La juventud de Córdoba abre la senda de la Inmaculada por las calles
Azul Purísima, blanco y juventud. La procesión de la Inmaculada concitó a la savia nueva cristiana en las calles del centro de Córdoba hasta el templo mayor.
Integrantes de la delegación diocesana de Juventud y de los grupos jóvenes de las hermandades dieron sentido a la víspera de la Purísima, este sábado. A la mente vino como paralelismo lo que en otra época del año, con más luz y calor, se produce en torno a la Virgen y también vivido por los creyentes de menor edad.
En septiembre muestran su empuje y potencial con otra advocación de María, la de la Fuensanta, la Patrona. En diciembre, con la Purísima Concepción. El destino, la Catedral, y la motivación, la oración, se dan en ambos casos.
El punto de partida varía porque, si en septiembre es el santuario de la Fuensanta el escenario, en este momento del Adviento el comienzo se escribe desde la céntrica parroquia de la Compañía, entre la algarabía de luces navideñas en las calles y una atmósfera invernal bien distinta.
El cielo seguía azul celeste para recibir a la Virgen y poco después fue cayendo la noche, y ya fueron los cirios los que le abrían camino de luz. La imagen de la Inmaculada Concepción, obra del artista pontanés Clemente Rivas, volvió a las calles por segundo año consecutivo y su rostro joven elevó los corazones para realzar el dogma de la Virgen María.
Claveles blancos en friso y en las jarras adornaron el paso, que llevó en esta ocasión los candelabros arbóreos del misterio del Lavatorio de Cabra y nuevas peanas. El capataz, Manuel Bernabé Orozco, guio el paso, mientras la Banda Municipal de Música de Luque interpretaba la marcha ‘La Estrella Sublime’.
La Inmaculada dejaba atrás la plaza de la Compañía, el triunfo de San Rafael y la residencia Santa Marta, desde la que tras el cristal había algunos mayores admirándola.
El cortejo contó con numerosas representaciones de los grupos jóvenes de las cofradías. Todo fue el preparativo perfecto para llegar de noche a la vigilia de oración, en la víspera de la solemnidad de la Purísima, en el interior de la Catedral.
Testimonio
Este acto pone como claro referente para los más jóvenes en tiempos de confusión y ausencia de valores el ejemplar testimonio cristiano que deja un joven salmantino, fray Pablo María de la Cruz.
Fallecido el verano del año pasado tras sufrir durante seis años una grave enfermedad, ingresó con 21 años en el noviciado de los carmelitas de Salamanca ‘in articulo mortis’. En él permaneció apenas una veintena de días, pero pudo cumplir con la llamada de Dios a la vida consagrada.
Ha sido el preludio a lo que aún está por vivir este domingo en los templos, con un sinfín de besamanos a las imágenes marianas y el rosario público que protagonizará la Virgen de la Esperanza.