Leticia Rodríguez de la Fuente: «Cultivar flores es rentable para mí psicológica y emocionalmente, no en dinero»

Leticia Rodríguez de la Fuente: «Cultivar flores es rentable para mí psicológica y emocionalmente, no en dinero»





Con una paz interior que desconocía y que sin saberlo anduvo toda la vida buscando, Leticia Rodríguez de la Fuente dedica sus días a interpretar el susurro inaudible de las plantas. Licenciada en Historia del Arte y empresaria –es la fundadora de la empresa de alquiler temporal de pisos Lets Room-, recorrió mucho camino antes de hundir las manos en la tierra y volver a conectar con la naturaleza que marcó su infancia, y su historia familiar. Hija del gran naturalista y divulgador Félix Rodríguez de la Fuente , fallecido en 1980, cuando ella era una niña, a él le dedicó su libro, ‘Tocar tierra’ (Ed. Espasa), y lo recuerda muchas mañanas mientras selecciona y corta a mano, una por una, las flores en la soledad de la vega de Guadalajara donde ha establecido su proyecto de floricultura orgánica , muy cerca de la finca de La Alcarria en la que su padre filmó muchos de sus documentales y la familia pasó tantos veranos. Siempre fue emprendedora –relata que ya de pequeña tenía un huerto y le vendía lo cosechado a su propia madre-, pero su amor por el cultivo de dalias, cosmos y peonías se inició hace poco más de una década, cuando en uno de sus arranques decidió abrir una floristería en un mercado . Lo hizo en una antigua pescadería cuyo dueño se llamaba Félix Rodríguez. Sus pasos vitales enhebran estas señales, advierte desde la calma conquistada que nutre su vergel ganado a las piedras y al suelo arcilloso del valle desde hace seis años. ¿Por qué flores?No creas que lo tengo tan claro. Se dio así. Siempre me han gustado las flores y la jardinería, muchísimo. De hecho, en el negocio de alquileres que tengo desde hace 25 años siempre pongo flores en las casas, lo hago yo personalmente. Un día, hace ya unos 12 años, en agosto (un mes peligrosísimo para mí porque es cuando descanso y se me ocurren todas las ideas temerarias que tengo, en mi empresa me tienen terror en esa época), se me ocurrió abrir una floristería. La empresa ya estaba rodando y tenía ganas de meterme en una nueva andadura. Compraba a las floristerías de mi barrio y pensé, pues así me autoabastezco y de paso vendo a otras personas. Así empezó. Porque me apasionan. ¿Cuánto has cambiado desde que has emprendido esta nueva aventura?Mucho. Digamos que he encontrado mi luz, mi lugar en el mundo, básicamente. Y eso tiene muchas consecuencias, que sería muy largo enumerar. Yo he sido una niña muy inquieta, supongo que porque justamente buscaba mi lugar. Lo he encontrado aquí. Antes de Lets Room habías creado otra empresa, y previamente trabajado en el mundo del arte. Es de ser valiente lanzarse a por los sueños.  No me considero valiente. La valentía es cuando tú sabes que tienes miedo, eres consciente de él, y aún así te enfrentas y te embarcas. Yo no siento miedo, con lo cual en realidad soy inconsciente. Me embarco porque me da el punto, me parece algo súperfactible, súperviable cuando nadie más lo cree. Cuando hice lo de los pisos no existía Airbnb ni nada parecido. No se alquilaban pisos por días, algo que a mí me parecía absolutamente necesario. Con las flores fue igual. El cultivo orgánico, en un país como España, que no tiene cultura floral, no se entendía. Ahora mucho más, pero entonces era todo de un ‘clasicorro’ total, bastante tedioso, salvo algún caso puntual. Y encima lo quise hacer en Guadalajara, que es de unos inviernos siberianos, porque si te vas a poner a cultivar flor, pues no sé, hazlo en la costa del Mediterráneo, en Valencia o Alicante, pero a mí me da el ataque de que quiero hacerlo como lo quiero hacer, que siempre es de una forma políticamente incorrectísima y fuera de los circuitos estándar. A veces me sale mejor, otras peor, pero me sale. No es valentía, insisto, esto me da mucho más de lo que me quita.