«Mi felicidad ahora mismo está en no coger una raqueta de bádminton»
Cuando a Carolina Marín (Huelva, 1993) la llamaron para decirle que había ganado el premio Princesa de Asturias de los Deportes, se acordó de su padre y pensó en la muerte. Fue un acto reflejo, un nervio. «Estaba entrenando, no sabía ni siquiera que estaba presentada mi candidatura para este año. Miré el móvil de casualidad y tenía cinco o seis mensajes de mi madre diciento ‘urgentísimo, coge el teléfono’. Me esperaba lo peor, la pérdida de un familiar. Luego ya fui feliz», cuenta, sonrisa mediante, en el hall del Hotel Reconquista, dos días antes de recoger el galardón.
Aquello sucedió en mayo, pero entre un día y otro (hoy), han pasado muchas cosas: llegó a las semifinales de los Juegos Olímpicos de París, se rompió el cruzado anterior y el menisco interno y externo de su rodilla derecha, lloró, pensó en la retirada, se enfadó con la vida y se volvió a ilusionar. Todavía no ha cogido una raqueta. Durante la entrevista repite varias veces que no tiene prisa, aunque habla muy rápido.
—¿Qué tal está?
—Bien, bien. El proceso de recuperación va muy bien. Estoy cumpliendo todos los plazos que el médico y mi equipo me han marcado. Pero no quiero comparar esta con ninguna de las lesiones anteriores, porque es totalmente diferente. Lo estoy llevando de otra manera. No tengo ninguna prisa. Estoy aprovechando para hacer otras muchas cosas.
—¿Como cuáles?
—Sobre todo, pasar tiempo con mi familia. Al fin y al cabo es lo más importante. Les echo mucho de menos: haberme ido con catorce añitos de casa me marcó la vida. También estoy aprovechando para empezar a emprender un camino que tenía muchas ganas, que es empezar a dar charlas motivacionales a empresas. Me estoy formando para eso y ya he dado algunas. Estoy muy contenta.
—¿Es su plan para cuando acabe su carrera en el bádminton?
—Es uno de los caminos que quiero tomar, sí. Está claro que el deporte tiene una fecha de caducidad. Ojalá sea siempre lo más tarde posible. Pero hay que pensar en el futuro.
—Imagino que esta lesión ha sido uno de los momentos más duros de su carrera…
—Sí, sin duda. Ya no por la lesión en sí, porque ya es la tercera vez que paso por esto, sino por el momento en el que me pasó.
—¿Sintió frustración, rabia…?
—Rabia, mucha rabia. Rabia porque creo que no me merecía lo que me pasó ni todo lo que me ha estado pasando. Me había recompuesto de las dos lesiones anteriores, de la pérdida de mi papá, volvía a estar en lo más alto de mi nivel, estaba a puntito de pasar a una final olímpica y poder luchar por ese gran sueño que tenía, que era una segunda medalla de oro. Y de repente… En un momento así claro que sientes que la vida ha sido injusta. Sentí que quizás yo no lo merecía. Pero bueno, también hay que mirarlo por otra parte. Muchas veces lo pienso y digo: si las cosas te pasan es por algo.
—¿Pensó en la retirada?
—Sí, en cuanto me metí al vestuario. Miré a mi entrenador y le dije: «Fernando, no puedo más». Ha sido complicado, pero a día de hoy ya lo veo desde otra perspectiva. Me daría mucha rabia que una lesión, algo que no depende de mí, me retirase. Ahora tengo una ilusión, que no es una obsesión, muy grande. En un año y medio, en 2026, se hace en España un campeonato de Europa. Hace unas semanas dije que me encantaría que fueran en Huelva, y de momento se está trabajando para que eso sea así. Es algo que me hace mucha ilusión. Mi ilusión es poder retirarme en una pista de bádminton.
—¿Ya está con la mente en 2026?
—No, no tengo ninguna prisa por coger una raqueta. Ahora lo que quiero principalmente, mi gran objetivo, es recuperar mi rodilla, recuperar mi pierna, sobre todo para mi día a día. Para mí es lo fundamental a estas alturas, porque como he dicho el deporte tiene una fecha de caducidad. Y ya veremos si luego finalmente me atrevo y sobre todo si tengo ganas de coger una raqueta. No quiero obligarme, porque en el momento en el que yo sienta que me obligo a hacer algo no voy a tener las ganas y la motivación suficientes.
