viajes como vida, pero «un periodista no es una ONG»

viajes como vida, pero «un periodista no es una ONG»







Un martes cualquiera, pero quizás un poco más especial de lo esperado, ya que se produjo un encuentro con Pablo M. Díez, ex corresponsal del diario ABC en China y Asia. Nada más llegar, unos 15 minutos antes del inicio de la masterclass, se presenta. Muy amable, se dirige a las tres primeras alumnas presentes en clase preguntándoles cómo están, sus estudios y charlan un buen rato. Pronto descubriríamos que, para este reportero internacional, los viajes son la vida, pero sabiendo siempre que «un periodista no es una ONG, no puedes ayudar a todo el mundo».

Pablo se muestra como un hombre con tono acogedor y humorístico. Lleva unas gafas negras, el pelo largo hasta el mentón, una americana gris con una camiseta blanca y unos pantalones ajustados con las manos en los bolsillos.

Hay que estar en el momento oportuno en el lugar adecuado.

Empieza su presentación diciendo: «Yo jamás pensaba que iba a ser corresponsal». Pablo comenta que nunca se sintió periodista de vocación, sin embargo, siempre quiso descubrir el mundo y contar historias. Estudió periodismo en Sevilla durante tres años y los dos últimos los completó en la Universidad Complutense de Madrid. Al terminar la carrera, en el año 1997, decidió hacer el máster en Estudios sobre la Unión Europea. En aquel momento, un poco perdido, quería dedicarse al mundo del cine escribiendo guiones de películas. Pero empezó a trabajar en un periódico local en Córdoba, su ciudad natal, para luego conseguir entrar en el diario ABC. En este preciso instante, Pablo se dirige a los alumnos y con un énfasis particular les dice: «Hay que estar en el momento oportuno en el lugar adecuado«. Trabajó en la sección de sucesos y temas militares. Gracias a esta última consiguió su puesto como corresponsal del ABC.

Su primer viaje, Bosnia en 2001, seguido de Afganistán en 2002 y Kosovo en 2003. Decidió, con su dinero y sus propias vacaciones, hacer su primer periplo y lanzarse: «Necesitaba seguir avanzando». Hizo un primer viaje a África, pero no salió del todo bien. Escribió varios reportajes, pero no consiguió venderlos a ningún medio. A finales de 2004 llamó a David Jiménez y este le aconsejó y animó a irse a Pekín por la clamorosa ausencia de un corresponsal en esta capital del país más poblado de la tierra: «Tenía claro que me iba a ir a China con o sin el ABC«. Pablo recalca la importancia de no bajar los brazos y salir a la aventura: «Si lo queréis, iros por vuestra cuenta y hacerlo».

Seguidamente, el periodista marca unos minutos de pausa para beber un trago de agua y empieza a ilustrar las ocho principales catástrofes naturales que cubrió desde 2006 hasta la última, el terremoto de Turquía de 2023.

Un año de los terremotos de Turquía y Siria

El 27 de mayo de 2006, un sábado por la noche, Pablo se encontraba en su casa y recibió una llamada de su jefe informándole de un terremoto en Yogyakarta, Indonesia. «Imaginaos, la primera catástrofe que me toca vivir, y no tengo ni idea de Indonesia, nunca había ido», comentó con un tono irónico. Fue muy difícil llegar al epicentro del seísmo, todas las carreteras estaban cortadas y no había conexión. «Fue una cobertura muy complicada, como un bautismo de fuego».

Segunda cobertura, Birmania, el 2 de mayo de 2008. Pablo recuerda ese viaje como una experiencia peliaguda. Se necesitaba visado para poder entrar, y Pablo no lo tenía. Como si de una confidencia se tratara, Pablo explicó su truco: «Me hice pasar por un turista y me dieron el visado». Pablo insiste en que a veces la mentira es tu mejor aliada para poder seguir con tu historia. En el ciclón de Birmania le tocó hacer unas cuatro horas de coche de ida para poder llegar al epicentro; y luego otras cuatro horas para regresar al hotel para escribir la crónica.

Un periodista no es una ONG, no puedes ayudar a todo el mundo, tienes que hacer tu trabajo, lo mejor que puedas

En este viaje Pablo lidió con sus primeros demonios: «Ves cómo van flotando los cadáveres de personas, animales y bebés por el río por el que pasas». Resalta la importancia de ser fuerte mentalmente y no dejar que esas emociones te superen: «Un periodista no es una ONG, no puedes ayudar a todo el mundo, tienes que hacer tu trabajo, lo mejor que puedas».

Terremoto de Sichuán, China. El 12 de mayo de 2008, 10 días después del ciclón de Birmania. Al haber estado ahí pudo llegar a China solo una semana después de la catástrofe. Tres meses antes de los Juegos Olímpicos de Pekín azotaba el ciclón. La región de Sichuán estaba devastada por las avalanchas de las enormes rocas caídas de las montañas. Pablo resalta la importancia de moverse con vehículos ágiles, como las motos. Además, destaca el coste de este tipo de coberturas y más en continentes como Asia: «Son muy caras, te vas fácilmente a unos 1.000 euros por día».