¿Qué te proporciona cuidar plantas?Debe de ser un instinto, una cosa maternal. Nunca pensé que lo tenía, no tengo hijos, no los echo de menos ni quise tenerlos. Pero debe ser que sí tengo un instinto maternal tremendo, porque cuidar plantas me da una sensación así, de que gracias a mí están contentas, siguen adelante. Entonces, cuando hay que abonar, compostar, quitar malas hierbas o mover las plantas de sitio, todo ello me esponja por dentro, me nutre. Es difícil explicarlo con palabras, es una sensación. Me coloca en el presente, ni me sobra ni me falta nada, no necesito más de lo que tengo, no estoy proyectándome al futuro con eso de «el día que yo tenga esto o me pase aquello, estaré mejor». No, yo estoy plena ahora mismo con lo que tengo. Eso, con todos los problemas que tiene vivir, no estoy dopada emocionalmente, y si tengo un inconveniente me estreso. Pero he vivido muchos años proyectándome al futuro constantemente, basando mi estabilidad en el presente en eso que quería que pasara. Ese mecanismo ya no está en mí. Solo puedo dar las gracias, es calidad de vida total. El otro día alguien me decía que esto no debía ser muy rentable, con todo lo que trabajo. Pero sí es muy rentable psicológica y emocionalmente, que es lo que a mí me importa. No tengo que poner de mi bolsillo porque es sostenible y autosustentable, todo lo que genera se revierte para los gastos de lo que consume, con lo cual lo que me da es tanto que para qué quiero el dinero. Es rentable, es súper rentable, con otro tipo de rentabilidad. Leticia Rodríguez de la Fuente en la pequeña casa que tiene en su finca de cultivo de flores orgánicas tania sieiraCon la vida urbana, se suele perder la conexión con la naturaleza y sus ciclos. Aquí, sin embargo, todo se adapta a la temporada y el clima, no está todo disponible siempre como pretendemos en la ciudad. ¿También enseña eso?Se aprende a posponer la satisfacción. Aquí la inmediatez no existe casi, además todos los resultados de lo que haces son postergados, nada es inmediato en un jardín. Todo lo que yo haga ahora lo veré el año que viene, y de hecho hay que hacerlo con mucho tiempo de antelación para que esa planta arraigue, para que se habitúe al sitio, a la tierra, al lugar. Toda la plantación , la edición del jardín que quiera tener el año que viene, la voy a hacer ahora. Y cuando la satisfacción no es inmediata, te llena mucho más. Con este tema de la inmediatez acabamos aburriéndonos de todo. Nada alcanza…Nada alcanza. Mientras que aquí es todo lo contrario. Es muy curioso el jardín, porque por otro lado estás siempre soñando, proyectándote al futuro, pero de una manera creativa. Para hacer algo en él, tengo que imaginármelo primero. Es un sueño, una esperanza, con lo cual tienes ganas de que llegue mañana.¿También enseña paciencia?Muchísimo. A mí, que soy una tía muy compulsiva, de toda la vida, de que lo que quiero lo hago y lo hago ya, esto me ha enseñado mucho. El jardín me ha domado y me está domando mucho. Y aprendes a joderte. Siempre digo que esta palabra debería usarse mucho más, es una palabra mágica, tenemos que aprender a jodernos. A veces toca joderse, y no pasa nada. Pero vivimos en una sociedad que evita eso a toda costa. Por ejemplo, con los niños, parece que es un maltrato, pero no, es tolerancia a la frustración. Son pilares para poder a medio y largo plazo disfrutar mucho más de la vida. En el fondo, todo esto es hacerte un favor, tener las herramientas para luego estar bien en el mundo. Porque la vida cuando te pega un giro y va a contrapelo…Hablas de cuando tuviste cáncer, por ejemplo.Sí. Aunque a mí en esa época me sentó muy bien tener cáncer, me gustó, me vino de puta madre. De hecho, es la experiencia más bonita que he tenido en mi vida. Tuve una