‘Luces de bohemia’ pisa por primera vez el escenario del Teatro Español

‘Luces de bohemia’ pisa por primera vez el escenario del Teatro Español




Hay muchos motivos, explica Eduardo Vasco, director del Teatro Español, para poner en escena ‘Luces de bohemia‘, «más allá de nuestra sempiterna pasión por Valle-Inclán y de que sea una obra trascendental de nuestro repertorio; quizás la pieza dramática más bella, más importante de la literatura dramática española del Siglo XX». Hay, sin embargo, dos razones para haber convertido esta obra en el buque insignia de su primera temporada al frente del teatro más antiguo de Europa: que en este escenario no se ha representado nunca ‘Luces de bohemia’ -«por increíble que parezca», añade Vasco- y que en este 2024 se cumplen cien años de la publicación en libro de la obra completa (el texto apareció en la revista ‘España’, en entregas semanales, entre el 31 de julio y el 23 de octubre de 1920).

Asegura Eduardo Vasco que la puesta en escena de ‘Luces de bohemia’ -estará en cartel del 17 de octubre al 15 de diciembre- es una auténtica declaración de intenciones. «El Teatro Español va a ser un teatro de raíz literario-dramática, de palabra, de interpretación». Y de ésta se encargan, en esta producción, veinticinco actores -un elenco prácticamente imposible de ver hoy en día sobre un escenario, incluso público-: los protagonistas don Ginés García Millán, que encarna a Max Estrella, y Antonio Molero, que interpreta a Latino de Hispalis. Ambos personajes han sido definidos como «una interpretación grotesca de Don Quijote y Sancho Panza», y algo hay en su relación y en su aventura -la obra sucede en el transcurso de una noche- de la pareja creada por Miguel de Cervantes. El resto del reparto lo conforman Alejandro Sigüenza, Andrea M. Santos, Ángel Solo, César Camino, David Luque, Ernesto Arias, Irene Arcos, Iván López-Ortega, Jesús Barranco, José Luis Alcobendas, José Luis Martínez, José Ramón Arredondo, Juan Carlos Talavera, Juan de Vera, Lara Grube, Luis Espacio, María Isasi, Mariano Llorente, Mario Portillo, Pablo Gómez Pando, Puchi Lagarde, Silvia de Pé y Toni Misó. La escenografía es de Carolina González, el vestuario de Lorenzo Caprile y la iluminación de Miguel Ángel Camacho, colaboradores habituales de Eduardo Vasco, que firma la música y ambientes sonoros en una obra donde el Madrid de principios de siglo XX casi se puede oler e incluso masticar a través de las palabras de Valle-Inclán.

Esta obra que Vasco califica de «trascendental, y que debería poder verse en los teatros españoles cada cuatro o cinco años», cuenta la peripecia nocturna de Max Estrella, un poeta ciego, y Latino de Hispalis, un sinvergüenza que trata de sacar partido de su cercanía del que se autocalifica como «el primer poeta de España». Durante esta noche recorren algunos de los lugares más característicos de Madrid, una ciudad convulsa y violenta en aquellos días de conflictos sociales; durante su trayecto se encuentran a distintos personajes propios de la bohemia madrileña de la época, oscura y sórdida.

Con ‘Luces de bohemia’, el autor gallego creó un nuevo género literario: el esperpento, que el diccionario de la RAE define como «concepción literaria creada por Ramón M.ª del Valle-Inclán hacia 1920, en la que se deforma la realidad acentuando sus rasgos grotescos». «Los héroes clásicos han ido a pasearse en el Callejón del Gato -dice Max Estrella en una escena de la obra-. Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento».

«Nuestra lectura -explica Eduardo Vasco- parte de algunos estímulos conocidos e inevitables que envuelven tanto a Valle como a la propia obra: espejos cóncavos, la deformación grotesca, el expresionismo o el distanciamiento, sazonados con otros menos habituales y que forman parte, para nosotros, del imaginario concreto e indispensable de este genuino género esperpéntico y que van desde el sainete, la opereta y el género chico hasta el Grand Guignol o los asombrosos -entonces, claro- títeres del Teatro dei Piccoli de Vitorio Podrecca».

Eduardo Vasco considera esta obra un crisol teatral, que puede ser por momentos realista y por momentos expresionista o pseudocostumbrista. Por ello su montaje se basa en «las tendencias menos habituales que Valle perseguía en el momento de la escritura de la obra» y pretende, dice, darle valor a cada escena de acuerdo a su propuesta estilística. La versión ha buscado, «sin perder el contexto ni la belleza del texto, que determinadas cosas no despistaran al espectador o permitieran que se ausentara por no entenderlo. Yo no suelo alterar el texto si no lo necesito. Lo primero es la palabra de Valle-Inclán, el texto en sí, y luego ya empezamos con este juego del que hablamos a transformarla».

Las acotaciones -bellísimas y sugerentes- son uno de los grandes valores de la obra y, también, uno de los quebraderos de cabeza para cualquier director, tentado siempre por llevarlas a escena. «Lo que se ha podido se ha hecho, lo que se ha podido menos se ha interpretado y lo que no se ha podido, pues ha sido imposible», dice misterioso Vasco. «Hay que interpretar sus acotaciones y sus intenciones; es un sueño decirlas, pero la obra no terminaría nunca».

Fuente: www.abc.es