—¿En quién se está apoyado durante este proceso de recuperación?
—Principalmente en mi familia y en todo mi equipo.
—¿Ha necesitado ayuda psicológica?
—Siempre tengo a mi psicóloga. Sé que la tengo para cualquier problema o cualquier momento que la necesite, pero no es que la haya necesitado extra con la lesión.
—¿Cómo es su rutina de rehabilitación? ¿Cuántas horas le dedica?
—Ahora mismo estoy haciendo una hora y media de gimnasio de lunes a viernes. Y otros tres días a la semana de fisioterapia. Estamos trabajando mucho sobre las cicatrices, para que no se adhieran, estamos trabajando mucho también la flexibilidad. Mi fisio me descarga la musculatura, porque a día de hoy ya voy cogiendo más musculatura.
—Cuando se lesionó, recibió el apoyo masivo del mundo del deporte. ¿Le han dado consejos otros deportistas, le han ayudado?
—Fue increíble, de hecho todavía hoy, dos meses y medios después, sigo leyendo mensajes. Los deportistas empatizamos mucho con lo que le puede pasar al otro. Y mostrar el apoyo es muy importante. Aunque tampoco estoy constantemente hablando con ellos, también necesito mi tiempo. Me he apartado un poquito ahora mismo del bádminton y del deporte para centrarme más en mi rehabilitación. De momento no quiero ni al CAR de Madrid a entrenar. Quiero estar pensando en otras cosas.
—Lleva tatuada la palabra resiliencia. ¿A qué palabra se agarra ahora?
—De momento no me he tatuado nada. La palabra que me encuentro ahora es felicidad, necesito estar feliz, buscar mi felicidad. Y si mi felicidad ahora mismo está en no coger una raqueta de bádminton, pues eso es lo que estoy haciendo.
—El jurado del premio Princesa de Asturias decía en su fallo que usted es un ejemplo de superación. ¿Se aprende más en estas caídas o en el éxito?
—Está claro que cuando estás en un momento de éxito quizás no lo ves todo con tanta distancia. Sin embargo, cuando tienes una caída tienes que analizar qué ha pasado, qué puedes o qué tienes que mejorar para volver otra vez a tener éxito, a estar ahí arriba. Pero yo creo que tanto de los éxitos como de las derrotas o de las lesiones se aprende.
—¿Qué recuerdos le vienen al echar la vista atrás y contemplar su carrera?
—Bueno, ya simplemente con estar aquí, en Asturias, me vienen recuerdos muy bonitos. Recuerdo tener doce años y venir aquí con mi padre, que me acompañaba a los torneos. Fue hace veinte años ya… Miro hacia atrás y digo: vaya, todo lo que ha conseguido esa niña… Ge soñado en grande y todos los sueños se me han cumplido.
—¿Todo éxito conlleva un sacrificio?
—Sin ninguna duda. Las medallas son muy bonitas, pero que muy poquita gente sabe todo lo que hay detrás. Yo siempre quiero mostrar ese camino, que está llenó de trabajo, de esfuerzo, de sacrificio. Nadie me ha regalado nada en mi vida. Para llegar aquí he tenido que renunciar a muchas cosas. Mi principal renuncia en mi vida ha sido alejarme de mi familia.
—¿Hay que reivindicar la cultura del esfuerzo?
—Hay que dejarles claro a los niños y las niñas de hoy en día el mensaje de que hay que trabajar por conseguir las cosas que uno quiere. Muchas veces la vida es injusta. Yo he soñado en grande, he conseguido muchos sueños, pero también es cierto que la vida me ha puesto en mi sitio muchas veces. Hay que dejar claras las dos caras de esto. A veces muchas veces tú trabajas mucho, te esfuerzas mucho por conseguir tus sueños, pero no todo el mundo lo llega a conseguir.
—Su otra gran pasión es el baile flamenco, que tampoco puede practicar ahora… ¿A qué dedica su tiempo libre?
—Pues no tengo tiempo libre [y ríe]. Todavía no he tenido ningún día en el que diga: «no sé qué hacer, me aburro». Mi tiempo libre lo dedico a la formación, al cuidado personal (peluquería, estética…), y a ver a mis amigos en Madrid o a bajar a Huelva. Vamos, que aburrirme no me aburro.