experiencia mística bastante importante que me ha marcado y me guardo para mí, pero tuve entendí que nosotros no somos los que pensamos. Yo no soy la que piensa, soy la que ve a la que piensa. Esto lo viví en mis carnes, no es un tema de teoría o de los místicos, y entonces comprendí que yo estoy en otro lugar que no es el de la que decide, la que piensa, la que siente, y esto es muy liberador. Además me pasó en una época en la que yo no estaba nada bien, tenía muchos ataques de pánico, ansiedad, estaba muy mal, y fue como una salvación, me dije: ya no tengo que vivir una temporada, que me encierren en un hospital. Porque vivir me costaba un esfuerzo diario. Fue una fase chunga. A lo mejor en otro momento me hubiese fastidiado, pero entonces no fue así. Y creo que me lo tomé tan bien, estaba tan tranquila y lo cogí con los brazos tan abiertos, que tal vez por eso estoy viva. Te sucedió algo parecido a lo que experimentaron muchos con la pandemia, que, al margen de la enfermedad y las muertes, de alguna manera eximía de seguir peleando en el mundo y permitía refugiarse en el espacio seguro de casa.Así fue para mí. Y además lo pensé: tengo la misma sensación que cuando estaba muy enferma, de liberación, de paz interior. De poder dejar de vivir por un tiempo. Algo está mal en esta sensación de obligación respecto de la vida, pero algunas personas tenemos este chip. Tal vez no es tener que vivir, sino tener que conseguir o tener que hacer. Eres una hacedora. Exacto. Y en esos momentos no tenía que hacer nada y no me sentía culpable por ello. Ahora, con este cambio que me ha provocado el jardín, esa sensación de ‘tengo que hacer’ cada vez está más pulida, más al punto de que yo creo que ya no voy a tener que enfermarme más parar y descansar, para tener que conectar con eso.¿La enfermedad como una luz roja de alarma?Siempre he vivido la enfermedad, incluso la grave, con calma. Incluso como una herramienta que mi sistema tiene para hacerme descansar, porque si no, no tengo freno. Juega a mi favor por ello, te pone freno si no sabes hacerlo. Yo nunca he pensado en lo de ‘por qué me pasa a mí esto’. Los médicos flipan con que me haya recuperado de algunas cuestiones, de hecho ahora estoy sanísima. Pero es que en mi universo interior lo he vivido de otra manera. Ya sabes que «aquello que resistes, persiste» y yo nunca he tenido la actitud de enfrentarme ni de luchar contra la enfermedad, porque para mí no ha sido una invasora a la que yo he tenido que plantar cara, sino una salvadora. Igualmente, cuando sea más mayor y me apetezca, me meteré en este tema. Porque es todo lo contrario a lo que se dice a los enfermos y ahí tengo mucho que contar a partir de mi experiencia. Sé lo que es que crean que te vas a morir y a la semana estás como una rosa. ¿Eres creyente?No soy practicante, pero tengo un sentimiento místico de la vida brutal. Sí siento que esto es un paso, una parada más en el viaje. La inteligencia que nos trasciende la veo por todas partes, la veo en el jardín, y cada vez estoy más entregada a «lo que esté de Dios», como se decía antes. Cada vez lo entiendo más, pero no creo en un Dios humanizado que está ahí decidiendo a quién castiga y a quién salva. Sí en un ser, una luz que nos trasciende y que es la fuente de la que venimos y a la que volvemos.Leticia Rodríguez de la Fuente durante esta entrevista Tania SieiraCuánto te marcó la personalidad de tu padre, alguien tan emprendedor, aventurero, otro hacedor. Esa es una característica con la que vienes al mundo o no. ¿Cómo me marcó? Probablemente hay un elemento importante que tiene que ver con emular eso. Estás troquelada genéticamente y también por la experiencia de lo que has vivido con una persona así. Y claro que te marca. Yo no puedo ser una vaga. Teniendo el padre que tengo, sería inviable, ¡un pecado! Pero tanto él como mi madre, que sigue viva y