'Allá lluny hi ha una caseta': parto terrorífico y sin epidural
Crítica de teatro Allá lluny hi ha una caseta Autor y director Jordi Casanovas Escenografía Paula Bosch Iluminación Guillem Font Vestuario Bernat Grau i Moré Música original Lluís Robirola Intérpretes Cristina Arenas, Mercè Pons, Meritxell Yanes con la colaboración especial de Òscar Muñoz y Lluïsa Castell Lugar Sala Béckett, Barcelona 4A Jordi Casanovas , uno de los autores más consolidados del teatro catalán, se le identifica por sus ácidos enfoques sobre la realidad sociológica y política. Entre una treintena de títulos, recordemos ‘Cena con batalla’, ‘Una historia catalana’, ‘Vilafranca’, ‘Inmunidad’ o la reciente ‘ Conspiranoia’ . Esta última, en clave de comedia y escrita con Marc Angelet, satirizaba a los predicadores del terraplanismo y las versiones alternativas que se han multiplicado en los canales de youtube y los grupos de wasap. En ‘ Allà lluny hi ha una caseta ‘ (Allá lejos hay una casita), Casanovas dirige su mirada a los mitos del Buen Salvaje, el animismo de la Madre Tierra y los partos «naturales» que demonizan la intervención de la medicina convencional. El autor nos presenta a una pobre chica, sin familia y maltratada por el hombre que la ha embarazado, que cree encontrar refugio a su precaria situación emocional en dos comadronas con las que pretende dar a luz en sintonía con la Madre Naturaleza. La joven va a parar a una cabaña en medio de la montaña de la comarca de Gerona. En esa caseta perdida, privada de su teléfono móvil con el pretexto de prevenir las maléficas ondas magnéticas y sin agua corriente que habrá de buscar en un arroyo cercano, la parturienta queda a merced de esas dos mujeres que aprovechan el aislamiento para intimidarla con leyendas de los espíritus del bosque. Las supuestas benefactoras se revelarán como dos secuestradoras… Si en ‘Conspiranoia’ Casanovas satirizaba a los profetas del desastre, la visiones milenaristas y anticientíficas, en esta ocasión opta por el género de terror para desplegar su trama crítica. La claustrofóbica escenografía de Paula Bosch con su iluminación crepuscular de Guillem Font , las apariciones de esos espíritus -más bien malignos- que las comadronas invocan, o las referencias a un pasado inquietante conforman la atmósfera precisa para que el espectador metabolice los temores de la protagonista. Meritxell Yanes y Mercè Pons encarnan a las comadronas que camuflan la maldad con su neohipismo ecologista y Cristina Arenas es la pobre muchacha sometida por esas sádicas anfitrionas. Para conocer el desenlace de este terrorífico parto sin epidural, nada mejor que ver la obra.