Las semillas de la Bóveda Global de Svalbard, símbolo de paz

Las semillas de la Bóveda Global de Svalbard, símbolo de paz







Es objeto de interés de la ciencia y el turismo. Inaugurada en 2008, el ex secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, describió la Bóveda Global de las Semillas de Svalbard como un regalo de Noruega para la humanidad y símbolo de paz. Dos o tres veces al año, las cajas con semillas de distintos países, después de pasar el control de seguridad del aeropuerto, son trasladadas para su almacenamiento a esta especie de caja de seguridad. Nordgen, el centro nórdico de recursos genéticos, es el encargado de su gestión.






Vista del interior del almacén de semillas en Alcalá de Henares. RTVE

El arca de Noé de las semillas

Se trata de salvaguardar semillas para las generaciones futuras. La bóveda está construida en una montaña de permafrost, cerca de Longyearbyen, la capital de Svalbard, un peculiar archipiélago bajo soberanía noruega situado en el Océano Ártico. Tiene capacidad para 4,5 millones de variedades. Ya hay almacenadas más de 1.200.000 semillas de 114 bancos genéticos de todos los continentes. Por seguridad, solo se permite entrar a los encargados de su gestión y mantenimiento. «Aquí dentro hay semillas por valor de miles de millones. Si alguien entrara con malas intenciones y ocurriera algo, sería desastroso para el futuro suministro de alimentos del mundo», advierte Asmund Asdal, de Nordgen, coordinador de Operaciones y Gestión de la Bóveda Global de Semillas de Svalbard.






Cajas de semillas que se envían desde España hacia el aeropuerto de Svalbard, en Noruega. RTVE

Se conservan a 18 grados bajo cero con refrigeración artificial. «El permafrost, por supuesto, proporciona una seguridad adicional en caso de que le suceda algo al equipo. Si se cortase la electricidad, seguiríamos teniendo esta baja temperatura más de un año. Habría tiempo de sobra para instalar nuevos equipos», explica Asmund Asdal, que añade que «cada año se incorporan nuevos bancos de genes».

Hay bancos que han perdido sus semillas por guerras y conflictos, inundaciones, incendios, falta de recursos o por no tener dinero para pagar la factura de la luz, por ejemplo. «Así que todo el mundo tiene claro que asegurar los recursos genéticos en más de un lugar es muy importante», dice. Y para disponer de una copia segura está el arca de Noé de las semillas noruego que salvaguarda la base de la alimentación mundial.

De hecho, ya ha sido la salvación para algún banco, como ICARDA. Con la escalada del conflicto civil en Siria, este Centro Internacional de Investigación Agrícola en Zonas Áridas se vio obligado a evacuar su sede en Alepo. Su banco de semillas, que resultó devastado, contenía 150.000 muestras de cereales, alimentos y piensos procedentes de más de 100 países. Una parte importante de esta colección se había asegurado mediante duplicación y almacenamiento en la Bóveda de Svalbard. Y se pudo retirar a partir de finales de 2015, para sembrarse en Líbano y Marruecos y devolver una copia al arca del archipiélago noruego.

Este año han llegado semillas desde los territorios palestinos ocupados y se espera que en 2025 lo hagan también desde Sudán, otro país asolado por el hambre y la guerra.

El centro de semillas español, en Alcalá de Henars

A unos 4.300 kilómetros de Svalbard, en Alcalá de Henares, se encuentra el Centro de Recursos Fitogenéticos del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria, integrado en el CSIC. Aquí están depositadas semillas de especies vegetales de 14 bancos genéticos de nuestro país. En el arca de las semillas españolas hay ya más de 44.000 guardadas para evitar que se extingan o que desaparezcan por algún desastre.

«Nosotros conservamos el material que nos han donado los agricultores, que ellos han conservado y han cultivado durante décadas para que pueda ser útil para la alimentación del futuro. Las características de ese material, ya sea resistencia a altas temperaturas, a plagas, a enfermedades, o simplemente el sabor que tenían esos materiales y que recordamos en platos o en comidas que hacían nuestros abuelos las queremos mantener en el futuro», comenta su director, Luis Guasch.