es una máquina, nada la amedrenta y de nada se queja. Tiene ese carácter nórdico fuerte. Las personas así te ponen la escala muy alta, la mirada muy alta, y a veces es agotador. Pero he tenido la inteligencia, o la suerte de poder conectar con esa inteligencia que viene de otro lado, para poder sustituir la enfermedad por este jardín. Voy por buen camino.Tantos años después de la muerte de Félix Rodríguez de la Fuente, de convivir con su imagen y su legado, ¿con qué te quedas?No sé, es algo bastante inconsciente, no estoy pensando en esto todo el día… Me quedo con la parte privada que tengo de él, que es intransferible, es mía. Me siento orgullosísima de ser su hija, pero también necesito y espero que me valoren por mí y no bajo el paraguas de mi padre. Tampoco tengo nada que demostrar, tengo una historia detrás que habla por sí sola. Y me quedo con que lo tengo ahí, y me cuida, me protege y me guía. Jardinera pero no florista, ¿por qué?Me llena mucho más, el jardín es mucho más complejo y sofisticado que la floristería. Las flores tienen un elemento de estética estupendo, tanta belleza, y son una artesanía muy creativa, pero es que el jardín está vivo, y además de su estética debes tener un conocimiento técnico enorme detrás, sobre todo en este tipo de jardines naturalistas, que son muy complejos. Aquí debes crear con muchísimos límites, y eso es un reto. Y a mí eso me pone.¿Por qué decidiste que fuera orgánico?Porque me gusta trabajar con la tierra y no a pesar de ella. No estoy dispuesta a esquilmarla para crear un jardín o una flor de corte como se suele hacer. La tierra es la santísima madre del cordero, es el pulmón del planeta, es como la microbiota del intestino, y si falla, todo lo hace. El cambio climático viene en gran medida porque está esquilmada. Es el mayor captador de dióxido de carbono que hay en el planeta y si está estéril no lo fija. Ahí es donde tenemos el problema, que se ha generado por la revolución industrial, el querer tener cultivos enormes e inmediatos, etcétera, lo que llevó a utilizar todo tipo de pesticidas químicos y fertilizantes potentísimos que se están cargando la vida bacteriana, que es fundamental para las raíces, para que puedan absorber los nutrientes de la tierra. Si la tierra está sana, no necesita nada. Mira, si le pongo compost natural a la tierra, necesita al menos un año para estar lista, para que haga efecto. ¿Estamos dispuestos en la sociedad actual a esperar un año para poder cultivar? Es un tema fascinante, muy complejo. Si te das cuenta, funciona igual que nuestro cuerpo. Además, en el momento es que metes un químico, rompes el ecosistema, abres la puerta a que entren todo tipo de enfermedades. Un ecosistema equilibrado que funciona bien controla las grandes plagas, los propios insectos y bacterias están diseñados para atacarlas, todo está organizado. Si mete la mano el hombre esto se altera y ya dependes de los químicos para todo. Aquí los primeros años son duros, porque si no quieres tirar de químicos vas a perder plantas, vas a tener problemas serios. Pero si no haces nada y dejas que eso llegue a un equilibrio, al tercer año ya empiezas a tener la planta estupenda, todo mucho más equilibrado.¿Eres autodidacta? ¿Cómo lo has hecho?Sí, totalmente. Fui leyendo, entrevistando gente, yendo a sitios, viendo vídeos de YouTube y tutoriales. Mucha prueba y error, y mucho trabajo. Me gusta esto, empatizo con las plantas, enseguida me doy cuenta cuando una no está contenta. Se trata de observar, aprender a hacerlo es fundamental. Una cosa te lleva a otra y cada vez vas entendiendo más, pero además en tu lugar, porque esto no tiene nada que ver con Gerona o Valencia, es otro clima y otra tierra, entonces todo eso que sabes intelectualmente lo aplicas luego la experiencia en tu tierra.Es curioso, como cuentas en el libro, que buscando finca terminas muy cerca de