Fukushima, «el pico de mi carrera»

Cuarta cobertura, Fukushima, el 11 de marzo de 2011. «Fue el pico de mi carrera, el que más me marcó». Y el que le inspiró su libro Fukushima mon amour. Pablo se quedó sobrecogido ante un paisaje arrasado por el tsunami, además del sentimiento de incertidumbre por la radiactividad. Una ola de 40 metros levantó barcos y coches hasta los tejados de las casas. El periodista consiguió coger por los pelos un vuelo no programado a la ciudad de Fukushima. Aterrizó a las cuatro de la tarde, pocas horas después de la primera explosión de hidrógeno de uno de los reactores de la central nuclear del lugar. «Dormimos varios días en el suelo, comiendo sopa de puestos callejeros y sin poder ducharnos durante una semana». El tsunami llegó a 17 metros de altura en la central nuclear a la que Pablo pudo acercarse.





Pablo M. Díez, reportero de RTVE, recibe atención de personal sanitario en Fukushima.

Leyte, Filipinas, 7 de noviembre de 2013. «Una de las coberturas más difíciles». La isla había sido destruida por un tifón. «La primera noche me tuve que dormir en la pista del aeropuerto, esperando el primer vuelo para salir pitando». Corría el riesgo de ser atropellado por algún vehículo de mantenimiento: «De repente escuché el pitido de una máquina elevadora y me dio tiempo a levantarme, si no…». Lo que más le impresionó fueron los niños que se encontró en el camino de su cobertura.

El 25 de abril de 2015, Pablo consiguió por primera entrar en la central de Fukushima. Por la noche, mientras lo «celebraba» en un bar con unos amigos en Hong Kong, se enteró del terremoto en Nepal. «Ya había estado en Nepal dos veces, por lo que fue más fácil para mí gestionarlo». Lo recuerda como una experiencia «potente e intensa».

Durante un viaje a China el 28 de septiembre de 2018, Pablo se enteró de que tenía que volver a Indonesia porque acababa de ocurrir un maremoto en la localidad de Palu. «Fue muy complicado llegar a la isla». Muchas veces se te presentan desafíos a los que tienes que hacer frente como mejor puedas, como seguir un convoy humanitario durante 12 horas (lo hizo un compañero suyo), o la opción que eligió Pablo: coger un vuelo al día siguiente de la catástrofe y plantarse allí en una hora y media.

Y, por último, el terremoto de Turquía, el 6 de febrero de 2023. En esta cobertura Pablo pudo destapar temas latentes. Como la solidaridad turca presente en el aeropuerto. Se encontró con peleas por querer acudir al lugar del terremoto y ayudar a lo que hiciera falta, además de la corrupción que envolvía a la construcción y que sacó a relucir el terremoto: «Los edificios se caían enteros por lo mal construidos que estaban».

«Consejos catastróficos»

Pablo M. Díez terminó su charla dando a los alumnos varios «consejos catastróficos» para poder aplicarlos el día de mañana: abastecerse de comida y agua («puede que comáis una vez al día»); llegar lo más cerca posible al epicentro de la catástrofe («es importante para los lectores que el periodista esté físicamente en el lugar»); si llegas tarde a una catástrofe lo primero es ir al hospital de la zona («podrás encontrarte con los heridos y entrevistarlos»). Y sobre todo aprender de la experiencia humana que supone cubrir una catástrofe natural.

Nada te limpia más los ojos de todos los problemas por los que estás pasando que enfrentarte a una situación catastrófica

Pablo concluyó así: «Me considero muy afortunado, porque nada te limpia más los ojos de todos los problemas por los que estás pasando que enfrentarte a una situación catastrófica». Recuerda esos 17 años de coberturas como lo mejor que vivió y con lo que más aprendió. En 2020, el Club Internacional de Prensa le concedió el premio al mejor corresponsal español en el extranjero por su trayectoria y cobertura del estallido de la pandemia del coronavirus en Wuhan. «Ser más humanos y tener ojos más limpios ante la vida y el mundo. Gracias».

*Marine Landreau es alumna de Máster de Formación Permanente en Reporterismo Internacional de la Universidad de Alcalá de Henares y RTVE. Esther G. Pérez, redactora jefa de Sociedad, ha supervisado la elaboración completa de este texto.

Escuela de Reporteros

Todo reportero que se precie, y más si su ámbito de insaciable curiosidad es el mundo mundial, ha de pasarse la vida estudiando. Leer, leer y leer es tan importante como vivir, porque el lenguaje es su materia prima, la herramienta para intentar contar y descifrar la realidad.

Este espacio es un cuaderno experimental para quienes cursan el Máster de Reporterismo Internacional auspiciado por RTVE Instituto y la Universidad de Alcalá. Cada vez que alguien relevante pase por sus aulas o dicte una clase magistral habrá una crónica que dará cuenta de lo más valioso, lecciones para nutrir la mirada, en realidad los cinco sentidos.

Fuente: www.rtve.es