Luis Guasch y el equipo de grabación toman referencias del almacén. RTVE

Están almacenadas, como en la bóveda de Svalbard, a 18 grados bajo cero, porque así se pueden conservar durante más tiempo. «Por cada grado que bajamos la temperatura o cada grado de humedad que bajemos, aumenta la longevidad de las semillas», asegura Luis Guasch. Él es el encargado de llevar las semillas de España al archipiélago noruego. Son seleccionadas y preparadas en este centro. «España tiene que apostar por la biodiversidad y tiene que apoyar todas las iniciativas que se hagan en ese sentido. Y España tiene que estar en Svalbard y tiene que llevar material a Svalbard. El objetivo es que las muestras sean viables allí y que las mismas muestras que tenemos aquí en nuestra colección base sean las mismas que se ha mandado a Svalbard», sentencia.

España ha llevado semillas dos veces

Nuestro país ha llevado este año, por segunda vez, semillas a la Bóveda del archipiélago noruego. «Hemos traído dos cajas con 208 tipos diferentes de semillas, hay tomates, judías, berza, acelgas y cosas tan nuestras como la borraja o el cardo, que son verduras minoritarias, pero de gran importancia conservarlas. En el 2022 trajimos otras 1.000 muestras diferentes. En ese caso eran más cereales, trigo, maíz. La idea es poder tener aquí más del 40% de las muestras que conservamos en el sistema», nos cuenta un emocionado Luis Guasch a la entrada de la que también se conoce como la cámara del fin del mundo. El plan es enviar semillas de forma sistemática.






Sobres de semillas preparados para enviar a Svalbard. RTVE

En la delegación española se encontraba también José Pablo Zamorano, responsable del Área de Transferencia, Divulgación y Formación del Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario (IMIDRA). «Ya sabemos la dificultad que tenemos todas las naciones en ponernos de acuerdo. Aquí hay un ejemplo de haberlo logrado y de estar aportando algo que es para el futuro. Es algo muy emotivo. La verdad es que yo creo que hace que te sientas parte de algo especial. Somos parte de un esfuerzo internacional. Eso siempre es algo muy importante», asegura José Pablo Zamorano.

El predecesor de la Bóveda, en una mina

El arca de Noé de las semillas tuvo un predecesor. En 1986 se guardaron semillas en el permafrost en la mina número 3 de Longyearbyen, ya cerrada. La explotación del carbón está en el origen de la presencia humana permanente en este archipiélago. A partir de conservar en una cámara de esa mina las semillas nórdicas nació la idea de la Bóveda Global de Svalbard.






El equipo informativo posa junto a Asmud Asdal con las cajas de semillas en la puerta de la bóveda. RTVE

«Aquí está el almacén original. Todavía quedan un montón de semillas en cajas que datan de todo el periodo desde 1986. Si nos fijamos en el techo podemos ver algo interesante. Es permafrost, en el techo hay hielo del permafrost. Así es como se almacenaron las semillas en la bóveda de semillas original», nos explica Leif Arne Bjorkas, guía de la mina Gruve 3.

La pregunta ahora es el tiempo que tardará el permafrost en desaparecer y dejar de ser una protección. El archipiélago de Svalbard es el lugar del planeta que más rápidamente se calienta. De tres a cinco veces más que cualquier otro. Los efectos del cambio climático son aquí muy notables y se perciben de forma dramática. Longyearbyen acoge a centenares de estudiantes y científicos dedicados a investigar todos estos cambios en el Ártico.






Cajas de semillas antes de introducirlas en la bóveda de Svalbard. RTVE

«Estamos perdiendo unos tres metros de hielo cada año, cada verano. Este proceso se está acelerando desde hace 30 años. Los glaciares se derriten cada vez más rápido. Esto está afectando a todo el clima del mundo porque está afectando a las corrientes oceánicas. La circulación oceánica se ralentizará y ya se ha ralentizado como consecuencia de lo que está ocurriendo, porque el agua se está calentando y hay menos sal en el agua. Y el Ártico es uno de los motores de esta circulación oceánica. La circulación oceánica controla la circulación atmosférica. Controla nuestro clima», explica el glaciólogo francés, Leo Decaux. Y advierte, al igual que otros científicos, que lo pasa en Svalbard no se queda en Svalbard, sino que tiene repercusiones en otros lugares del mundo.

Fuente: www.rtve.es