la propiedad familiar de La Alcarria que tanto disfrutaste de pequeña y donde tu padre además rodaba sus programas. La tierra me buscó a mí. Ahora que estoy aquí, y compruebo lo complicado que es tanto conseguir mano de obra como comprar un terreno, porque suelen ser de familias grandes que no se ponen de acuerdo, o no saben ni dónde están las escrituras o no quieren desprenderse de su patrimonio, lo mío parece más bien un milagro. Yo llegué por casualidad casi y lo compré facilísimo, todo fue rodado. Y luego compré el de al lado, y más tarde otro. Nuevamente, estaba de Dios. Además de que siempre que he necesitado ayuda, ha aparecido la persona. Y cuando se va, es porque ya está hecha su parte aquí. Has aprendido a gestionar esa rotación también.Aquí estoy muy expuesta a ello, sucede mucho y a mí no me había pasado antes. Es difícil. Es gente con la que te implicas. El trato con las flores es muy personal y conmigo muy cercano, pasamos muchas horas juntos en la naturaleza, hay una conexión, y de repente esa persona ya no está y no hay una trascendencia de esa relación. Es duro. Este sitio es una escuela importante para dejar ir. ¿Por qué no tenemos la costumbre los españoles de tener flores frescas en casa?La gente dice que es porque son caras. Yo creo que el valor del dinero es subjetivo. Porque vas a un restaurante y te gastas una pasta cenando, que es algo efímero, y te parece estupendo. El dinero vale el valor que le das. A tener flores no se le da valor, es un tema cultural. ¿Desde cuando en España hemos sido hedonistas y le hemos dado le hemos dado importancia a la belleza en las casas, a la belleza efímera de las cosas?. Esto va de la mano de nuestra evolución e historia, de haber pasado una guerra civil y años de pobreza y de darle prioridad a la supervivencia. Ahora estamos ya en otro punto, Madrid, por ejemplo, es la ciudad de moda del momento , maravillosa. Ya le empezamos a dar mucho más importancia a los olores, los aromas, los inciensos, las velas y las flores.A embellecer la vida, aunque sean cosas efímeras.Me raya mucho esto de la gente que dice «pero es que no duran». ¿Dura mucho una cena? ¿O una vela? Y mejor que no duren, ¿quieres tener las mismas flores eternamente? Yo al quinto día ya estoy harta, me gusta cambiar, la belleza efímera es mucho más interesante. Aunque todavía cuesta. Antes se asociaba la flor con el bautizo, el tanatorio, etcétera. Sacarla de allí para llevarla a la casa y a disfrutarla en el ámbito privado ya ha sido un paso, ahora falta que en lugar de comprar flores holandesas compremos las españolas, las locales y, aún más, las orgánicas, que respetan la tierra, que son mucho más bonitas, que tienen alma y una expresividad diferente. ¿Has visto mis dalias? No habrás encontrado así en alguna floristería, tan grandes y con esos colores.¿Las vendes bien?No me quejo, vendo todo lo que cultivo. Tengo clientes fieles desde hace años a quienes llamo mis patronos, porque confían en mí, disfrutan muchísimo de recibir mis flores y gracias a ellos esto se mantiene, es como un club privado de gente que me apoya. Tampoco puedo vender más, no produzco tanto.En el libro lo dices: «no me interesa vender por vender», aunque eres empresaria. Tengo mi empresa inmobiliaria desde hace años, de la que vivo muy bien. Te diré que incluso ahí también soy un poco así con lo de vender por vender. He llegado a decir a clientes que no les alquilo porque no me han gustado. Hay que honrar lo que uno hace. Para mí siempre hay una ley que es inamovible y que es que del otro lado me venga por lo menos el mismo nivel de amor y de cariño que yo le meto a las cosas que hago. Si no, no merece la pena. Necesito una devolución de calidad, eso es lo que me alimenta y me hace seguir creciendo en mis negocios y mis historias. Por eso, nunca me haré rica, valoro mucho más otras cosas.

Fuente: www.abc.es