«Las ciudades crecen cuando se lo creen, y Córdoba no se lo cree»
Un día de mediados de los años noventa Rafael Merino citó a su compañero de promoción Javier Martín en el Blasón. «Tengo que pedirte un favor: entre cordobeses tenemos que ayudarnos», vino a decirle el exalcalde, que lo sentó al poco en torno a una mesa del céntrico restaurante acompañado por uno de sus lugartenientes, Luis Martín, a la sazón presidente de la Gerencia Municipal de Urbanismo.
-¿Y qué quería Rafael?
-Ofrecerme ser el primer gerente de Terrenos Liberados del Ferrocarril de Córdoba (Telfeco), para poner en marcha el Plan Renfe. Me dijo que yo tenía muy buena relación con todos los partidos políticos, y que eso era bueno.
-Qué le contesto usted.
-Que sí, pero con dos condiciones: la primera, que me dieran la compatibilidad para poder seguir ejerciendo mi actividad como abogado y mi puesto en la Universidad. Y la segunda, que me dejaran hacerlo como yo quisiera. Hice todo el Plan Renfe: cuando dejé el puesto al cabo de los años había en la cuenta corriente de Telfeco once mil millones de las antiguas pesetas.
Javier Martín Fernández, nacido en Córdoba hace 65 años, ha compatibilizado a lo largo de su ya dilatada vida profesional la atención a los asuntos que lleva su bufete con la dedicación universitaria -es catedrático de Derecho Financiero y Tributario de la Complutense-, así como con el asesoramiento a numerosas administraciones públicas en Córdoba, Sevilla, Málaga y Madrid.
Lleva diez años como presidente del Consejo Regulador Montilla-Moriles, puesto en el que sucedió a Manuel Pimentel: «Seguiré como presidente si me lo piden», señala en relación al proceso de elecciones que vive el marco de la Denominación de Origen, revuelta por la suspensión de la Cata esta pasada primavera.
-Usted tiene fama de estar en todas las salsas de la ciudad. ¿Qué se cuece en Córdoba?
-En Córdoba se cuece… Córdoba es… Mire, yo soy presidente de la Fundación Paradigma de Córdoba, que tenemos la Torre de la Calahorra y la Biblioteca Viva de Al-Andalus que está en el Palacio del Bailío, y entonces se habla de la Córdoba de las Tres Culturas y todo eso, y yo creo que es más mito que otra cosa. El problema es que los cordobeses… Usted sabe que un prohombre cordobés invita al autor de ‘La Feria de los discretos’ a la ciudad durante tres meses y le da de comer, de beber y lo atiende perfectamente, y a los meses de estar aquí le manda el ejemplar del libro, y el prohombre cordobés dijo: ‘Qué bien le he dado de comer, qué bien lo he atendido, y sobre todo qué bien nos ha retratado…’. El problema que tiene Córdoba… Cuando vas por el casco antiguo te encuentras con casas que la gente dice: ‘Pero si aquí solo hay una puerta pequeñita’… Sí, pero te estás perdiendo lo que hay dentro. Ese es el problema, que somos una ciudad excesivamente discreta. Pero a la vez que somos sumamente discretos nos gustan mucho las polémicas. Además, es una ciudad muy desagradecida.
-¿Ha sentido el desagradecimiento en sus carnes?
-No, porque yo he hecho siempre lo que me ha salido de las narices. Yo soy políticamente incorrecto, estoy en los sitios porque me apetece estar, y por lo tanto no tengo esa sensación de desagradecimiento. Desde el punto de vista económico las ciudades crecen cuando se lo creen, y Córdoba no se lo cree. El cordobés, será por esa discreción de la que hablo, siempre ve que no se pueden conseguir las cosas.
-Pero esta ciudad ha dado motivos para creerse ciertas cosas, ¿no?. Usted participó directamente en la operación del Plan Renfe, por ejemplo, que la transformó, y ahora tenemos la Base Logística.
-El Plan Renfe hay que ponerlo en relación con el Plan Río, que se pudo hacer gracias al dinero que se obtuvo del primero. Y sobre la Base Logística ya hay gente que está haciendo críticas, y están diciendo que si el Ejército, que si las armas de destrucción masiva, que si esto y lo otro. He dicho antes lo de creérnoslo… En Andalucía hay una ciudad que se lo ha creído siempre: la mejor gamba blanca que hay en el mundo es la de Sevilla. Y qué decir de Málaga, que se está comiendo Sevilla y se está comiendo Barcelona. ¿Por qué? Porque tienen un alcalde y una forma de pensar de los malagueños que, sin tener nada… Porque nosotros tenemos la desgracia de tener la Mezquita.
-¿La desgracia?
-Sí, es nuestra desgracia, porque si no tuviéramos la Mezquita la gente iría a ver esta maravilla que son las iglesias fernandinas. Y cuando digo eso hablo también del placer de pasear por las calles de Córdoba, porque esta ciudad tiene un potencial tremendo desde el punto de vista turístico. En Málaga está ahora hasta Google, como todas las empresas tecnológicas del mundo, que están allí.
