Otra ley de Vivienda que facilite la partición
Estamos asistiendo a un debate muy intenso sobre los precios y alquileres de la vivienda, derivado de la afloración de otros problemas como los generados por los llamados pisos turísticos y pisos de temporada. Es un debate sobre una situación estática cuando la dinámica de la sociedad ha evolucionado de una forma extraordinaria.
Ha cambiado el modelo tipo de familia pasando de cinco o seis miembros en la unidad familiar a una situación de uno o dos, incluso tres, pero el cambio es tan dramático que nos tiene que llevar a una profunda reflexión y actuar en consecuencia. ¿Para qué sirven unas viviendas de 150-250 m2 cuando los residentes, mayores de 65 años, son uno o dos?
La ineficiencia del coste de los servicios (agua, luz y basuras) o de las infraestructuras (calles, saneamiento, tráfico) que han sido diseñados para viviendas grandes con seis habitantes y ocupando espacio y suelo escaso no puede soportarse, socialmente, cuando los ocupantes son uno o dos. Para un joven que quiere emanciparse no se le puede plantear un piso grande. Habrá que ofrecerle uno de 40-50 m2, cuyo precio de alquiler o compra es mucho más asequible.
La solución es de oferta, de oferta de viviendas asequibles que lo serán sino son desproporcionadas para la necesidad. Ello requiere que la Administración (Ayuntamientos y Gobiernos Autonómicos) procedan a impulsar viviendas adecuadas a las necesidades por la vía de la partición o división de los grandes pisos del centro de las ciudades.
Madrid, por ejemplo, podría sacar al mercado en poco tiempo, más de 30.000 viviendas asequibles de 40 o 50 m2. Así rentabilizamos tanto el capital público como el privado. Porque, además, muchas familias-parejas o viudas/os que viven solos, podrían capitalizar una venta o alquiler parcial de su vivienda porque ya no lo necesitan. Ello significaría aprovechar mejor lo construido y rentabilizar mejor las infraestructuras y servicios.
Esta experiencia no sólo debe referirse a lo ya construido sino que en los nuevos desarrollos urbanos han de tenerse en cuenta estos criterios. Seguimos viendo promociones inmobiliarias de amplio volumen y que no están adaptadas a las necesidades de estos tiempos, donde la estadística nos dice que la media de una familia es de 3 miembros como máximo. Esto vale para singles, parejas o parejas con un hijo o dos. No malgastemos los bienes urbanos haciéndolos ineficientes y por ello antisociales.
Pero para que esto sea posible es necesario un cambio de paradigma en la vivienda. Es necesaria ‘otra Ley de Vivienda’ que agilice esta solución.
Por cierto que la actividad de reforma de las viviendas a dividir crearía un empleo importante, además de aprovechar mejor los bienes adquiridos en otro momento de la vida y en otra etapa de la vida.
El siglo XXI nos exige optimizar todo lo disponible de la forma más eficiente posible y minimizando la huella de carbono.
JOSÉ ALBERTO PRADERA
Ingeniero de Caminos y ex diputado general de Vizcaya