten en la camilla o en el gimnasio durante la hora y media o dos que estamos. Al final, quieras o no ejerces de psicólogo en su vida diaria».

El fisio se muestra convencido de que la actitud es lo más importante a la hora de afrontar una lesión medular. En el caso de Andrea, «empezó a trabajar con una fuerza por encima de la media y fue independiente en un corto periodo de tiempo. Era una privilegiada, tenía una calidad muscular muy alta y, sobre todo, un hábito de entrenamiento, pero una persona con 50 o 60 años y su misma actitud podría ser perfectamente igual que ella». Eso sí, «la actitud hace muchísimo, pero no lo es todo. Nosotros vamos a rehabilitar lo que la lesión nos permita».

Andrea recibió el alta en Toledo el 14 de junio, a los ocho meses y pico de ingresar. Ahora continúa con la recuperación en la clínica de la Fundación Fivan, en Valencia, de lunes a miércoles. De momento, se mueve en silla de ruedas, aunque este verano ha sido «un punto de inflexión; ya estoy poniéndome de pie y aguanto, que era algo impensable». También ha vuelto a la Universidad, en Alicante, para completar el cuarto curso y graduarse en Marketing. «Tenía un poquillo de miedo, porque no sabía si era accesible, y me ha sorprendido para bien: hay ascensores, rampas… está todo pensado», afirma.

En redes sociales, donde antes subía contenido relacionado con el pádel, ha multiplicado sus seguidores (supera los 75.000 en Instagram), contando de forma natural su proceso de rehabilitación. Quizá debido a esa honradez, cuando inició una campaña de micromecenazgo (‘crowdfunding’) para poder costeárselo a partir del día después de Parapléjicos, recaudó 13.000 euros. «Fue increíble. No esperaba que la gente se volcara y me ayudara tanto», reconoce agradecida.

-¿Y qué espera del futuro?

«He llegado a la conclusión de que la vida no se puede planear. No puedo decir dónde voy a estar mañana, no me lo quiero imaginar y creo que es bonito. Voy a dejar que me sorprenda».

Fuente: www.abc.es