-Antes ha dicho que Málaga no tiene nada.
-No. Vamos a ver. Tiene la costa, tiene el puerto, que tampoco es que sea gran cosa. Y sobre todo tiene una forma de ser y a un tío que está al frente, que es ingeniero aunque nunca haya ejercido, con la cabeza cuadriculada y a la vez abierta.
-También tiene a Juanma Moreno al frente de la Junta de Andalucía.
-Sí, pero Juanma llega después. Málaga ha llegado adonde llega no por Juanma. Aquí en Córdoba, igual que el Plan Renfe fue un revulsivo para unir la ciudad y para convertirla en un centro logístico de primer nivel, ahora la Base Logística puede significar un antes y un después. El Plan Renfe trajo a empresas de afuera, que dijeron: ‘Oye, pues en Córdoba se puede construir y se pueden hacer cosas’. Hasta ese momento no estábamos en el cuadro, y ahora con la Base nos está pasando lo mismo. Mire, el martes que viene juega la Selección española aquí: eso es poner a las ciudades en su sitio, en el escenario.
-Usted está en contacto con la política aunque desde fuera: ha elogiado al alcalde de Málaga, ¿pero qué opina del de Córdoba y de quienes lo han precedido?
-Sinceramente, creo que han hecho lo que han podido. Al partido comunista hay que agradecerle el urbanismo que tenemos. Málaga, por ejemplo, es un auténtico desastre desde el punto de vista urbanístico. Pero Córdoba es una ciudad perfectamente diseñada, y eso se lo debemos al Partido Comunista. Rafael Merino tuvo de bueno la obra del Plan Renfe. Cuando vino Rosa, ella siguió con el Plan Renfe y lo volcó al río. El PSOE hizo cosas también. Todos han aportado. Lo que pasa es que a veces a los políticos les exigimos cosas sin tener en cuenta las circunstancias con las que tienen que torear.
«Ya hay gente que critica la Base Logística: que si el Ejército, que si las armas de destrucción masiva…»
-La vida y la economía tienen un ritmo y luego la política otra. Y a lo mejor eso produce frustración.
-No, no, no. Yo no soy un queda bien, pero insisto en que cada uno ha hecho lo que ha podido. Al PSOE le tocó una crisis económica tremenda: era prácticamente imposible hacerlo mejor.
-Preside la Fundación Bodegas Campos, y fue parte fundamental en la operación de compra del Pimpi de Málaga por parte de Antonio Banderas, otro estandarte de Málaga.
-Ya no se comprende a Málaga sin Antonio Banderas, es esencial, porque tiene un tirón mediático muy grande, casi más fuera de España que dentro. La compra del Pimpi por parte de Antonio se debe a que él es un enamorado de Málaga, y ésa fue una manera de estar ahí presente en un estandarte de la ciudad. Yo intervine en la operación.
-Para un cordobés es gratificante pasear por el centro de Málaga y reconocer un trocito de su ciudad en ese restaurante.
-Tenga en cuenta que el Pimpi nace por Paco Campos, el más pequeño de los Campos.
-El tito Paco.
-Sí, el tito Paco. En su momento, por una serie de motivos que no vienen al caso, él se va a Málaga. La historia tiene mucha gracia, y creo que hay gente que no la conoce: Pepe Cobos, Antonio Gala y Paco Campos se fueron de Córdoba en un seiscientos y se quedan en Granada. Y cuando estaban allí Gala le dijo a Paco: ‘Paco, aquí hace mucho frío’. Y se fueron a Málaga entonces y empiezan a ver locales y un tratante les enseñó el del Centro en el que montó el restaurante de Campos de Córdoba. Antonio Banderas lo que ha comprado el edificio.
-¿Qué proyecto destacaría de los que lleva ahora entre manos?
-Queremos hacer en el Palacio del Bailío un museo sobre Al-Andalus, o mejor dicho sobre la cultura judía, islámica y judía. En Córdoba nos hace falta como el comer hacer un engarce entre el casco y la zona comercial, porque ahora lo tenemos todo concentrado en el caso. Y para que se produzca un revulsivo en la ciudad es sumamente importante que el turismo llegue al centro comercial. A ver: ¿Cuál es el único monumento por el que la gente sube la Cuesta del Bailío o la calle Nueva? Lo único que hay es el Cristo de los Faroles. Y si la iniciativa privada, vía Fundación Paradigma, y el propio Ayuntamiento, crearan algún tipo de museo que facilitara ese nexo sería importante. Mire, en el silo de Noreña hay cientos de esculturas romanas, y propuse cuando era gerente de Telfeco que se pusieran en el Paseo de Renfe, porque era una manera de traerte a gente al centro. Y hombre, ahora que decimos que tenemos el casco histórico colapsado, pues eso ocurre porque los cordobeses no hemos sabido establecer un vínculo del casco con el resto de la ciudad.